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Geografía
PAÍSES
Francia - 7ª parte
Historia: s. X al XVII (continuación) s. XVIII al XIX
Historia siglos X al XVII (continuación)
ste enriquecimiento o dilatación, basado en el mecanismo «aumento demográfico» (incremento de la producción-aumento demográfico...), explica el desborde de la población europea fuera de su geografía (cruzadas, reconquista). Lo más decisivo fue el resurgimiento del comercio; después de mucho tiempo, se volvía a valorar económicamente el beneficio, el excedente, y ya no se usaba sólo para hacer ofrendas o para dilapidarlo generosamente. Una nueva clase social se especializaba en invertir este excedente para obtener mayores ganancias: como vivían en las ciudades resurgidas se les llamó burgueses o villanos. La razón del surgimiento de esta nueva clase social, artesanos, comerciantes, banqueros y demás, está en la base de la disolución del feudalismo. Para llevar a cabo su actividad, estos oficios urbanos necesitaban salir del entramado jurídico-feudal, de los vínculos vasalláticos de fidelidad; reclamaban violentamente al rey un nuevo marco, unos privilegios. Este movimiento de liberación se bautizó como movimiento comunal.
En el corazón del crecimiento, la zona más beneficiada por la riqueza, estaba la Ile de France. Los últimos reyes carolingios sólo fueron unos señores feudales entre otros; pero a partir del s. X se instaló una nueva dinastía, los Capetos, que, aprovechando y fomentando el crecimiento económico, dieron un nuevo impulso al ideal monárquico. Ello culminó con tres grandes reyes durante los ss. XII y XIII: Felipe Augusto, san Luis y Felipe el Hermoso. Éstos, guiados por el genio político del abad de Saint-Denis, Suger, crearon el concepto de nación (basado en la lengua), a cuya cabeza debía estar un rey ungido, y que justificó el ataque a los principados feudales para retornarlos a la obediencia monárquica. Vencieron las resistencias en el S tras la batalla de M[ret en 1213, legitimada como cruzada por el Concilio de Letrán; por otro lado, derrotaron a la coalición de todas las fuerzas de la Galia no francesa dirigidas por Juan Sin Tierra en Bouvines (1214). Sin embargo, la prueba definitiva fue la Guerra de los Cien Años (1338-1453), en la cual la monarquía y el nacionalismo francés se reafirmaron frente a la monarquía inglesa de los Plantagenet, derrotada finalmente frente a Orleans por Juana de Arco. La victoria francesa en la Guerra de los Cien Años significó el nacimiento de Francia como nación moderna y el inicio de la monarquía absoluta. Esta sólida situación permitió al país intervenir en Italia, en rivalidad con España.En medio de estas guerras de religión, el protestantismo penetró en Francia y provocó conflictos civiles que culminaron con un cambio de dinastía para restablecer el orden: en 1539 se entronizó a Enrique IV, primer Borbón. Los reyes de esta dinastía llevaron el absolutismo monárquico hasta su extremo, considerando a la monarquía de origen divino. Los primeros ministros de los Borbones, Richelieu y Mazzarino, organizaron la burocracia, el ejército y la diplomacia, e impusieron la uniformización y el centralismo.
Enel s. XVIII la Ilustración atacó a la estructura social y política del Antiguo Régimen. Parecía haber conciencia en considerar a la Revolución Francesa el resultado de las contradicciones del Antiguo Régimen, época en que se desarrolló el capitalismo comercial, con el apoyo teórico de los mercantilistas, pero en la que aún sobrevivían muchos rasgos de organización social y jurídica feudales. En cierto modo, la Revolución fue el asalto al poder de la clase social que empezaba a detentar el poder económico, la burguesía, para desalojar a la antigua aristocracia feudal, aunque tuvo otros componentes (revuelta campesina, regionalismo, etc.).Los revolucionarios se apoyaron en los principios de los filósofos ilustrados (Diderot, Voltaire, Rousseau), aunque éstos en su mayoría no eran auténticos revolucionarios; de hecho, se produjo un intento de absorber los principios reformistas por parte de los ministros más conscientes de la monarquía: el absolutismo ilustrado. En la coyuntura de la Revolución coincidieron diversas circunstancias: el Estado estaba en bancarrota debido a los gastos de la corte y al coste de las guerras, particularmente la intervención en la independencia de E.U.A. En consecuencia, se produjo una crisis de subsistencia al unirse malas cosechas, inflación y subida de impuestos, que afectaba a los campesinos y al artesanado urbano. En definitiva, todos los grupos sociales tenían motivos de descontento.
La Revolución fue un proceso de varios años y atravesó varias fases. Los primeros en provocar disturbios fueron los nobles, quienes negaron al rey la posibilidad de una reforma fiscal; el monarca se vio obligado a convocar los Estados Generales, donde estaban representados los tres estamentos sociales: clero, aristocracia y «estado llano» o tercer estado. Cada estamento constaba de un voto, con lo cual el tercer estado quedaba siempre excluido de las decisiones. En 1789, se decidieron a abandonar los Estados Generales y constituirse en Asamblea Nacional, con el propósito de elaborar una constitución. El rey intentó su disolución, pero el pueblo de París tomó partido y con la toma de La Bastilla certificó el fin del Antiguo Régimen. La Constitución, aprobada en 1791, contenía premisas como la separación de poderes, el sufragio universal y el respeto a los derechos humanos.La Revolución pasó a una segunda fase cuando se sospechó que el monarca, que había aceptado de mala gana la Constitución, conspiraba con monarcas extranjeros con el fin de restaurar el absolutismo. El rey fue encarcelado, la Asamblea fue sustituida por la Convención Nacional. La Convención estuvo dominada por los más radicales, los jacobinos, que a través del Comité de Salud Pública impusieron un régimen de persecuciones, supuestamente destinadas a proteger la Revolución, que originó numerosas muertes y es conocido con el nombre de Terror. Víctimas de su propia política, fueron ejecutados los máximos dirigentes de la Convención. El Terror finalizó con la muerte de Robespierre, tras lo cual se aprobó una nueva Constitución que otorgaba el ejecutivo a un Directorio de cinco miembros. En 1799 el general Napoleón Bonaparte depuso al Directorio e instauró el Consulado como paso previo hacia el Imperio. Napoleón no significó una ruptura con la Revolución, sino su continuidad por métodos autoritarios y recuperando algunos elementos del Antiguo Régimen (la centralización sobre todo).
La política expansionista de Napoleón terminó tras ser derrotado en la batalla de Waterloo, y el Congreso de Viena intentó restaurar el absolutismo monárquico. En el s. XIX se sucedieron varias oleadas revolucionarias de signo liberal que reivindicaban los avances que había supuesto la Revolución Francesa de 1789. La primera de estas oleadas, de 1830, derribó al absolutista Carlos X e impuso una monarquía liberal y burguesa con Luis Felipe de Orleans. Pero en estos años la Revolución Industrial ya dejaba sentir sus efectos: se formó el proletariado industrial, donde se incubaban ideas democráticas y socialistas. Las masas obreras de París desencadenaron una revuelta en 1848, la Comuna, que derribó al rey e instauró la II República, con Luís Napoleón Bonaparte como presidente. Pero éste deseaba emular a su tío y dio un autogolpe de estado en 1851, proclamando el II Imperio, que se vino abajo al ser derrotado por Prusia en el marco de las guerras provocadas por la unificación alemana. Le sustituyó un gobierno de defensa nacional que proclamó la III República, que se mantuvo hasta que la carrera colonial estalló en la Primera Guerra Mundial.