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El origen del lenguaje

Un problema inescrutable

uándo y, sobre todo, cómo apareció el lenguaje verbal es un problema que ha sido abordado en múltiples ocasiones y, a pesar de ello, sigue siendo un enigma. Sabemos que el lenguaje se inicia con el hombre y así resulta coherente traspasar el problema a biólogos, antropólogos e historiadores, aunque decir esto es no decir apenas nada, pues el hombre es definido como el ser que habla.

Parece lógico pensar que un desarrollo cerebral, al que se llega como resultado de una prolongada evolución con transformaciones biológicas profundas y, convergentemente, un desarrollo de la vida social, son los presupuestos de la creación del lenguaje: en ellos están las condiciones para la elaboración, almacenamiento y uso de los signos. Pero, si otras ciencias mantienen serias dudas respecto al origen de la humanidad, la lingüística tal vez no pueda decir nada. La prohibición de tratar sobre este asunto, formulada por la Sociedad Lingüística de París en la fecha de su constitución (1865) muestra cómo ya en la época se veía como un problema irresoluble, sin base en datos objetivos, meramente especulativo.

Algunas teorías

Con todo, numerosas teorías, antes y después de tal fecha, han intentado explicar ese origen. He aquí algunas de las más difundidas.

Unos ven en la onomatopeya el germen del lenguaje y de todas las lenguas, que empezarían siendo sonidos que imitan los de la realidad. Esta teoría ya mereció la crítica, desde antiguo: el conjunto de onomatopeyas es escaso en todas las lenguas, e incluso muchas prácticamente la desconocen.

Otras teorías han planteado que en el origen del lenguaje se encuentra la interjección, es decir, el sonido apenas articulado comparable con los sonidos animales. Esto sería característico de un supuesto estado en el que lo primordial sería la expresión de emociones.

También se ha mantenido que ese primer momento del lenguaje puede estar en gestos fónicos tales como la llamada. Lo básico sería pues, la apelación, la necesidad de enviar a los demás peticiones, órdenes y deseos, de manera indiferenciada primero, para analizarse luego en signos propiamente dichos.

Teorías todas que contienen intuiciones sagaces y también, en ocasiones, errores; pero que, sobre todo, son inverificables.

¿Cuáles son los caminos, más modestos y ceñidos a los hechos, que un lingüista tiene ante sí para abordar este problema? Por un lado, el estudio de las lenguas de los pueblos llamados primitivos; por otro, la reconstrucción de las protolenguas; finalmente, la observación de la adquisición del lenguaje por el niño.

En los tres terrenos se han hecho muchos avances recientemente. Pero tampoco desde ellos se resuelve el problema, porque tanto los estudiosos de las lenguas primitivas como quienes consiguieron reconstruir protolenguas descubren que son sistemas lingüísticos muy complejos y evolucionados, en nada parecidos a un estado primitivo. En cuando a la adquisición del lenguaje por el niño es un problema distinto, puesto que no es lo mismo aprender un sistema ya hecho --como le ocurre al niño-- que crear un lenguaje.

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