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Inventos e inventores
HISTORIA DE LOS INVENTOS
Fuente: Revista "Sucesos"
La asombrosa historia del genio humano - 9ª parte
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Del manuscrito al libro (continuación)
na vez más los árabes hicieron de transmisores de nuevos logros culturales: aprendieron la técnica china, la perfeccionaron utilizando trapos de lino en vez de fibra vegetal, y en el siglo XI establecían sus primeras fábricas de papel en España. Cien años después, el invento había pasado a los países de Occidente y en Italia se comenzaba a manufacturar un papel de excelente calidad.
En cuanto a la tinta, ya los egipcios usaban el negro de humo para preparar un líquido de intenso color negro-azulado, que ha resistido los milenios, sin palidecer, como lo comprueban los restos de sus papiros. Pero la "tinta china", como su nombre lo indica, fue también fruto del ingenio oriental, y se cree que su descubrimiento se remonta al año 3000 a.C.
LETRA K incluida en un cuadro de
relaciones geométricas, que rigen la armonía del cuerpo humano.
Los monjes europeos que transcribían incansablemente el texto de evangelios y sermones, también elaboraron nuevos compuestos químicos, que hacían más permanente el fruto de sus labores, y después de la invención de la imprenta en Occidente sus investigaciones servirían de base para preparar tintas tipográficas cada vez más perfectas.
La fatiga, que significaba copiar a mano, una y otra vez, los mismos textos hizo surgir, ya en el siglo III, la idea de grabar los signos sobre una plancha de madera, empaparla de alguna sustancia colorante y prensarla repetidas veces sobre hojas de pergamino. El sistema llamado xilografía fue usado por los fabricantes de paño egipcios, en el siglo VI, y por los artesanos italianos, en el siglo XII; también se utilizó para ilustrar con grabados la famosa "Biblia de los Pobres" de Heidelberg (s. XV), una especie de historieta dibujada con el texto añadido a mano. Pero el sistema requería grabar en la plancha todo el contenido de una página, y la matriz comenzaba a resquebrajarse al cabo de muy poco tiempo. El paso siguiente, tipos móviles, con los que podían formarse las palabras para después desarmar la página y volverlos a usar en otras combinaciones, sólo sería dado por Gutenberg.
Sin embargo, ya en el año 1041, un tal Pi Sing había discurrido moldear en arcilla los diferentes signos alfabéticos chinos, hornear la greda y fijarla sobre soportes de madera. Pero sus "caracteres móviles" tenían el mismo defecto que la plancha xilográfica: absorbían mal la tinta, y no soportaban un uso demasiado intensivo. Sólo a mediados del siglo XV un anónimo artífice coreano dio con la solución: caracteres móviles en metal. Casi simultáneamente, en 1440, Juan Gutenberg daba a conocer el mismo invento en Maguncia, perfeccionado gracias al uso de la prensa de imprenta, que permitía realizar el procedimiento en forma rápida y eficaz. Después de la primera Biblia de Maguncia (1445), el nuevo procedimiento se difundirá con gran velocidad por todo el mundo civilizado.
Los grandes artistas del Renacimiento, de Pacioli a Durero, diseñarán hermosos alfabetos, dando origen al arte de la tipografía; más tarde, numerosas innovaciones técnicas, la litografía, la cromolitografía, el fotograbado, unidas a la invención de nuevas máquinas, la prensa rotativa, la linotipia, darán cada vez mayor agilidad v perfección al arte de la imprenta. En los cuatro siglos y medio transcurridos desde la primera prensa de Gutenberg, hasta la linotipia automática de Mergenthale (1886), la multiplicación de la palabra impresa trajo consigo una revolución cultural de proporciones inimaginables, para quienes vivieron antes de este trascendental paso adelante en la historia de los inventos.
La medición del tiempo
La salida y puesta del sol, el ciclo de las estaciones, el ritmo de las mareas, fueron los primeros elementos que permitieron comprender al hombre primitivo ese misterioso fenómeno que es el transcurso del tiempo. En alguna imprecisa época, en Caldea o en China, nació el primer instrumento que permitía medir el largo de la jornada, largo determinado por la salida y la puesta del sol: el gnomon, consistente en un simple bastón o varilla clavada en el suelo, cuya sombra formaba una especie de aguja móvil que, al desplazarse por varias marcas dispuestas en forma de abanico, marcaba los diversos momentos u horas del día.