INVENTOS E INVENTORES: Historia de los inventos: El mundo secreto del átomo - 2ª parte
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Inventos e inventores

HISTORIA DE LOS INVENTOS

Fuente: Revista "Sucesos"

El mundo secreto del átomo - 2ª parte


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La pista reiniciada (continuación)

aso a paso, con avances y retrocesos, fueron los hombres de ciencia aproximándose a la verdad: o al menos a lo que hoy tenemos por verdad. Si no era la forma lo que determinaba que los átomos dieran origen a uno u otro compuesto, ¿cuál era entonces su atributo capaz de explicar la diversidad de elementos químicos? La pregunta, provocada por el impacto de la teoría de Newton, atormentó angustiosamente a los pensadores de la época, hasta que el hijo de un modesto tejedor inglés apareció con una respuesta clara.

Fue John Dalton, quien, a principios del siglo XIX, sentó las bases para el atomismo moderno, al señalar que los átomos tienen diversos pesos, según su especie, y que estos pesos se mantienen en los compuestos. El profesor Desiderio Papp dice al respecto:

"Dalton admitió que cada elemento químico posee su propia especie de átomo, con un peso característico y diferente del de los demás elementos. Dotar a cada especie de átomo con un peso determinado fue su idea maestra, y de ella emanan todas las proposiciones de su teoría. Dalton reconoce que el peso característico es un atributo que los átomos no pueden cambiar, por violentas que sean las reacciones químicas en que participen."

En otras palabras, una misma cantidad de agua tendrá siempre el mismo peso de hidrógeno y el mismo peso de oxígeno. O, en otras palabras los mismos pesos de oxígeno e de hidrógeno determinarán siempre la misma cantidad de agua.

Muy pronto el francés Joseph Gay Lussac y el italiano Amedeo Avogadro apoyaron con sus estudios, aunque sin proponérselo, el postulado de Dalton, quien, dicho sea de paso, aunque hosco y tosco en su persona, fue en la actividad científica tan prolífico como un lepórido: enseñó física y matemáticas, publicó ensayos meteorológicos, hizo clases particulares de química, se interesó en la lingüística, compuso una gramática inglesa, investigó los gases y vapores, y estudió y describió la anomalía de la visión de los colores que hoy, en su memoria, se conoce con el nombre de "daltonismo".

Dalton era ciego para los colores no distinguía el rojo del verde, ni el azul del amarillo, ni otras variaciones cromáticas. No pudo darse cuenta cabal de su defecto hasta los veintiséis años, luego de algunos incidentes embarazosos. Investigó su mal y presentó un informe a la Sociedad Literaria y Filosófica de Manchester, a la cual habitualmente comunicaba sus trabajos. Hoy se ha comprobado que la explicación que dio era infundada, pero la anomalía continúa siendo llamada "daltonismo".

El camino hacia adelante

Las intuiciones de los grandes pensadores, las investigaciones y algunas experiencias de laboratorio configuraron hacia el siglo XVIII una imagen del átomo que podría resumirse así: Se trata de una esferilla homogénea, como quien dijera "de una pieza", compacta, sin vacíos, indestructible, indivisible, inerte.

Nada más lejos de la realidad, sin embargo. Pero todos los conceptos formados hasta ese instante, aunque erróneos, constituían pasos por el camino hacia adelante, ya que habían alejado a los hombres de ciencia de ominosas oscuridades, fogueándolos en la investigación. La inteligencia quedaba armada con todas sus preguntas inagotables.

Hoy sabemos que el átomo no es una esferilla homogénea, sino un mecanismo complejo, con un núcleo central en torno al cual giran uno o más electrones. Tampoco es lleno y duro, sino una configuración asombrosamente vacía, estando la casi totalidad de su masa concentrada en el núcleo, cuyo diámetro es una cien mil veces más reducido que el del átomo mismo.

Por otra parte, los átomos han dejado de ser insecables, o indivisibles: ha sido posible desintegrarlos, y en las substancias radiactivas se desintegran ellos mismos en el curso de espontáneas explosiones. Lejos de ser, como creía Dalton, glóbulos inertes, encierran en sus núcleos prodigiosas cantidades de energía. Llegar a este nivel de conocimientos implica una asombrosa hazaña científica, cuya gesta se inicia a fines del siglo pasado, con el descubrimiento de los rayos X, que pone la primera piedra en la gigantesca obra que llega hasta la liberación de la energía atómica.

Los rayos desconocidos

Tenía cincuenta años de edad el doctor Wilhelm Konrad Roentgen cuando decidió estudiar algunos problemas que le preocupaban desde hacía tiempo.

ROENTGEN. Descubridor de los rayos X. Luego que hizo su primera observación, hubo que llevarle un lecho y la comida al laboratorio
ROENTGEN. Descubridor de los rayos X. Luego que hizo su primera observación, hubo que llevarle un lecho y la comida al laboratorio. Envío copias de las primeras fotografías de rayos X junto con los saludos de Año Nuevo de 1896

Su vida accidentada le había restado oportunidades más tempranas. Nacido en Alemania, debió emigrar a Holanda, donde adquirió nacionalidad holandesa. Hizo estudios secundarios con algunos tropiezos, fue expulsado de la Escuela Técnica de Utrecht, y se le cerraron las puertas universitarias. Un amigo le consiguió de gracia el ingreso en la Universidad de Zurich, donde se recibió como ingeniero mecánico, a los veintitrés años de edad.

Más tarde se doctoró en filosofía, pero durante largo tiempo le atrajeron más el alpinismo y los cantos, al compás de un vaso de cerveza, en las tabernas suizas, entre las cuales su preferida era una denominada "Zum grünen Glass". Terminó casándose con la hija del tabernero, luego de haber obtenido él una plaza como ayudante de física de la Universidad de Wurzburgo.

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