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El arte barroco español (continuación)

La pintura (continuación)

Velázquez

iego Rodríguez de Silva y Velázquez (Sevilla 1599 - Madrid 1660) fue el más grande pintor del llamado Siglo de Oro de la pintura española y uno de los maestros de la pintura universal; pero, a pesar de su grandeza, son pocos los detalles que se conocen de su vida.

Al parecer, fue un hombre metódico y de costumbres sencillas, para el que los sucesos más importantes de su vida debieron ser los que marcaron su obra. A los 24 años se trasladó a Madrid a instancias de su paisano, el Conde Duque de Olivares, que le facilitó la entrada en la corte. Instalada su casa y su taller en el Palacio Real, Velázquez llegaría a mantener una profunda amistad con Felipe IV. En 1629 realizó su primer viaje a Italia, por su deseo de conocer la obra más influyente de su tiempo.

De 1630 a 1649 se produce lo que se ha llamado la segunda etapa madrileña, época en la que el pintor trabaja intensamente. En 1649, y tras insistir al monarca (Felipe IV), Velázquez logra realizar un nuevo viaje a Italia, a donde va con el encargo oficial de comprar obras de arte para la colección real. En esta segunda ocasión, el sevillano dilata su estancia hasta 1651 y pinta algunas obras en Italia. Con su regreso a la corte se abre la tercera etapa madrileña, y última en la vida del pintor.

En los nueve años que transcurrieron hasta 1660 Velázquez realizó algunas de sus más geniales obras, como Las Meninas y Las Hilanderas y recibió de su monarca el nombramiento para desempeñar diferentes cargos palaciegos que dignificaban su persona, pero que también le impedían pintar. Uno de sus cargos, el de aposentador mayor, le obligó a preparar parte de los actos de la boda de la infanta María Teresa con Luis XIV de Francia, que se celebró en Fuenterrabía en 1660. Poco tiempo después de su regreso a Madrid, el 6 de agosto, Velázquez murió.

La producción artística de Velázquez fue limitada y la calidad de sus obras fue mejorando lentamente, pues a pesar de que técnicamente logró niveles de perfección desde muy joven, su capacidad compositiva y su genio para plasmar, en lo que se ha denominado la perspectiva aérea, el propio aire, el ambiente, fueron llegando poco a poco. Sus obras más logradas están llenas de sutilezas, a pesar de que fue un pintor que trabajó "alla prima", es decir, que realizaba sus cuadros sin bocetos previos en el lienzo, lo que da una idea de su dominio del dibujo y del espacio.

Su obra abarcó temáticas muy diversas, pero predominó el retrato, ya que, como pintor de cámara, los retratos de la familia real fueron una de sus principales obligaciones. Entre ellos destacan los de los infantes niños.

Junto al retrato realizó algunos mitológicos que, con un tratamiento realista, alcanzaron gran belleza (Fragua de Vulcano, Venus del espejo, Las Hilanderas). Su realismo naturalista propiamente barroco quedó más claramente plasmado en los retratos de bufones (Don Sebastián de Mora).

Los paisajes fueron escasos, aunque muchos retratos reales tienen como fondo el paisaje de las sierras madrileñas. No obstante, en Italia pintó dos pequeños cuadros que anuncian la pincelada suelta del futuro impresionismo. El tema religioso fue escasamente trabajado por Velázquez, así como el histórico, con el que sólo realizó un cuadro (La rendición de Breda). De todos modos, la obra cumbre velazqueña fue un retrato de grupo: Las Meninas.

Las Meninas, de Velázquez

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