Inventos e inventores
HISTORIA DE LOS INVENTOS
Fuente: Revista "Sucesos"
El mundo secreto del átomo - 11ª parte
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Benjamin Franklin (continuación)
ctivo, virtuoso, ordenado, hizo prosperar rápidamente su empresa; imprimió el papel-moneda de Pennsylvania y los documentos del gobierno de New-Castle, y animado por sus primeros triunfos acometió empresas que le enriquecieron, a la vez que aumentaron el bienestar material y la cultura intelectual de su país.
En efecto, dotó a las colonias inglesas de periódicos, almanaques y fábricas de papel, instrumentos de civilización allí desconocidos; fundó por suscripción en Filadelfia la primera biblioteca común, la primera sociedad académica y el primer hospital; enseñó a sus compatriotas el uso de estufas económicas, el empedrado y barrido de las calles y el alumbrado de las mismas por la noche, y desarrolló sus ideas de utilidad práctica en su Gaceta y en sus famosos almanaques, publicados desde 1732 bajo el nombre de Ricardo Saunders, y que sé cuentan entre los mejores libros de moral práctica escritos en todo tiempo.
El autor resume sus lecciones en admirables máximas y proverbios, tan ingeniosos como bellos. He aquí dos que dan completa idea del carácter de Franklin:
“La pereza camina tan lentamente, que pronto es alcanzada por la pobreza”.
“El segundo vicio es mentir, el primero adquirir deudas. La mentira va a caballo de la deuda.”
Franklin practicaba escrupulosamente la moral que a los demás enseñaba. Había corregido las que llamó erratas de su juventud; restituyó a Vernon la cantidad que le debía, agregando al capital los intereses; se reconcilió con su hermano Jacobo; dio a un hijo de éste una colección completa de caracteres nuevos, y casó (1730) con miss Read, cuyo primer matrimonio había sido anulado.
Sintiéndose feliz, quiso enseñar a otros el arte de la felicidad que da la buena conducta, y se propuso escribir, con el título de Arte de la virtud, una obra en la que había de demostrar que cuantos quisieran ser dichosos, aun en este mundo, están interesados en ser virtuosos. Confirmó esta opinión con los años, y en los últimos de su vida decía que la moral es el único cálculo razonable para la felicidad particular y el único fundamento de la felicidad pública, agregando que si los pícaros supieran todas las ventajas de la virtud, se harían honrados por picardía. No es posible señalar todos los pasos que dio en el camino de su perfección moral, de la fortuna y los honores públicos. Su industria, su actividad, su inteligencia, sus planes para mejorar la situación de la colonia e introducir un sistema más perfecto de educación, sus servicios Municipales, fueron premiados con el amor de todos sus conciudadanos.
El gobernador y el Consejo le consultaban en los asuntos importantes, y bien pronto fue elegido individuo de la Asamblea provincial de Pennsylvania. Para desempeñar dignamente las funciones públicas comenzó sin maestro, a la edad de treinta y siete años, el estudio del francés, italiano, español y latín. Dotado de una atención vigorosa y una memoria fidelísima, no olvidaba nada de lo que tenía interés en aprender y retener. Poseía, sobre todo, como ha dicho Mignet, el espíritu de observación y conclusión:
“Observar le conducía a descubrir; concluir a aplicar. Atravesaba el Océano, hacía experiencias acerca de la temperatura de las aguas, y demostraba que, en la misma latitud, la de su corriente era mas elevada que la de su parte inmóvil. Daba así a los marinos un medio fácil de conocer si se hallaban en el paso mismo de esta obscura corriente del mar, a fin de continuar en ella o dejarla, según que acelerase ó contrariara la marcha de sus naves. Oía los sonidos producidos por copas puestas en vibración, y notaba que estos sonidos eran distintos según la masa del cristal y la relación de éste con su capacidad, su boca y su contenido. De estas observaciones resultaba un instrumento musical, y Franklin inventaba la armónica. Examinaba la pérdida de calor que se escapaba por la abertura de las chimeneas y la acumulación sofocante de calor producida en una estufa cerrada, y de este doble examen, combinando juntamente estos dos medios de calefacción, sacaba una chimenea tan económica como una estufa, y una estufa abierta como una chimenea. Esta estufa en forma de chimenea fue generalmente adoptada, y Franklin rehusó una patente para venderla él solo.”
Pero su más glorioso e importante descubrimiento fue el de la naturaleza del rayo y las leyes de la electricidad. Habiendo ido a Boston en 1746, el año mismo en que descubrió Muschenbroeck la famosa botella de Leyden y sus curiosos fenómenos, asistió a las experiencias eléctricas imperfectamente ejecutadas por el Doctor Spence.
De regreso en Filadelfia, la Biblioteca que había fundado recibió un tubo de cristal, enviado por Collinson, individuo de la Sociedad Real de Londres, con instrucciones para usarlo. Franklin renovó las experiencias que había visto; realizó otras; fabricó con más perfección las máquinas que necesitaba; construyó la primera batería eléctrica, con la que obtuvo efectos superiores a los conocidos; notó que los cuerpos terminados en punta atraían la electricidad; afirmó que esta materia era un fluido esparcido en todos los cuerpos, pero en estado latente, que se acumulaba en algunos donde había de más y abandonaba otros en los que había de menos, y que la descarga con chispa no era otra cosa más que el restablecimiento del equilibrio entre ambas electricidades, a las que respectivamente dio los nombres de positiva y negativa. En seguida concluyó la identidad de la electricidad y el rayo, y para convertir esta hipótesis en verdad comprobada se propuso elevar sobre una torre en construcción, de Filadelfia, una barra puntiaguda, con el objeto de ver si atraía chispas; mas no tuvo paciencia para verla concluida.
Construyó una cometa formada por dos bastones revestidos de seda. Armó el bastón longitudinal con una punta de hierro en su extremo más elevado; ató a la cometa una cuerda de cáñamo, terminada por un cordón de seda, y en el punto de unión del cáñamo, que era conductor de la electricidad, y del cordón de seda, que no lo era, puso una llave, donde la electricidad debía acumularse y anunciar por chispas su presencia. Dispuesto el aparato, se trasladó a un campo en día de tormenta; la cometa fue lanzada a los aires por su hijo, que la retuvo por el cordón de seda, y él, a cierta distancia, observó con ansiedad. Pasó algún tiempo sin que viera nada, y creyó haberse equivocado; pero de repente corrió hacia la cometa (junio de 1752), acercó su dedo a la llave, saltó una chispa y recibió una fuerte conmoción que pudo matarle y que le transportó de júbilo: quedaba demostrada la identidad del rayo y la materia eléctrica.