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México - 12ª parte
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éxico se gobierna mediante la Constitución redactada en 1917, tras el período de la Revolución, cuyo espíritu inspira esta carta magna. La Constitución define al país como una «República representativa, democrática, federal, libre y soberana». El poder ejecutivo es encabezado por un presidente, que lo es a la vez de la República y del Gobierno Federal, elegido por sufragio universal cada seis años, sin posible reelección. Éste elige y preside un gabinete formado por 17 secretarios, el jefe del Departamento del Distrito Federal, el procurador general de la República, y los representantes de numerosas entidades autónomas, en particular a los presidentes de las empresas estatales.
El presidente, con la aprobación del Senado, nombra también a los miembros de la Corte Suprema de Justicia, los tribunales superiores, los representantes diplomáticos y los jefes de los ejércitos. El poder legislativo recae en el Congreso de la Unión, compuesto por dos cámaras: una Cámara de Diputados, formada por 500 miembros elegidos cada 3 años, y un Senado, constituido por dos miembros de cada estado y del Distrito Federal elegidos por seis años. Los representantes en las dos cámaras no pueden ser reelegidos en períodos consecutivos.El poder judicial tiene su máxima representación en la Corte Suprema (21 miembros) y los jueces del Distrito. El país se divide territorialmente en 51 estados, más el Distrito Federal de la capital, sede del Gobierno Federal. Cada uno de los estados se rige por la misma división de poderes: un gobernador ejerce el poder ejecutivo, una Cámara de Diputados el legislativo, y un Tribunal Superior de Justicia del Estado, el judicial.
Los diferentes autores existentes antes de la independencia no pueden considerarse partes integrantes de la literatura mexicana, por lo que se puede estimar que la auténtica literatura autóctona del país en lengua castellana no empezó hasta 1821. De estas primeras épocas del s. XIX destacó Fernández de Lizardi, un escritor muy comprometido con los aspectos sociales de su país. Su carácter reformista lo plasmó en los diferentes géneros que cultivaba (novela, periodismo, etc.), siempre desde puntos de vista críticos y polémicos.
En poesía, las primeras épocas vivían en el gusto neoclásico decimonónico con autores como José Joaquín Pesado, el primer poeta en glosar la poesía indígena en su célebre poema Los aztecas. No obstante, es en el teatro donde surgió un gran nombre para las letras mexicanas: Manuel Eduardo Gorostiza, autor de Indulgencia para todos (1818) y Contigo pan y cebolla (1833), quien trabajó muchos años en España.La llegada de los movimientos poéticos románticos marcó en el país toda la segunda mitad del s. XIX. Poetas destacados del romanticismo mexicano fueron M. Flores, Acuña, Peza, etc. Mientras, la novela caía irremisiblemente en temáticas histórico-costumbristas, que aunque gozaron de cierto éxito, no dejaron de ser una literatura de poca calidad. Con un estilo propio de «crear» novela, sobresalió de este contexto Ignacio José Altamirano.
Ya a caballo entre los s. XIX y XX, brilló con luz propia la figura de uno de los grandes literatos mexicanos de la época, Federico Gamboa. Autor, entre otras obras, de Suprema ley y Santa, fue precursor de la importante escuela naturalista y realista mexicana imperante en el país hasta la llegada del modernismo, movimiento llegado a México de la mano de Gutiérrez Nájera y Amado Nervo. Los dos escritores devinieron grandes divulgadores de esta corriente literaria por la fundación de Revista Azul el primero, y de Revista Moderna el segundo. No obstante, la prosa modernista tuvo poco eco en México, aunque cabe destacar la obra de Nervo El donador de almas (1904). Por contra, la poesía modernista sí está llena de grandes nombres, como González León, Dávalos o Rebolledo. Posteriormente el realismo adquirió relevancia, imponiendo la descripción novelesca de los acontecimientos de la Revolución; así, Mariano Azuela lograba un importante renombre con Los de abajo (1916).Otros muchos autores, protagonistas directos de la historia que se estaba viviendo, plasmaron también la cruda realidad de la sociedad mexicana en sus novelas. Superada la etapa revolucionaria, la corriente positivista se impuso en México junto con otros muchos autores que, aunque de difícil definición, se caracterizaban por rehusar los tan manidos elementos realistas y modernistas; de este grupo de intelectuales cabe mencionar a Jaime Torres Bodet, que además de ejercer de manera soberbia su faceta de escritor, fue director general de la UNESCO. Otro importante novelista que arrancó de esta época, aunque posteriormente sufriría muchas evoluciones, es Agustín Yañez, cuya obra más importante fue Al filo del agua (1947). No obstante, nunca dejó de cultivarse en el México de principios de siglo una novela política y de crítica social.
En poesía, cayeron en cierta decadencia los gustos modernistas para dejar paso a las nuevas formas de vanguardia llegadas de Europa. Acogió este estilo José Juan Tablada (El florilegio, Li-Po y otros poemas); otros muchos reaccionaron también contra el modernismo, como Gorostiza, Cuesta o Torres Bordet. El grupo llamado taller poético surgió tras estos primeros movimientos vanguardistas. En este ya consolidado grupo nace uno de los grandes nombres de de la poesía mexicana de todos los tiempos: Octavio Paz.Numerosos grupos, poetas y narradores de vanguardia se suceden en estos años, a la vez que nacía una nueva novela que, rehuyendo los temas localistas o criollos (indigenistas y folcloristas), entronca directamente con las realidades europeas y estadounidenses, como hizo Juan Rulfo con Pedro Páramo (1955). Otro representante notable de la narrativa contemporánea mexicana es Carlos Fuentes, autor de Aura (1962), La muerte de Artemio Cruz (1962) y Gringo viejo (1985), entre otras novelas. Con ello, la novela mexicana tomó una mayor divulgación y proyección internacional, poniéndose a la altura de lo contemporáneo. Cabe mencionar también a Rosario Castellanos por su Oficio de Tinieblas (1962), y a García Ponce por Figura de paja (1964) y La vida perdurable (1970).
En la época contemporánea la literatura mexicana se ha mostrado muy rica y prolífica en obras de gran calidad y en autores, aunque la figura de Paz sobresale por encima de todos sus contemporáneos, con obras como El laberinto de las soledad (1950), Pasado en claro (1957), Poemas 1935-1975 (1982) y Obra poética 1935-1988 (1990). En definitiva, es una larga y rica carrera que eleva a Paz a los más altos pedestales de las letras castellanas y mundiales; el reconocimiento a su extensa obra llegó con la concesión del premio Nóbel de Literatura, que le fue concedido en 1990.