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AERONÁUTICA
Ramas de la aviación - 7ª parte
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La aviación militar (continuación)
Desde sus comienzos hasta 1918
omo ya se dijo, los hermanos estadounidenses Wilbur y Orville Wright realizaron el primer vuelo con una aeronave más pesada que el aire equipada con un motor de explosión. Sucedió este hecho el 17 de diciembre de 1903.
Se trataba de una fecha histórica para la aeronáutica, a partir de la cual continuaron numerosos investigadores, tanto en América como en Europa, especialmente franceses y alemanes, probando todo tipo de modelos biplanos y monoplanos.
Wilbur Wright pilotando uno de sus biplanos sobre el campo italiano de Centocelle el 26 de abril de 1909
En poco más de cinco años Europa tomó el liderazgo, los gobiernos apoyaban vivamente la investigación aeronáutica mediante financiación de programas, adquisición de aviones, convocatoria de campeonatos, creación de fundaciones, etc. Entre todas estas actividades, se encontraba también la creación de las primeras unidades aéreas expresamente militares.
Evaluación de la nueva arma aérea
En Alemania, mientras el conde Ferdinand von Zeppelin construía sus famosos dirigibles en su factoría de Ludwigshafen, su gobierno evaluaba el potencial que las nuevas aeronaves más pesadas que el aire, y sobre todo más rápidas, tenían para los reconocimientos aéreos, así como su posible capacidad de transporte para realizar bombardeos desde el aire. No obstante, los dirigibles aún continuaban siendo las naves preferidas por estar suficientemente probada su operatividad, mientras que los aviones no dejaban de ser naves experimentales que todavía no calaban como futura arma de guerra en la mayoría de los altos mandos militares.
El dirigible, al comienzo de la guerra, todavía era la nave preferida por su ya probada operatividad. En la foto: el Zeppelin L-31 sobrevolando el acorazado Helgoland
Con el inicio de la Primera Guerra Mundial, en agosto de 1914, algunos aviadores pudieron demostrar la operatividad de este nuevo medio, y su eficacia para la observación y exploración aérea, pero aún había que vencer las reticencias de los altos mandos militares, que todavía estaban sujetos a todo lo aprendido sobre las tácticas militares practicadas hasta entonces, en que la guerra se hacía obligadamente en tierra y mar.
Los primeros aviones de reconocimiento
Los primeros aviones utilizados por ambos bandos durante la primera contienda mundial llevaban dos plazas, el acompañante del piloto hacía de vigía para visualizar el punto en donde caían las bombas que lanzaba la artillería de tierra. Por parte de la RAE británica se fabricaron dos modelos con hélice de "empuje" los BE2 y FE2, que tenían el motor detrás de los asientos. Por parte alemana se construyeron los primeros Aviatiks y Rumplers.
Simultáneamente, las marinas experimentaban el embarque de aviones. Ya en 1910, la escuela de vuelo de Glenn Curtiss hacía los primeras pruebas aeronavales para la US Navy. El 14 de noviembre de 1910 un biplano Curtiss embarcado a bordo del Birmingham pilotado por Eugene Ely, consiguió despegar en sólo 17 metros de cubierta, y aunque tocó el agua con las aspas pudo llevar el aparato hasta la costa, en donde aterrizó. Acababa de nacer la aviación naval embarcada.
Campo de North Island, donde se encontraba instalada la escuela de vuelo de Glenn Curtiss
Los aviones utilizados en la guerra eran invulnerables a los ataques desde tierra cuando alcanzaban gran altura, y podían visualizar con toda comodidad las operaciones de retaguardia enemiga sin sufrir daño alguno, de hecho, los aviadores de ambos bandos incluso se saludaban en el aire conscientes de que eran pioneros en su actividad. Esta atípica camaradería no duraría mucho tiempo.
Los primeros aviones de combate aéreo
La invulnerabilidad de los aviones de reconocimiento era insostenible cuando comenzaron las guerras de trincheras, y se hizo necesario crear las primeras unidades de combate aéreo, algunos aviones comenzaron a ser dotados de ametralladoras y los duelos en el aire se iniciaron con toda la seriedad que exigía la guerra y no con menor crudeza. Se puede decir que el Fokker E-2 alemán inauguró el combate aéreo; la ametralladora de esta aeronave sincronizaba sus disparos con el movimiento de la hélice, con objeto de que la munición pasara entre sus aspas.
El control del espacio aéreo sobre las trincheras durante la Primera Guerra Mundial dio un empuje decisivo a la nueva modalidad de lucha, el combate aéreo. Como resultado de las investigaciones en armamento destinado a este campo, se manifestaron avances técnicos importantes, no sólo en armas para su ubicación a bordo de los primeros cazas, sino también en los diseños de las aeronaves con objeto de adaptarlos a la contienda aérea. Algunas aeronaves se hicieron muy famosas en 1918 por sus cualidades en el combate aéreo, tales como el Fokker D-VII alemán, el Sopwith Camel F1 británico y el Nieuport, o el Spad 13 francés, que podían volar a altitudes superiores a los 6.000 metros y velocidades de 200 km. por hora. En cuestión de meses se manifestaban nuevos liderazgos tecnológicos en uno u otro bando, que eran llevados rápidamente al campo de batalla aéreo.
Ilustración del Sopwith Camel F1 británico, con algunas modificaciones estructurales para su adaptación como hidro
Los pilotos que participaban en los combates aéreos comenzaron a ser admirados por sus acciones. Algunos de ellos fueron realmente famosos y sus hazañas incluso llevados mucho después al cine bélico. Cabe destacar algunos nombres por sus numerosas victorias: el alemán Meandred von Richthofen, más conocido como el "Barón Rojo", fallecido antes de finalizar la guerra, y el también alemán Ernst Udet; el francés René Fonck, único que consiguió sobrevivir a la guerra con más victorias; el británico Edward Mick Mannock; el canadiense Billy Bishop; y el estadounidense Edward V. Rickenbacker.
A pesar de que el centro de atención del público estaba en situado sobre las acciones de los valerosos pilotos que luchaban en el aire, no eran éstas las únicas actividades arriesgadas que llevaba a cabo la aviación. Muchas intervenciones consistían en reconocer y localizar la artillería enemiga, lo que suponía igualmente grandes riesgos para los pilotos que las llevaban a cabo.