GEOGRAFÍA - PAÍSES: España - 29ª parte

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España - 29ª parte


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Cine

as primeras filmaciones realizadas en España fueron hechas por A. Promio, un colaborador directo de los hermanos Lumière, hacia el año 1896. A comienzos del s. XX el cine español conoció una cierta prosperidad y la ciudad de Barcelona se convirtió en la capital de la cinematografía hispana. Los realizadores más destacados de esa primera etapa fueron Fructuoso Gelabert (Ana Cadova, Raza mala, Riña en un café) y Segundo de Chomon (Los dandis del parque). A Gelabert se le suele considerar el verdadero padre del cine español, ya que fue el primer director que tuvo una producción continuada. Coincidiendo con la fundación de varias empresas productoras, comenzaron a rodarse a partir de 1905 un gran número de películas dramáticas que obtuvieron éxito comercial.

En 1906 se fundó la primera productora importante, la Hispano films. Se estrenaron los filmes Locura de amor (1909), de Ricardo de Baños; El alcalde de Zalamea (1914), de A. Gual; Sangre y arena (1916), de Vicente Blasco Ibáñez. Terminada la Primera Guerra Mundial, el sector entró en una etapa de crisis dominada por la adaptación de zarzuelas y los relatos de inspiración histórica que nada aportaron a una posible vanguardia o innovación. Durante esa época unos pocos realizadores evidenciaron estar bien dotados para el nuevo oficio: José Buchs, autor de La verbena de la Paloma, Florián Rey, director de La revoltosa y descubridor de la actriz y cantante Imperio Argentina, y Benito Perojo, realizador de Más allá de la muerte. En 1932 el cine español tuvo una vigorosa recuperación, fundamentalmente a partir de la incorporación del sonido. Carceleras, de Buchs, fue la primera película sonorizada producida en España y a ella le siguieron Morena Clara, de Rey, Rumbo a El Cairo, de Perojo, y La hija del penal, de Eduardo García Maroto, entre otras. El estallido de la Guerra Civil produjo, como era de esperar, un parón en la industria cinematográfica, que se recuperó lentamente hacia 1939. Instalado el franquismo en el poder, la producción se orientó fundamentalmente a las películas propagandísticas. Una de las primeras de este género fue Raza, cuyo guión fue escrito por el mismo general Franco (bajo seudónimo) y cuya dirección estuvo a cargo de Luis Sáenz de Heredia. En los años cuarenta el cine ideológico del régimen coexistió con producciones de consumo y diversión; se estrenaron musicales y comedias, aunque algunos directores de la antigua generación continuaron su carrera. De origen húngaro, Ladislas Vajda obtuvo con el rodaje de Marcelino pan y vino (1955) uno de los mayores éxitos comerciales del cine español hasta ese momento. La década de los cincuenta fue la que marcó el cambio de rumbo de la cinematografía española con la incorporación de una nueva generación.

Los realizadores noveles, que habían crecido en medio de la Guerra Civil y del autoritarismo franquista, aportaron una visión más aguda de su entorno y se dejaron influir por el neorrealismo italiano. De esta generación emanó el filme Bienvenido Míster Marshall, una disparatada sátira escrita por Juan Antonio Bardem y dirigida por Luis García Berlanga, que relata las esperanzas de los habitantes de un pequeño pueblo de España respecto a la llegada de las ayudas norteamericanas de los años cincuenta. La obra de Bardem como director continuó con las películas Cómicos (1953), Muerte de un ciclista (1955), Calle mayor (1956), Sonatas (1959), Los inocentes (1962), Nunca pasa nada (1963), El puente (1976) y Siete días de enero (1978). La producción de García Berlanga ha sido muy extensa y entre sus películas más importantes destacan Novio a la vista (1953), El verdugo (1963), la trilogía La escopeta nacional (1978), Patrimonio Nacional (1980) y Nacional III (1982) y Moros y cristianos (1988). La nueva generación de directores que comenzó a filmar en los años sesenta prolongó su producción durante la década siguiente. En los setenta destacan las obras de Jaime Camino (La vieja memoria), Víctor Erice (El espíritu de la colmena), Basilio Martín Patiño (Nueve cartas a Berta), Manuel Summers (Juguetes rotos), Vicente Aranda (Fata morgana), Gonzalo Suárez (Parranda) y Mario Camus (Los santos inocentes).

En los ochenta, tras la llegada de la democracia, se consolida la producción de directores como Jaime Chávarri (El desencanto), Manuel Gutiérrez Aragón (Maravillas), Pilar Miró (El crimen de Cuenca) y José Luis Garci (Volver a empezar), quien recibió el primer Oscar para España en 1983. Mención aparte merecen las prolíficas carreras cinematográficas de dos directores españoles de renombre internacional: Luis Buñuel y Carlos Saura. El primero, que dividió su producción entre España, Francia y México (donde se exilió durante la época franquista), fue un vanguardista y un verdadero renovador de las formas cinematográficas. Su amplia obra, que abarca medio siglo y que se inició dentro de la corriente surrealista, está integrada, en parte, por las películas Un perro andaluz (1929), La edad de oro (1930), Los olvidados (1950), La ilusión viaja en tranvía (1953), Viridiana (1961), El ángel exterminador (1962), Belle de jour (1966), Tristana (1969), Ese oscuro objeto del deseo (1977). Por su parte, la obra de Saura, que se inició en 1959 con Los golfos, evolucionó a través del análisis de los comportamientos de la burguesía bajo la dictadura de Franco. Destacan La caza (1965), Ana y los lobos (1972), La prima Angélica, Cría cuervos (1975), Elisa, vida mía (1977), la trilogía musical Bodas de sangre (1981), Carmen (1983) y El amor brujo (1986), Eldorado (1987) y ¡Ay Carmela! (1990). Los años ochenta llegaron a su fin con el aplastante éxito comercial conseguido por el director manchego Pedro Almodóvar. La tragicomedia urbana, protagonizada por personajes marginales a ritmo de boleros, fue la forma adoptada por este joven realizador que alcanzó reconocimiento internacional con películas como Matador (1986), La ley del deseo (1987), Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) y Átame (1989). Posteriormente comenzaron a destacar directores como Fernando Trueba, que realizó Belle Epoque (1993), ganadora del segundo oscar de la cinematografía española en 1994, Fernando Colomo y Emilio Martínez-Lázaro.

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