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Historia y Arte
LA ALTA EDAD MEDIA
Las manifestaciones artísticas - 11ª parte
La escultura románica (continuación)
a mayor parte de la escultura románica se manifestó en forma de relieves,
con los que se decoraban las portadas de los templos o los capiteles de los
claustros monásticos.
Para los tímpanos de las portadas fueron frecuentes los temas del Juicio Final, de la Pasión de Cristo o las escenas más destacadas de la vida del santo a quien estaba dedicada la iglesia. Tanto el tema del Juicio Final, como el de la Pasión, eran una buena muestra del poder y del autoritarismo de la Iglesia, ya que recordaban a los fieles que sólo era posible la salvación gracias al sacrificio de Cristo y a la obediencia a los preceptos y normas de la Iglesia.
Un ejemplo del estilo iconográfico de la
arquitectura románica (tímpano de la portada central de Santa Fe de Conques
--Francia--), donde se reproduce en relieve uno de los
temas tan recurridos: el Juicio Final
Las columnas de las arquivoltas de las portadas podían estar ocupadas por los apóstoles, de entre los que resultaba fácil reconocer a San Pedro, por llevar las llaves del cielo, o a San Juan, por ser el único representado sin barba; por lo demás, era normal que los doce rostros fueran idénticos.
En los capiteles, la representación alegórica del pecado o la lucha del Bien y del Mal fue un tema preferente, aunque también fueron frecuentes las temáticas vegetales, geométricas o animalísticas (que en muchas ocasiones no estaban exentas de simbolismo).
Por lo que respecta a la escultura exenta, mucho menos abundante, se utilizaba primordialmente para la representación de Cristo crucificado y de la Virgen sentada con Jesús en sus brazos. Ahora bien, Cristo aparece representado no como hombre sufriente, sino como Dios en majestad, por ello no da la sensación de estar colgado de la cruz, sino de pie ante ésta; aparece frecuentemente coronado (con corona real, no de espinas), muchas veces vestido y siempre con los ojos abiertos sin señal de sufrimiento. La figura de la Virgen, por su parte, es la representación de la madre de Dios sentada en su trono, que entroniza a su vez a Jesús, que está en sus brazos.
Una vez más estas representaciones, alejadas del dolor y del sufrimiento, fueron símbolo del poder de la Iglesia y de su dogma.
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