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Lengua
LINGÜÍSTICA
Variedades lingüísticas - 5ª parte
Variedades diastráticas (continuación)
Otras variedades diastráticas
on el mismo criterio de la estratificación social, se ha considerado la existencia de otras variedades en el seno de una lengua: el sexo, la edad, el hábitat y la profesión, entre otros, han determinado y, en cierta medida, siguen determinando diferencias más o menos importantes dentro del castellano.
Obviamente, cuando se dice que el sexo da lugar a maneras distintas de hablar (la de los hombres y la de las mujeres), lo que se quiere indicar es que tales diferencias proceden no de desigualdades biológicas, sino sociales. No es el hecho de ser hombre o mujer lo que hace a un hablante expresarse de una u otra manera, sino las condiciones de vida materiales y morales (instrucción, ocupación, valores, prejuicios...), que en las sociedades tradicionales han sido muy distintas para los hombres y para las mujeres. Así, en general, el habla de las mujeres ha sido más conservadora, y más innovadora la de los hombres. En una sociedad moderna, tales diferencias tienden a desaparecer.
El hábitat rural o urbano ha originado también variedades significativas. Tradicionalmente, el ámbito rural ha dado lugar a formas de hablar muy homogéneas (pero también muy locales, muy diferenciadas de las de aldeas o pueblos vecinos) y con fuerte resistencia al cambio o a la novedad. Por el contrario, el habla de las ciudades tiende a diversificarse, pues la complejidad social y cultural es en ellas mayor, y acepta con más rapidez los cambios. Además, en la ciudad es donde se encuentran los núcleos del poder y el saber, y es en éstos donde se produce la norma que se impone sobre el conjunto de los hablantes. Su extensión, por medio de la escolarización y los medios de comunicación de masas, hace que en las sociedades modernas las variedades rurales se reduzcan notablemente.
También entre generaciones y grupos de edad la lengua se diversifica: el habla de los ancianos tiende a ser más conservadora, como atenta a criterios de corrección más tradicionales y firmes, mientras el habla de los jóvenes se manifiesta más inestable y cambiante.
Finalmente, las diversas profesiones y ocupaciones dan lugar a ciertas diferencias lingüísticas que son, a la vez, diastráticas y diafásicas; es decir, son fruto de la estratificación social (pues existe una obvia correlación entre clase social y profesión) y de los usos que el oficio u ocupación imponen a los hablantes con independencia de su origen social. Suele hablarse de lenguas profesionales para mencionar las peculiaridades, una vez más esencialmente léxicas, de agricultores y comerciantes, carpinteros y albañiles, abogados y médicos, etc.