INVENTOS E INVENTORES: Historia de los inventos: La asombrosa historia del genio humano - 2ª parte

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Inventos e inventores

HISTORIA DE LOS INVENTOS

Fuente: Revista "Sucesos"

La asombrosa historia del genio humano - 2ª parte


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Cuatro paredes y un techo (continuación)

letra capitular En una época no precisada, tal vez a fines del Neolítico, se descubrió que si el carbonato de calcio o piedra caliza se cocinaba y se mezclaba con agua, era posible obtener un producto que se endurecía irreversiblemente. Fue el origen de la argamasa o mortero, que se emplearía para unir los ladrillos, conocidos, ya desde los tiempos de Babilonia y usados también en el antiguo Egipto. Una pintura tebana del año 1.100 a.C. atestigua que en Egipto se conocía también el nivel de agua y el hilo a plomo, indispensables para las construcciones de cierta importancia.

Más tarde los griegos perfeccionan nuevos instrumentos, como la roldana, para facilitar la elevación de pesados materiales; pero serían los romanos quienes innovarían decisivamente la técnica de preparación y transporte de materiales, usando montacargas, sistemas de poleas e instalaciones mecánicas hidráulicas. La unificación política del mundo antiguo bajo la hegemonía de Roma aseguró la rápida difusión de todos los nuevos medios mecánicos, que permitían economizar la fuerza muscular del hombre y reemplazarla, en parte, por los nuevos dispositivos mecánicos. La técnica de albañilería y construcción permaneció prácticamente inmutable desde los días del Imperio Romano hasta la invención del concreto armado.

También fueron los romanos los inventores de la calefacción central: en los subterráneos de edificios públicos, termas y viviendas de los más ricos, se mantenía hirviendo una gran caldera de agua cuyo vapor era repartido mediante cañerías de plomo o greda cocida bajo los pisos de las habitaciones. Asimismo, datan de este período las primeras cloacas o sistemas de alcantarillado, los primeros puentes de arco y las primeras cúpulas o bóvedas características de la arquitectura romana.

El metal desplaza a la piedra

Alrededor del año 4.000 a. de C., en plena edad neolítica, algún anónimo habitante de lo que es hoy el Irán encontró una extraña "piedra roja", que podía moldear a martillazos: un trozo de cobre metálico, como a veces se encuentra en estado puro en la superficie de la tierra. Tendrían que pasar siglos antes de que el hombre aprendiera a extraer el metal de los minerales, a fundirlo y refinarlo, a alearlo con el estaño para lograr ese material duro y relativamente indestructible, el bronce, que reemplazaría a la piedra pulida como materia prima de instrumentos y herramientas.

ESCLUSA ANTIGUA. El poder creador del hombre inventa la esclusa. Supera de esta manera, el desnivel de dos sectores de un canal, el cual queda apto para la navegación.
ESCLUSA ANTIGUA. El poder creador del hombre inventa la esclusa. Supera de esta manera, el desnivel de dos sectores de un canal, el cual queda apto para la navegación.

El uso del cobre, oro y plata primero esporádico y limitado a las regiones ricas en depósitos minerales, se extendió gracias al comercio; ya en el año 2000 a.C. el bronce, producido al comienzo sólo en aquellos lugares en que se encontraban depósitos minerales de cobre y estaño, se fabricaba intensivamente en numerosos centros de producción que empleaban estaño importado desde las lejanas islas Casitéridas o de lo que ahora llamamos el Cercano Oriente.

Además de servir para la fabricación de cuchillos, lanzas, leznas, buriles y todo tipo de instrumentos, el bronce podía ser pulido, convirtiéndose así en material para hebillas, alfileres, anillos, pulseras y hasta espejos.

La extracción de los metales dio origen a la nueva ciencia de la metalurgia. Sus comienzos son materia de conjetura, es probable que para adornar su hogar, el hombre neolítico haya buscado las bellas "piedras de colores", azul, verde, rojizo, que contenían, sin que él lo supiese, una alta proporción de mineral cuprífero. Al encender una fogata encima de un piso forrado con trozos de mineral, éste se fundía y dejaba entre las cenizas una sustancia relativamente plástica, que podía moldearse a golpes, sin necesidad de astillaría como la piedra: una forma impura de cobre. Fue así como desde el comienzo el hombre adivinó que necesitaría la ayuda del fuego para extraer los metales de sus minerales.

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