Los nazis no fueron marxistas, pero sí socialistas

AutorJörg Guido Hülsmann,del Instituto Mises,

Traducción al español: Armando Soler

  

La abyecta y fracasada práctica de los revolucionarios marxistas en el  período posterior  a la Primera Guerra Mundial le hizo mucho daño a su imagen como la vanguardia del progreso social.

 

La explicación para este fracaso en los escritos de Mises, Max Weber, y Boris Brutzkus condujeron a muchos economistas a revisar sus puntos de vista acerca del adecuado campo de acción del gobierno dentro de la sociedad. Pero otros permanecieron como impenitentes defensores del estado totalitario.Simplemente  no dieron importancia a la agenda específicamente igualitaria de los socialistas.

 

El líder no disputado de este grupo fue Werner Sombart, la máxima estrella entre los economistas de entreguerras en Alemania. En 1896 Sombartinició su  carrera de vulgarizador del marxismo en círculos académicos con su libro SozialismusUndSozialeBewegungIm   19.Jahrhundert  (El Socialismo y la Acción Social en el Siglo XIX). Las posteriores ediciones brindaron testimonio acerca de la creciente enajenación de Sombart de sus iniciales ideales marxistas. La décima edición, que aparece bajo un nuevo título en 1924, presentaba una demolición categórica de socialismo marxista. Sombart había retornado a la corriente mayoritaria del socialismo Schmollerita, que apoyaba el estado total sin una  agenda igualitaria.

 

Las cualidades intelectuales de Sombart le habían ganado un lugar de preeminencia. Dónde la mayoría de los intelectuales marxistas dogmáticamente sostenían las afirmaciones de Marx y Engels, Sombart trató de analizar y desarrollar esas doctrinas con mente crítica, en busca de la objetividad. Esto hizo su trabajo el blanco perfecto para una crítica esmerada de la corriente intelectual de socialismo anti-marxista, y Mises proveyó tal crítica en un artículo del título “Antimarxismus” (antimarxismo).

 

Ya en su artículo sobre la  reglamentación de precios, Mises había señalado que los defectos del intervencionismo no  fueron resultado de la agenda igualitaria que algunos gobiernos persiguieron, sino de la propia naturaleza de la misma intervención gubernamental, particularmente, la violación de los derechos de propiedad. El socialismo y el intervencionismo fueron sistemas económicos destructivos, ya fueran explícitamente igualitarios o no.  Eran formas inadecuadas de organización social aunque persiguieran algún otro ideal de distribución – incluso la meritocracia.

 

Podrían haber ciertas similitudes superficiales entre una sociedad libre y una poco igualitaria controlada por un estado totalitario, pero estos dos todavía serían esencialmente diferentes:

En la superficie, el ideal social del estatismo no difiere del orden social de capitalismo. El estatismo no trata de trastocar el orden legal tradicional y formalmente convertir toda propiedad privada en la producción en propiedad pública… Pero en esencia todas las empresas son convertidas en explotaciones estatales.Bajo esta práctica, los dueños mantendrán sus nombres y marcas registradas en la propiedad y  el derecho a un ingreso “apropiado” o auno “adecuado a su rango.”Cada negocio se convierte en una oficina y cada ocupación un servicio civil del gobiernoLos precios son determinados por el gobierno, y el gobierno determina lo que debe producirse, cómo debe ser producido, y en qué cantidades. No hay especulación, ni ganancias “extraordinarias”, ni pérdidas. No hay innovación, excepto para  aquello ordenado por el gobierno. El gobierno guía y supervisa todo.

Mises mostró que el error en la idea del estado omnipotente no tiene nada que ver con la particular agenda del estado. El gobierno no es omnipotente si su meta es mejorar la  “vida colectiva” (opuesta a esas de meros agregados individuales). Pero tampoco es omnipotente si trata de  elevar el bienestar individual  de la totalidad de los ciudadanos. En ambos casos, la intervención gubernamental es contraproductiva. Y que el tiempo invertido en ello y la aparentemente significativa distinción entre el individualismo y el colectivismo son sólo de importancia secundaria. La distinción primaria está entre políticas que funcionan y políticas que no lo hacen, lo que conduce a su vez a la distinción entre un orden social basado en la propiedad privada (que funciona) y esos órdenes sociales que dependen de las infracciones de los derechos de propiedad (y no funcionan). Por consiguiente, es superfluo que sean individuos o colectivos los que manejan la economía – siempre y cuando sean preservados los derechos de propiedad de todos los integrantes individuales de los colectivos. También se deduce que el tamaño de unacompañía es de poca importancia. Con tal de que la propiedad privada sea respetada, las decisiones adquisitivas de los consumidores recompensan sólo a esas compañías que ofrecen los mejores productos. Si estas compañías son más grandes que otras, que así sea.

 

Mises enfatizó este hecho en contra de las doctrinas de Dietzel, Karl Pribram, y Spann, que tuvieron una gran influencia en el pensamiento político de Alemania en las entreguerras y, después de la Segunda Guerra Mundial, en el el vasto mundo occidental. Dietzel y Pribram se pusieron del lado de individualismo,  en tanto que Spann defendía el colectivismo, pero todos ellos estaban de acuerdo que éstas eran las últimas categorías y que todos los puntos de vista políticos derivaban de ellas. Mises disintió.

Él sostuvo la opinión de que había un punto de vista que se derivaba no del individualismo ni  del colectivismo, esto es, el método utilitario de análisis social. Él ya había probado que exitoso era este método al analizar los problemas estáticos y dinámicos de “universos” sociales como las comunidades de lenguaje,  e hizo énfasis en que el análisis de tales universos es el meollo en la ciencia de la sociología teórica. Era falaz creer que la acción individual podría ser comprendida fuera de su amplio contexto social, tal como fue falso que la comprensión correcta de los universos sociales requiriera que por sí mismo el análisis social sea integral.

 

El método utilitario en solitario fue uno verdaderamente científico porque llegó a relacionar todos los fenómenos sociales a los hechos experimentados:

La doctrina social utilitaria no se involucra en metafísica, sino que toma como su punto de partida el hecho establecido de que todos los seres vivientes afirman su voluntad de vivir y crecer. La mayor productividad de trabajo que se  efectúa con la división del trabajo, al ser comparada con las acciones aisladas, une cada vez más a los individuos  en la asociación. La sociedad es la división y agrupación del trabajo.

Cada persona trata de realzar su bienestar, y el trabajo cooperativo es más productivo que el trabajo  individualizado.  Por consiguiente,  en la medida que el crecimiento del bienestar de una persona presupone mayores cantidades de bienes materiales, la persona puede lograr mejor sus fines involucrándose en una división del trabajo. Así es cómo la sociedad se hace una realidad.

 

Todos los elementos en esta explicación económica de la sociedad son hechos posibles de indagar.En contraste, las doctrinas de individualismo y colectivismo por sí mismas no conducen a cualesquier explicación causal del origen de la sociedad porque se basan en postulados en lugar del análisis de un hecho. Y Mises procedió a mostrar que la misma crítica también se aplica para la teoría marxista de la lucha de clases del proletariado.Él no negó que la historia humana presentara muchos conflictos de grupo y que a menudo tuvieron gran importancia para el curso de los acontecimientos.Más bien sostuvo la opinión de que las teorías de lucha – de cuál la teoría marxista de la lucha de clases fue sólo una instancia particular – presumieron ser mucho más de lo que realmente fueron. Los conflictos de grupo no fueron, y no tendrían la posibilidad de ser, los elementos básicos de la vida humana. En primer lugar, la incógnita esencial era cómo cualquier grupo podría llegar a existir.Primero había que explicar la formación de grupos antes de que  se pudiera explicar la lucha entre ellos.Mastodos los teóricos de la lucha, incluido Marx, fallaron en dar respuesta.

La razón para esta negligencia no es difícil de detectar. Es imposible demostrar un principio de agrupación que sólo existe dentro de un grupo colectivo, y que es inoperante más allá del mismo. ¿Si la guerra y la contienda son las fuerzas motrices de todo desarrollo social, por qué debería ser esto verdad sólo para las clases, razas, y naciones, y no para la guerra entre todos los individuos? Si tomamos esta sociología de guerra hasta su conclusión lógica no arribaremos a ninguna doctrina social, sino a “una teoría de la  insociabilidad.”

Mises señaló que la teoría de lucha de clases de Marx incluso fracasó en dar una versión empírica de su concepto más básico.¿Qué es una “clase” en el sentido marxista? Marx nunca lo definió. “Y es significativo que el manuscrito póstumo del tercer volumen de Das Kapital se detiene abruptamente en el preciso lugar que debió ocuparse de las clases.” Y Mises continuó:

Desde su muerte han pasado más de cuarenta años, y la lucha de clases se ha convertido en la piedra angular de sociología alemana moderna. Y todavía continuamos esperando su delineación y definición científica.No menos imprecisos son los conceptos de intereses de clase, condición de clase, y la guerra de clases, y las ideas en la relación entre condiciones, intereses de clase, y la ideología de clase.

Werner Sombart, junto con la mayoría de sociólogos alemanes de quienes fuera líder incontestable, adoptó la visión marxista de que la lucha de clases proletaria fue la máxima fuerza motriz en las sociedades modernas. Después fue un adversario de la ideología marxista, pero sus análisis todavía eran marxistas. Él meramente se refrenó de extraer todas las conclusiones prácticas, que Marx y los marxistas consistentemente habían deducido, de la teoría de la lucha de clases. Él no le hizo, y no le podría proveer una alternativa al panorama marxista de evolución social.Su única objeción llegó en la forma de un postulado:las cosas no ocurrían como deberían ocurrir  de acuerdo a la teoría de la lucha de clases, por eso los gobiernos deberían resistir tales desarrollos. Masconesta admisión, Sombart y el granel de los sociólogos alemanes otra vez dejaban el área de la ciencia y penetraron en el  de la religión y la ética. Sombart de hecho defendió un regreso  a las formas medievales de organización social – los gremios – tal como Keynes en Inglaterra propuso “un regreso, podría decirse, hacia concepciones medievales de autonomías separadas.” De modo semejante, los pocos teóricos que habían criticado a fondo el concepto de lucha de clases de Marx, como OthmarSpann, a mediana edad se maravillaron de las supuestas bendiciones de nacionalsocialismo.

 

 

Mises llegó a una conclusión:

Para cada pensador científico el punto objetable del marxismo es su teoría, lo que parece no causarle ofensa a los anti-marxistas… Ellos sólo objetan los síntomas políticos del sistema marxista, no su contenido científico. Lamentan el daño hecho por las políticas marxistas al pueblo alemán, pero están ciegos al daño producido a la vida intelectual alemana por las frases trilladas y las deficiencias de los problemas y soluciones marxistas. Sobre todo, fracasan en percibir que los problemas políticos y económicos son consecuencias de esta calamidad intelectual. No aprecian la importancia de la ciencia para la existencia de todos los días, y bajo la influencia del marxismo, creen que el poder “real” en lugar de las ideas, es el que  conforma la historia.

El “antimarxismo” causó afrenta entre los marxistas. ¿Cuál era el pecado de Mises?Primero, se atrevía a criticar al gran maestro con un análisis penetrante de los defectos incurables de la teoría de la lucha de clases marxista. En segundo lugar, otra vez mantenía que desde el punto de vista económico marxista, el socialismo no fue esencialmente diferente a las diversas nuevas marcas de nacionalsocialismo que comenzaran a surgir en los años veinte, en su mayor parte como reacción en contra de los movimientos marxistas. Así como una fracción de socialistas italianos, quienes desecharon las enseñanzas de Marx y se llamaron “fascistas,” subieron al poder bajo el liderazgo de Benito Mussolini, también hubo un movimiento de “nacionalsocialistas” no marxistas en Alemania. El padre de este movimiento fue Friedrich Naumann que, por una extraña coincidencia, más tarde llegó a ser considerado como el padrino de liberalismo alemán del siglo XX. El líder de los nacionalsocialistas de los años veinte hasta su amargo fin fue, por supuesto, Adolfo Hitler.

 

Los socialistas marxistas a gritos desaprueban ser clasificados bajo el mismo encabezamiento que incluye a los Socialistas Fascistas y Nacional-Socialistas.Pero como Mises  mostrara, todas las distinciones entre estos grupos son superficiales. Económicamente, están unidos.

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Extractado con revisión menor de   Mises:El último Caballero del Liberalismo

 

 

 

 

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