GEOGRAFÍA - PAÍSES: México - 8ª parte
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Geografía

PAÍSES

México - 8ª parte


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Historia: s. XVII y XVIII

 mediados del s. XVII la población amerindia había quedado recluida a menos de la décima parte existente antes de la llegada de Cortés. Paralelamente se iba dando un aumento del mestizaje. Con la expansión de las conquistas los españoles fueron ocupando tierras, especialmente las situadas en los valles más fértiles y poblados de la zona central. De esta manera, a fines del s. XVIII las mejores tierras se hallaban ya concentradas en manos de propietarios criollos y de la Iglesia, que poseían extensos latifundios, mientras que la población indígena se veía obligada a trabajar en las haciendas.

Por otro lado, mientras los españoles sólo cultivaban unos pocos productos a gran escala para el comercio (trigo y caña de azúcar) o se dedicaban a una ganadería extensiva, la población indígena, por su parte, continuaba con una agricultura de subsistencia y policultivo (maíz, fríjol, chile, etc.). El propio Cortés, nombrado capitán general de Nueva España, había proseguido la conquista, la colonización y la imposición a los vencidos de su conversión al cristianismo, apoyado por el establecimiento de numerosas congregaciones de franciscanos, dominicos, agustinos y jesuitas. La expansión avanzó, bajo el deseo de conquistar, explorar y obtener riquezas, primero hacia el S y más adelante, espoleados por los sucesivos descubrimientos mineros de Zacatecas (1546), Guanajuato (1557), Durango (1563), etc., hacia el N.

Mucho más dificultosa, por los encuentros con numerosas tribus nómadas y guerreras, la colonización hacia el N se basó, inicialmente, en los descubrimientos de ricos yacimientos mineros. El máximo auge de estas explotaciones se dio en el s. XVIII y, aunque la plata era transportada en su totalidad a España, las minas activaron un importante dinamismo económico en la zona, especialmente en lo que se refiere al establecimiento de extensísimos ranchos y haciendas agrícolas y al desarrollo de la ganadería en las praderas.

Ya en el s. XVIII, esta expansión tomó un carácter defensivo o previsor motivado por la penetración de comerciantes británicos y rusos en la costa N del Pacífico y de franceses en Texas y Florida. Así, la influencia española prácticamente completó el arco del golfo de México y se extendió en el Pacífico desde San Diego a San Francisco. Por el S la colonización tuvo su fundamento económico en el establecimiento de plantaciones de caña de azúcar que, con la progresiva disminución de población indígena, motivaron el inicio de la importación de esclavos africanos, más tarde utilizados también en la minería.

En total, el virreinato de Nueva España llegó a ocupar, tras estas primeras olas expansivas, una superficie de hasta 4 000 000 de km2. Su organización política era encabezada por un virrey, representante directo del rey y que aglutinaba de facto todos los poderes: militar, político, administrativo, judicial, fiscal e incluso espiritual. Existía también una audiencia, y algunas de las provincias en que fue dividido el territorio contaban con un gobernador. El resto de los distritos o provincias tenían como máximos representantes a un alcalde mayor o un corregidor. Sin embargo, el poder del propio virrey era limitado: como todos los territorios españoles de ultramar, Nueva España era considerado económicamente dependiente de la metrópoli, destinado a suministrar sus riquezas a España. Por ello, su comercio exterior estaba estrictamente controlado por la Corona, imposibilitando su libre desarrollo y generando la existencia de monopolios en la actividad de los puertos exportadores.

No fue hasta el año 1789 cuando aparecieron las primeras leyes sobre libertad de comercio en las colonias. Durante la segunda mitad del s. XVIII, Carlos III había reforzado el poder de la metrópoli, centralizando todavía más la administración de las colonias, reforzando los ejércitos de ultramar y expulsando a los jesuitas. Estas medidas, que se verían acentuadas por su sucesor, Carlos IV, se hicieron compatibles con una moderada liberalización del comercio. Todo ello fue creando una atmósfera de creciente descontento entre dos importantes segmentos de la población, los criollos hacendados, que vieron frenadas sus posibilidades de enriquecerse con una mayor libertad de comercio, y la Iglesia, que también se vio muy mermada en su poder inicial.

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