GEOGRAFÍA - PAÍSES: México - 5ª parte

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México - 5ª parte


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Geografía económica

a integración del país en el sistema capitalista mundial, a partir de las primeras décadas del s. XIX, se realiza subordinada a los intereses de capital extranjero (británico, francés y, sobre todo, estadounidense), que controlaron inicialmente los primeros sectores importantes de la economía mexicana (minería, petróleo, ferrocarriles, electricidad y banca). La Revolución supuso una gran transformación para el sistema económico del país.

Tras los años de involución armada, en que se dio una clara regresión económica, la Constitución de 1917 abrió para México un largo camino de progresiva intervención del Estado en la economía, que se inició con una fase de expropiaciones, repartos y nacionalizaciones de tierras, agua y minas. El intervencionismo fue agudizado durante el período de gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-40), quien nacionalizó el sector petrolero, los ferrocarriles y diversos sectores industriales y comerciales. En esos años se inició una etapa de constante expansión económica, el llamado milagro mexicano, que duró hasta los años 70, enmarcado en una política de fuerte control estatal de la economía.

La década de 1970 está marcada en México por el descubrimiento de nuevos y ricos pozos petrolíferos que convirtieron al país en uno de los primeros productores mundiales justo en el momento de la gran alza de precios del crudo. Sin embargo, durante esta década, otros sectores de la economía mexicana se ven sumidos en profundas crisis estructurales y, a principios de los 80, el descenso de los precios del petróleo marcó definitivamente el fin del crecimiento económico del país. Los intentos por retornar a la expansión se apoyaron en un aumento del gasto público y en la obtención de créditos internacionales. Pero ello, con una economía muy dependiente del exterior, particularmente en medios de producción (como en cualquier país de la periferia capitalista), supuso para México la gestación de una de las deudas externas más elevadas del mundo, contraída básicamente con los E.U.A., y que incluso llevó al Gobierno a declarar la imposibilidad de poder cubrir la totalidad de los pagos. Así, durante la década de 1980, el Gobierno mexicano adquirió como objetivo fundamental reducir la deuda externa e interna. Para ello se ocuparon grandes porcentajes del producto interior bruto, se redujeron las inversiones en educación, sanidad, etc. Disminuyendo la calidad de vida de los mexicanos, se estabilizaron los salarios para frenar la inflación, recortando el poder adquisitivo de la población, y se liberalizaron las condiciones de contratación de trabajadores para impulsar la inversión industrial.

En definitiva, una serie de medidas que ayudaron aún más a la ya de por sí heterogénea formación socioeconómica en México, donde conviven empresas altamente integradas en la economía internacional, con grandes bolsas de pobreza, y unidades de producción, de carácter familiar, incluso sólo para el autoconsumo. Los años 90 se han iniciado con unas nuevas perspectivas para el país. Por un lado, la estructura exportadora ha consolidado una composición distinta a la tradicional: de estar basada en productos agropecuarios y minerales, ha pasado al predominio de productos manufacturados y petroleros.

Por otro lado, la reorientación de la política económica del país llevada a cabo por el presidente Carlos Salinas, ha llevado a la privatización de casi todos los sectores de la economía (teléfonos, líneas aéreas, minas de cobre, etc., salvo el petróleo). México ha visto reducir en los últimos años la enorme deuda exterior, a la vez que ha iniciado de nuevo una etapa expansiva de su economía. Un hecho fundamental de la nueva orientación económica es, sin duda, la total aceptación de los acuerdos internacionales de libre comercio, de donde nacen los acuerdos alcanzados con E.U.A. y Canadá para la creación de un mercado común.

Otro fenómeno muy importante del actual funcionamiento económico es el de las llamadas empresas maquiladoras: se trata de empresas estadounidenses que, atraídas por el bajo nivel salarial y las condiciones fiscales, han establecido a lo largo de 3 000 km de frontera entre los dos países e incluso, más recientemente, por todo el interior de México, más de 1 500 plantas industriales para la transformación manufacturera. Inicialmente estaban dedicadas al montaje de artículos electrónicos de consumo y a la confección de ropa, pero más adelante han adquirido mayor diversificación. Actualmente ocupan a cerca de medio millón de mexicanos en trabajos muy intensivos en mano de obra y muy poco en capital, que muchas de las plantas manufactureras pueden instalarse rápidamente en la zona que más les convenga o incluso cambiar fácilmente el tipo de producción.

La industria mexicana es primeriza en América Latina; empieza a surgir tras la independencia del país, en el s. XIX, con el desarrollo de manufacturas tradicionales como la orfebrería, los tejidos de algodón y lana, la cerámica, la madera, etc. A mediados del s. XIX existen ya importantes industrias textiles y alimentarias en Monterrey y en la zona de la capital. La introducción del ferrocarril, a partir de 1880, supuso un impulso definitivo para el desarrollo de la industria básica. Esa época marca también las primeras grandes inversiones estadounidenses en el país.

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