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La pintura barroca y sus escuelas (continuación)

a otra corriente que se desarrolló a lo largo del siglo XVII no resultó tan renovadora al mantener sus gustos estéticos más próximos al clasicismo, no obstante, sus obras mantuvieron un fuerte interés por el realismo, por el movimiento y por los valores decorativos efectistas. Todo ello dio lugar a una pintura de temática mitológica y alegórica de colorido brillante como la de los pintores de la familia Carracci, sobre todo Anibale Carracci, o a las decoraciones de bóvedas con representaciones de fantásticas perspectivas que anulaban la curvatura de sus soportes, de pintores como Pietro de Cortona o Andrea Pozzo.

La repercusión de esta corriente clasicista y decorativa se dejó sentir con particular intensidad en Francia, donde las cortes absolutistas aceptaron mejor el color y la fantasía que el tenebrismo. Allí destacaron las representaciones mitológicas de Poussin y el clasicismo sereno de los paisajes de Claudio de Lorena.

Más interés ofrece la pintura barroca de los Países Bajos, que se manifestó en las denominadas escuela flamenca y escuela holandesa. Las características de la pintura de estas escuelas fueron fiel reflejo de las condiciones socio-políticas de Bélgica, católica y vinculada a España, y Holanda, protestante y república independiente.

La escuela flamenca desarrolló una pintura religiosa y mitológica, con frecuencia, de gran tamaño, cuyo destino eran los altares de las iglesias o las mansiones de la nobleza; y, junto a ella, un tipo de retrato grandilocuente que pretende ennoblecer al modelo.

La escuela holandesa, por el contrario, cuya clientela mayoritaria fue la creciente burguesía de negocios del país, realizó obras de pequeño tamaño con escenas domésticas, cuadros de interiores, paisajes y bodegones tratados con un profundo realismo; la pintura religiosa se limita a temas bíblicos (la lectura de la Biblia es una actividad religiosa típicamente protestante) y desaparece casi por completo la temática mitológica.

Simplificando el análisis, podría decirse que, mientras la sociedad belga, católica y nobiliar, necesitó del idealismo mitológico y del dramatismo religioso, la sociedad holandesa, protestante y burguesa, prefirió el realismo de lo cotidiano y la descripción bíblica de lo religioso.

Las Tres Gracias, de Rubens

Entre los pintores flamencos destacó la figura de Peter Paulus Rubens (1577-1640), pintor viajero y buen conocedor de casi toda la pintura de su tiempo, admiró a Miguel Angel, a Caravaggio y a Tiziano. Pintó ayudado por los miembros de su taller, lo que explica su gran producción.

Con una portentosa imaginación, unida a una gran vitalidad personal, Rubens ofrece una pintura colorista y dinámica en la que dominan los tonos cálidos y el gusto por los desnudos, cargados de una sensualidad carnosa y hasta gruesa en las figuras femeninas. Rubens, que trabajó casi todos los géneros, destaca sobre todo por sus cuadros de temática mitológica (Las Tres Gracias, El Juicio de París, La vía Láctea, etc.) y por los religiosos (El descendimiento, La adoración de los Reyes, etc.), aunque también fue un gran retratista.

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