INVENTOS E INVENTORES: Historia de los inventos: El mundo secreto del átomo - 12ª parte
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Inventos e inventores

HISTORIA DE LOS INVENTOS

Fuente: Revista "Sucesos"

El mundo secreto del átomo - 12ª parte


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Benjamin Franklin (continuación)

i en 1747 había explicado la descarga eléctrica de la botella de Leyden por el restablecimiento del equilibrio entre la electricidad opuesta que reside en sus dos partes, y por las leyes de la electricidad positiva y de la negativa las diferencias entre la electricidad vítrea y la resinosa, ahora explicó el rayo por la electricidad, y conjeturó que las auroras boreales provenían de descargas eléctricas operadas en las regiones elevadas de la atmósfera, donde el aire, por su menor densidad, daba a la electricidad una extensión más laminosa. Sacando aplicaciones útiles de su descubrimiento inventó el pararrayos, aconsejando que se usara para librar de los efectos eléctricos a los navíos, las casas y los monumentos públicos.

Pronto su fama llenó el mundo. Fothergill publicó en Londres el tratado en que Franklin contaba sus experiencias, y la obra, traducida al francés, latín, alemán e italiano produjo una revolución en Europa. Las ideas del norteamericano, aceptadas universalmente, formaron un sistema que se denominó frankliniano; su autor recibió una medalla de la Sociedad Real de Londres, que le nombró uno de sus individuos sin exigirle pago alguno; las Universidades escocesas de San Andrés y Edimburgo, y la inglesa de Oxford, le confirieron el grado de Doctor, y, en suma, las principales sociedades científicas de Europa le admitieron en su seno. A la gloria científica unió Franklin la de libertador de su patria. Siempre defendió con entusiasmo los derechos de las colonias angloamericanas contra los abusos de la metrópoli.

Diputado del Congreso de Albani, reunido para acordar medios de defensa comunes a todas las colonias, propuso a éste, que lo adoptó, un plan que confiaba el gobierno de cada provincia a un gobernador nombrado por la corona, y a un Gran Consejo elegido por las Asambleas provinciales y encargado de aprobar y repartir los impuestos que exigieran las necesidades de cada comarca.

Rechazado el plan por la Cámara de los Comunes, que lo juzgó democrático en exceso, y por las Asambleas provinciales, a las que pareció demasiado favorable a la prerrogativa real, Franklin, que en 1751 había tomado asiento en la Asamblea de Pennsylvania, y a quien procuró ganar el gobierno de la Gran Bretaña concediéndole el lucrativo empleo de administrador general de postas, adelantó una suma cuantiosa para los gastos de la expedición de Braddock, aunque había previsto su fracaso, que hubiera sido menor si el citado general no olvidara los consejos de Benjamín.

Logró la aprobación de un bill para establecer una milicia voluntaria, y habiéndosele confiado una comisión de comandante organizó un cuerpo de quinientos hombres, y a los cincuenta años de edad, soportando los rigores del mes de enero (1756), vivaqueó sin miedo a las nieves ni a la lluvia, que no faltaron, fue a la vez general e ingeniero, y protegió con eficacia a la colonia contra las invasiones de los salvajes. Nombrado coronel a su regreso, perdió su grado en virtud de un acuerdo general de la metrópoli.

Trasladóse a Inglaterra en 1757, como representante de la Asamblea provincial de Pennsylvania, para defender los intereses de este país contra los herederos de Penn, que pretendían sustraerse al pago de las 10.000 libras esterlinas votadas por dicha Asamblea provincial para el servicio del rey. En apoyo de la causa de sus representados publicó (1759) una obra importante intitulada Revista histórica, que probó la justicia de sus pretensiones, y los propietarios hubieron de aceptar una transacción equitativa. Franklin fue también agente de las provincias de Massachusetts, Marylan y Georgia y en Inglaterra trabó amistad con los hombres más distinguidos de varias naciones, manteniendo después con ellos una correspondencia en que dejó galanas muestras de la cultura de su espíritu y la viveza de su fantasía.

Volvió al Nuevo Mundo en la primavera de 1762, pero dos años más tarde la Asamblea provincial de Pennsylvania le envió de nuevo a Londres para que se opusiera a los proyectos del gabinete británico. Realmente Benjamín, en este tiempo, era de hecho el representante de un gran pueblo. En Inglaterra se opuso a la adopción del acta del timbre, y desde la admisión de la misma (1765) hasta su revocación (1766) trabajó sin descanso para probar que aquella medida era ilegal e impolítica.

Acordóse que sufriera un interrogatorio relativo a este asunto ante la Cámara de los Comunes, y el acto se llevó a cabo en 3 de febrero de 1766. La firmeza, precisión y facilidad de sus respuestas; el tono sencillo y ligeramente sarcástico de su palabra; sus variados, extensos y luminosos informes acerca del Comercio, Hacienda y Política, hicieron inevitable la expresada derogación, y como al año siguiente la metrópoli dictase otras medidas, opuestas a los intereses que le estaban confiados, Franklin anunció públicamente en la Gran Bretaña que las consecuencias de semejantes disposiciones serían una resistencia general y la independencia de las colonias.

Nada omitió para ilustrar a la opinión pública inglesa, para contener al gobierno e imponer a su patria moderación, paciencia, unión y constancia, y guardando todos los respetos debidos al gobierno británico proclamó los derechos, justificó los procedimientos y excitó el valor de sus compatriotas. No ignoraba que por esta conducta era igualmente sospechoso a ingleses y americanos, mas perseveró en ella. En 1772 envió a sus amigos de Boston cartas confidenciales que a sus manos habían llegado, y que probaban que las medidas violentas adoptadas por la Gran Bretaña eran aconsejadas por Hutchinson, gobernador del estado de Massachusetts, por Olivier, lugarteniente general, y por otros hombres de América. Estas cartas causaron profunda impresión así en las colonias como en la metrópoli.

El estado de Massachusetts dirigió al rey una petición con tal motivo; Franklin confesó la transacción por la que había adquirido aquellos papeles de Estado, pero se negó a descubrir los nombres de las personas que se los habían entregado. Objeto del odio y los sarcasmos de la nación inglesa, sostuvo la lucha con tanto valor como talento, y dio brillantes muestras del último en sus escritos satíricos titulados Edicto prusiano y Regla para hacer de un gran Imperio uno pequeño. Calificado de ladrón y asesino por Wendderburn, luego lord Longhborough, en una sesión del Consejo privado, a la que asistía Franklin, dedicada a discutir la petición de la Asamblea de Massachusetts, por Franklin presentada al Ministerio, oyó aquellas injurias sin inmutarse y se retiró en silencio. Destituido al día siguiente del empleo de director general de postas, tratóse después de comprarle, ofreciéndole honores y recompensas; mas permaneció inaccesible a la corrupción como había sido sordo a las amenazas.

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