GEOGRAFÍA - PAÍSES: España - 8ª parte
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Geografía

PAÍSES

España - 8ª parte


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Geografía económica

a economía española ha sufrido importantes cambios a partir del momento en que fue recuperada la vida democrática en el país. La incorporación del Estado español a la CE (1986) y la reconversión industrial han sido los factores más determinantes en esos cambios y los que han diseñado, en gran medida, muchos de los aspectos económicos que hoy afectan a la población. En términos generales, la tendencia de los últimos años ha sido la de mejorar la infraestructura productiva y la de buscar una mayor integración de España en la economía mundial. Después de cinco años de importantes progresos (1985-1990), durante los que el Producto Nacional Bruto (PNB) creció a una tasa del 5 % anual y la economía española se convirtió en la octava del mundo y en la quinta de la Comunidad, España se adentró en una etapa de clara recesión, que algunos interpretan como el pago de su ingreso en la CE y otros como una consecuencia de los desajustes de la economía internacional. La modernización requerida para adquirir la condición de socio comunitario ha exigido al Gobierno español, entre otros aspectos, el diseño de un potente sistema impositivo que garantice parte de los ingresos necesarios para mantener su credibilidad ante la Comunidad. Paralelamente, se inició un proceso de privatización de las agencias estatales deficitarias, la última de las cuales fue la de Argentaria, que logró un alto interés entre los inversores.

En 1992 se modificó sustancialmente la legislación sobre subsidios de desempleo y se creó un nuevo tributo, el Impuesto de Actividades Económicas (IAE), que afecta en particular a los pequeños comerciantes. El crecimiento paulatino de la tasa de desocupación convirtió al paro en una de las preocupaciones sustanciales de la población española a comienzos de los años noventa. Mientras que, en 1982, había 1 872 000 trabajadores inscritos en las oficinas del Instituto Nacional de Empleo (Inem), en abril de 1993 la cifra se situaba en los 2 510 000. La distribución por Comunidades Autónomas de la población desocupada (primer trimestre de 1993) tenía como porcentaje máximo un 31,8 % en Andalucía y como mínimo un 14,8 % en Navarra y La Rioja. En junio del mismo año más de 1.600.000 personas paradas percibían prestaciones o subvenciones del Estado español, mientras que en 1982 sólo las recibían alrededor de 1.000.000. Otro elemento que influyó en la recesión iniciada en 1992 fue la reducción de las inversiones extranjeras.

Durante algunos años, los inversores extranjeros obtuvieron en España una buena rentabilidad, basada sobre todo en la contratación de mano de obra relativamente barata. Pero, después de los profundos cambios ocurridos en la Europa del Este, muchos inversores desviaron su atención hacia los antiguos países comunistas, en los que los costes resultaban aún más bajos. La política de austeridad y recortes impuesta desde las esferas del Gobierno se vio contrarrestada, además, por los cuantiosos gastos que acarrearon los acontecimientos de 1992: la celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona, la capitalidad cultural europea de Madrid, la Exposición Universal de Sevilla y la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América. No obstante, es necesario destacar el crecimiento que la economía española, y con ella la calidad de vida de su población, ha tenido en la última década. El consumo se incrementó considerablemente; mientras en 1982 se registraban 306,7 receptores de televisión por cada mil habitantes, en 1990 el número de aparatos era de 409,4. Pero, en los inicios de los años noventa esa situación comenzó a modificarse y casi todos los sectores de la economía se vieron afectados por la recesión; algunos, incluso, como el agrícola, entraron en la crisis más profunda de los últimos años. Aunque los suelos españoles no son muy propicios para la agricultura, hasta la década de los setenta España era considerado un país básicamente agrícola.

Agricultura

A partir de las transformaciones industriales iniciadas en la década de los sesenta el sector primario comenzó a perder peso progresivamente en el contexto económico nacional y vio descender el número de personas ocupadas en él. En 1950 el porcentaje de población activa que trabajaba en el campo se situaba en torno al 48,8 %, en 1982 había descendido al 15,6 % y en 1992 alcanzó la reducida cifra de 8,6 %. La década comprendida entre los años 1982 y 1992 dejó a las áreas rurales con un saldo negativo de 720 000 agricultores. Con los aportes de este sector a la riqueza nacional ha sucedido, en consecuencia, algo similar: en 1983, el campo proporcionaba el 6,5 % del producto interior bruto (PIB) y, en 1992, sólo representaba el 3,7 %.

Muchos son los factores que han colaborado en la dramática situación que ha de sobrellevar la agricultura. Algunos, como la escasez de agua, son endémicos del territorio español; otros tienen conexión con la caída internacional de los precios de los productos agrícolas y los restantes con la extendida red de intermediarios por la que circulan los productos que hace, en algunos casos, que éstos dupliquen o tripliquen su precio desde su salida del campo hasta su venta al consumidor. En España la escasez de precipitaciones y su heterogénea distribución (el 60 % de la lluvia cae en el 30 % del territorio) han obligado a recurrir al riego artificial. Más de 1.000 embalses han sido construidos en distintas regiones agrícolas a lo largo de la historia española. Uno de los más antiguos es la presa de Prosperina (Mérida), erigida en la época del emperador Trajano, y uno de los más nuevos es la presa de La Serena, también ubicada en la provincia de Badajoz. Entre las obras hidráulicas más ambiciosas destaca el trasvase Tajo-Segura, que riega las tierras del SE español, cuya longitud total es de 241 km. Actualmente, el 80 % del total del agua que se consume en España se destina a la agricultura, otro 14 % lo emplea la industria y sólo el 6 % tiene como fin abastecer a los centros urbanos. A pesar de ello, el agua sigue siendo insuficiente; en 1992, los agricultores españoles declararon unas pérdidas cercanas a los 300 000 millones de pesetas a causa de la sequía. Pero, los efectos del mal funcionamiento de la economía internacional también tienen su cuota de responsabilidad en la caída del campo español. La disminución de los precios internacionales de los productos agrícolas ha desencadenado la implantación de políticas de ayuda por parte del Gobierno español y de la CE que, no obstante, han resultado insuficientes para paliar la situación.

Desde que España ingresó en la CE las ayudas que recibía el campo se vieron multiplicadas por 16; mientras que en 1986 esos aportes sumaban unos 37.000 millones de pesetas, en 1992 llegaron casi a los 600.000 millones. La superficie total cultivada en España (sin considerar los cultivos forestales, los prados y los bosques) ocupa el 30,8 % del territorio, lo que equivale a 15 570 000 ha (incluyendo los archipiélagos Balear y Canario). Los cereales son los cultivos tradicionales y están sembrados fundamentalmente sobre terrenos de secano, que cubren la mayor parte del suelo. La práctica del cultivo cerealista se lleva a cabo mediante el procedimiento de «año y vez», que implica la alternancia de producción y barbecho, debido a la poca profundidad de la capa laborable y a la escasa humedad de los suelos. El trigo ha sido siempre el principal cereal cultivado, en cuanto a extensión de superficie y producción, aunque en los últimos años la cebada le ha restado protagonismo y se ha convertido en el más importante de estos productos agrícolas. El cultivo de trigo, que ocupa alrededor de 2.000.000 de ha, se extiende sobre la cuenca del Duero y las dos Castillas, así como por Andalucía, donde en 1989 cubría unas 550.000 ha, con 30.000 de regadío. También en las Comunidades Autónomas de Aragón y Navarra los rendimientos de trigo son satisfactorios.

La cebada es actualmente el cereal que más se produce en España y el que ocupa mayor superficie. Más de 4.000.000 de ha están cubiertas por las plantaciones de cebada, que tienen como principal destino el consumo interno para la alimentación de ganado y la fabricación de piensos. Aunque este cereal se cultiva en casi todo el territorio español, las regiones en las que predomina son Burgos, Sevilla, Córdoba, Salamanca, Zamora y Palencia. El arroz, que está localizado fundamentalmente en la zona mediterránea, posee un rendimiento muy elevado y algunas veces excedentario. Tan sólo 89 000 ha de la superficie nacional están sembradas con arroz, distribuidas entre Sevilla, Tarragona, Valencia, Badajoz y Huesca.

En el caso del maíz predomina el cultivo de regadío, concentrado fundamentalmente en el valle del Ebro, el valle del Guadalquivir y el Levante; el cultivo de secano cubre toda la fachada noroccidental de la Península. El mijo y el sorgo sólo ocupan unas 1 000 y 16 000 ha, respectivamente. La producción de leguminosas tiene un papel destacado dentro de la economía nacional. Las judías se cultivan fundamentalmente en el N (León y A Coruña) y son, entre las leguminosas, las que cubren mayor superficie; los garbanzos, aunque con un importante descenso en su rendimiento, destacan en Andalucía; guisantes, habas y lentejas completan la producción de este grupo de productos agrícolas.

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