GEOGRAFÍA - PAÍSES: España - 15ª parte

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Geografía

PAÍSES

España - 15ª parte


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Historia (continuación)

Edad Moderna

a entrada de España a la Edad Moderna estuvo determinada por el reinado de los Reyes Católicos (1479-1516). El matrimonio de Isabel I de Castilla con Fernando II de Aragón (1469) significó la unión de los dos reinos españoles más poderosos de la época y, con ella, se puso fin a las luchas civiles que se venían entablando hasta ese momento dentro de ambos reinos. Uno de los objetivos de los Reyes Católicos fue el de unificar el territorio español; para ello, Fernando logró anexionar el reino de Navarra (1512) e intentó también incorporar, aunque sin éxito, Portugal.

Después de la conquista del último reino taifa, el de Granada (1492), quedaron exterminados los dominios árabes del territorio español, a pesar de que se les permitió permanecer como pobladores. En el mismo año, Cristóbal Colón descubrió el continente americano (denominado entonces como las Indias), con lo que la Corona incorporó a su reino nuevos territorios de gran riqueza. Esta campaña marítima se completó con el avance por el Mediterráneo, que proporcionó las plazas de Milán y Nápoles, en Italia, así como parte del N de África. En cada una de las regiones que eran conquistadas se colocaba a un representante del monarca, el virrey. Pero, a pesar de ese gran despliegue territorial, la unidad de España era frágil debido a la diversidad de religiones, culturas y razas que convivían en ella. Por este motivo se implementaron medidas persecutorias que tenían como fin imponer la religión católica; en 1478 se había creado el tribunal de la Santa Inquisición, dirigido fundamentalmente contra los judíos conversos sospechosos.

En 1492 los judíos fueron expulsados en masa de España, lo que significó un grave quebranto para la economía de Castilla, ya que la mayoría de ellos eran comerciantes y banqueros. En 1502 un gran número de los árabes que permanecían todavía en territorio español, particularmente en Granada, se resistieron a convertirse al catolicismo y el rey Fernando decidió, asimismo, su expulsión de España. La potencia creada por los Reyes Católicos se hizo aún más fuerte con la coronación de Carlos I (V de Alemania), hijo de Juana la Loca (nieto de los Reyes Católicos) y de Felipe el Hermoso, heredero de los Habsburgo. Tras recibir en 1516 los dominios españoles, Carlos fue elegido en 1519 emperador de Alemania. Su reinado representó el período de máxima prosperidad económica del Imperio, así como la normalidad a nivel constitucional. Como emperador de Alemania debió luchar contra la Reforma protestante de los alemanes en su intento por lograr la unificación de sus territorios.

En 1556, momento en el que se produjo su abdicación, el Imperio quedó escindido entre su hijo Felipe II y su hermano Fernando; al primero le correspondieron los dominios españoles (España, Flandes, Italia y las Indias) y al segundo, el Imperio alemán. Bajo el reinado de Felipe II (1556-1598), quien fijó la capital del reino en la ciudad de Madrid, comenzaron a percibirse los primeros síntomas de una nueva crisis económica. El Estado se declaró varias veces en bancarrota y los impuestos sobre la población fueron aumentando paulatinamente. El centralismo se agudizó y la Inquisición recobró auge hasta el punto de que España se convirtió en el centro de la Contrarreforma; esto provocó importantes revueltas en Flandes, cuya población era calvinista. El resultado de estos enfrentamientos fue, años más tarde, la conquista de la independencia por parte de los Países Bajos, a través del Tratado de Westfalia (1648). En 1571 tuvo lugar la batalla de Lepanto, en la que los ejércitos españoles al mando de Juan de Austria, hermano bastardo del rey, vencieron a los turcos. Con la incorporación de Portugal a la Corona española (1580), Felipe II logró el momento de máxima hegemonía de su Imperio. Ocho años más tarde el monarca moría en el monasterio de El Escorial, que él mismo había mandado construir para conmemorar la victoria de la batalla de San Quintín (1557), en la que los ejércitos españoles vencieron a los franceses.

El reinado de Felipe III (1598-1621) cerró el período hegemónico fundamentado en la política matrimonial de los Reyes Católicos. Este monarca delegó sus responsabilidades gubernamentales en el duque de Lerma, primero, y en el duque de Osuna, después, con los que se aceleró la decadencia del Imperio. Al igual que Felipe III, su hijo y sucesor, Felipe IV, delegó también el poder en un valido, el conde-duque de Olivares. Sin embargo, Felipe IV no abandonó todas sus responsabilidades y durante el tiempo que duró su reinado (1621-1665) intentó recuperar la hegemonía de los Habsburgo. Para ello debió enfrentarse con Francia, que había iniciado una campaña de ampliación de sus fronteras europeas; España se vio obligada a ceder a su vecina el Rosellón, la Cerdaña y Artois. Paralelamente, y como consecuencia de la implantación de unos impuestos y contribuciones al ejército, Portugal obtuvo su independencia definitiva. Además, en Cataluña, Nápoles y Sicilia estallaron movimientos independentistas. De este modo comenzó la disgregación del Imperio. Carlos II (1665-1700) fue el último monarca español de la casa de Austria; el aspecto principal de su reinado estuvo determinado por la ausencia de un sucesor. Tras su muerte, el trono fue ocupado por Felipe, nieto de Luis XIV. Pero, esta decisión no dejó conforme al archiduque de Austria, por lo que dio comienzo la Guerra de Sucesión (1700-1714), en la que la mayoría de los países de Europa se unieron contra España y Francia al tiempo que proclamaban rey de España al mismo archiduque. Por los tratados de Utrecht y de Rastadt (1713-1714) se puso fin al conflicto: Austria recibió el imperio europeo español (Luxemburgo, Milán y Nápoles) y Felipe V inauguró la era de los Borbones en España, estado que quedó reducido aproximadamente a sus actuales límites.

Con la llegada de los Borbones se introdujo en la Península una nueva forma de gobierno, el despotismo ilustrado. Este sistema conllevó profundos cambios orientados, unos hacia la liquidación del régimen de los Habsburgo y otros hacia la resolución de graves problemas internos que habían hecho perder la potencialidad de España. El territorio quedó dividido en provincias, gobernadas por un capitán general y una Audiencia, bajo el dominio militar, político y cultural de Castilla. La Corona de Aragón perdió sus privilegios como consecuencia del apoyo dado al candidato austríaco durante la Guerra de Sucesión. El sistema tributario sufrió profundas transformaciones, se crearon los catastros y la burguesía alcanzó un gran desarrollo al iniciarse la industrialización. El primer responsable de estos cambios fue Felipe V (1700-1746), quien, entre otras decisiones, impuso la obligatoriedad del castellano en documentos y actuaciones públicas. Durante su reinado se firmaron los Pactos de Familia con Francia que permitieron restablecer la influencia española en Italia (Nápoles y Sicilia). Por medio de estos tratados familiares España participó, además, en la Guerra de Sucesión de Austria. El sucesor de Felipe V fue su hijo Fernando VI. Preocupado por mantener la tranquilidad en la ruta marítima hacia América, este monarca puso especial énfasis en la creación de una importante flota marina y, paralelamente, mejoró las vías de comunicación dentro del territorio español. A su muerte, el trono de España fue ocupado por un hermano suyo, Carlos III (1759-1788), hasta entonces rey de Nápoles y Sicilia. El lema «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo» impregnó el reinado de este Borbón, que se caracterizó también por dar a España un destacado desarrollo económico, así como un gran prestigio en el extranjero.

Carlos III, el Borbón más representativo del despotismo ilustrado, decretó la libertad de comercio con América, restringió los mayorazgos, favoreció a la burguesía y realizó grandes construcciones en todo el país; asimismo planificó y urbanizó la ciudad de Madrid. Los colaboradores más directos de este rey fueron el conde de Aranda, el conde de Floridablanca, el conde de Campomanes y Gaspar Melchor de Jovellanos. Con la llegada de Carlos IV al trono de España (1788-1808) los logros del despotismo ilustrado entraron en crisis. El proceso revolucionario que se había iniciado entonces en Francia tuvo directas repercusiones sobre España; la Revolución Francesa alertó a las clases privilegiadas y la minoría ilustrada, que había tenido un enorme peso en la corte de Carlos III, comenzó a perder su poder poco a poco y a ser apartada de los círculos del nuevo monarca. Tras la destitución de Floridablanca de su cargo de primer ministro, el conde de Aranda ocupó su lugar para ser sustituido posteriormente por Manuel Godoy, un joven extremeño protegido de la reina María Luisa. Los desaciertos de Godoy en política exterior hicieron que España perdiera Santo Domingo, Trinidad, Luisiana y, por último, que fracasara desastrosamente contra los ingleses en la batalla de Trafalgar (1805), en la que el reino de España perdió su flota.

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