LA RADIO EN LA LITERATURA: LA CIA EN ESPAÑA

“Sólo hay un bien: el conocimiento. Sólo hay un mal: la ignorancia”
[Sócrates]

 

La presente reseña, una vez más, es fruto de la casualidad, pues no esperas que la radio te aparezca en un libro que trata ese mundo a la sombra de los servicios secretos, aunque los radioescuchas sabemos que siempre se ha utilizado la radio, especialmente durante la guerra fría, para llegar a lugares donde era imposible la comunicación a pesar de algunas referencias futuristas que se nos adelantaban a lo que estaba por venir. Hoy las comunicaciones están totalmente controladas y la radio, con su magia, parece haber sido apartada, aunque basta darse una vuelta por el dial para ver que hay actividad de todo tipo y por lo tanto confiamos que todavía esa parcela dure aunque será víctima de la obsolescencia a medida que los repuestos vayan desapareciendo del mercado y los últimos “manitas” se nos vayan de este mundo. Por supuesto, aún hay señales de espías en el éter, aunque ya no florecen como lo hacían antaño como sucedía con las célebres emisoras de números que eran ni más ni menos los códigos para el correspondiente espía o prestatario de algún servicio en una zona de conflicto. O aquella otra emisión que creo recordar los chinos lanzaban al éter con la cinta al revés y que la CÍA no tenía manera de lograr descifrar.

LA RADIO EN LA LITERATURA: LA CIA EN ESPAÑA

En este caso se trata de un libro dedicado a las actividades de la CÍA en nuestro país, concretamente LA CIA EN ESPAÑA, Espionaje, intrigas y política al servicio de Washington, escrito por Alfredo Grimaldos para la colección DEBATE en el 2006. Cualquiera que esté interesado en el tema tiene ahí una buena narración y que prácticamente llega a cubrir casi medio siglo de nuestra historia.

Eso sí tengo que confesarlo. Nunca me había encontrado con gente conocida y, sin embargo, en este libro me encontré con dos paisanos. Con uno incluso compartí infinidad de gratos momentos mientras fui niño/adolescente (salí con poco más de 19 años del pueblo) y el otro apenas si lo vislumbro puesto que yo era un crío cuando él partió con su familia (era el hijo del notario del momento). Y en un libro de espionaje, pues eso, que hay cosas que te sorprenden, aunque parece que esta tónica se va dando en algunos de los últimos libros que he leído, aunque en el anterior era simplemente el topónimo y la referencia al pueblo, el último, que perdió el reino nazarí y que significó el fin de esa época en la histórica ciudad de los Cármenes.

El libro está bien documentado, bien narrado, aunque no tiene tanta calidad como otro de la CIA que acabé de leer esta semana dedicado al mundo de Afganistán y países limítrofes y donde el autor muestra una capacidad de análisis que te deja realmente anonadado. Si tenemos en cuenta las referencias y citas bibliográficas, entonces veremos cuán lejos están unos autores de otros, pero vayamos a la parte de radio en el libro citado más arriba.

Basta recoger la prensa del período que se analiza para ver la capacidad de los autores para tratar la información sin que por ello se les tengan que tachar de otra cosa. Ya saben: leer nos hace libres. Como siempre, entre corchetes, la página en donde encontrar la referencia radial transcrita.

“La misma mañana del 23 de febrero, el sistema de control aéreo norteamericano, a través de la estación central de Torrejón, anula el Control de Emisiones Radioeléctricas español, mientras los pilotos de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos permanecen alerta en las cuatro bases “de utilización conjunta”. [15]

“Adolfo Suárez, muy aficionado a las escuchas y los dossieres desde su época de director general de RTVE (Radio Televisión Española), maneja los hilos locales de la trama desde la trastienda”. [28]

“Todo se desencadena unos meses antes, en febrero de 1984, cuando un grupo de la policía judicial de la comisaría madrileña de Chamartín, detiene, con las manos en la masa, a un norteamericano que se hace llamar Gino Rossi. El agente de la CIA es sorprendido cuando opera con un maletín de escuchas telefónicas en la habitación 805 del hotel Eurobuilding de la capital. Trasladado a la comisaría en calidad de detenido, se niega a prestar declaración ante la policía española, a la que dice no reconocer autoridad alguna sobre él. Y remite cualquier pregunta al único interlocutor que reconoce como válido: Richard Kinsman, en esas fechas primer secretario de la embajada norteamericana y, en realidad, jefe de la estación de la CIA en Madrid desde julio de 1982.

El jefe superior de Policía de Madrid, Antonio Garrido, ordena que no se le tome declaración a Rossi ni se instruya ninguna diligencia. Y el agente de la CIA es entregado a la embajada norteamericana, para que sea custodiado allí, sin que llegue a trascender quién era el ocupante de una segunda habitación del mismo hotel en la que son hallados otros dos maletines con sofisticados equipos de escucha. Una vez más, un hombre de Kinsman participaba en una operación encubierta. El historial profesional de este jefe de estación ofrece un retrato robot de los métodos de descarada injerencia del espionaje de Estados Unidos en asuntos de los países satélites de la superpotencia norteamericana”. [78/79]

“Según el ex coronel italiano Alberto Bolo, durante los años setenta, la red “Gladio” dispone de un campo de entrenamiento militar en Maspalomas, localidad situada a 70 kilómetros de Las Palmas de Gran Canaria. Bolo, que forma parte de la red controlada por la CIA hasta 1976, declara al programa de TVE Informe semanal, en noviembre de 1990, que cuando él se dirigía a Maspalomas, hacía escala en Barcelona, donde le recogían militares españoles en un vehículo del Ejército. También afirma que asistían a los cursos de instrucción de la base situada en Canarias alrededor de quinientos individuos, algunos españoles y casi todos los demás europeos. En el programa televisivo explica, además, que los “gladios” no estaban seleccionados por su capacidad física o sus conocimientos militares. Eran personas que sabían varios idiomas y su labor debía ser más informativa que operativa”. [88/89]

“La CIA envía a Lisboa, como embajador, a uno de sus hombres fuertes, Frank Carlucci, con la misión de emplearse a fondo hasta que se consiga neutralizar el proceso sociopolítico desencadenado el 25 de abril, a partir de que sonaran por la radio los primeros compases de “Grândola, vila morena” (quien quiera alguna foto de esa célebre población en el verano del 2017 coloqué algunas en mi perfil de Facebook)”. [130]

“En el Centro Colón de la capital funcionan oficinas paralelas de la CIA conectadas con la estación de la embajada. Y señala como miembro de la Agencia al director del centro Cultural de Estados Unidos, Miró Morville. Según el listín del Departamento de Estado, un especialista en radio que ha vivido en Monterrey, México”. [136]

El pintor y poeta Francisco Moreno Galván, militante del PCE, renueva las letras tradicionales del arte jondo dotándolas de claro contenido social, y cantaores como José Menese, Paco Moyano, Manuel de Paula o Manuel Gerena, y posteriormente El Cabrero, van por esa senda. “Se ve desde la alta mar, / en Cái, caray, ¡qué letrero! / se ve desde la alta mar. / Escrito “fuera la muerte / de Rota y de Gibraltar”, canta Paco Moyano por aires gaditanos.

Otro personaje singular dentro de este peculiar universo es la norteamericana Moreen Silver, fotógrafa de prensa muy bien relacionada con la embajada de la calle de Serrano. Dirige la agencia Silver Press y, al mismo tiempo, con el nombre artístico de María la Marrurra, graba un disco, en 1971, secundada nada menos que por la guitarra del gran Melchor de Marchena. Aparece en el programa de TVE Rito y geografía del cante, e incluso consigue cierto reconocimiento artístico de figuras de la talla de Antonio de Mairena. Un caso insólito, la única norteamericana que ha llegado a hacer el cante con fundamento. Y mientras continúa templándose con la soleá de Fernando de Utrera, participa en tertulias radiofónicas defendiendo a George Bush”. [139]

“Los norteamericanos lo rebautizan con el nombre en clave de “Ángel”, quien desde su destino en la flota atunera cubana, informa puntualmente a su jefe de la Agencia, a veces con radiotransmisor y otras a través de sus contactos en España. “Fui reclutado por la CIA en 1974”, declara en 1988 este doble agente. “Entonces viajó hasta allí, desde Madrid, el subjefe de la Estación de la CIA en España, Albert Allen Morris, para darme, personalmente, el ingreso en las filas de la Agencia”. [172]

“En Cuba, su contacto con los norteamericanos es el oficial de la CIA Duanne Thomas Evans. Según Mayte, “Thomas enlazaba muchas veces con nosotros en España y, en una ocasión, introdujo en Madrid un recipiente encubierto con los libros de códigos (PADS), para transmitir con códigos secretos desde el RS-804, a través del satélite FLTSAT COM, hasta la sede de la central de la Agencia en la localidad virginiana de Langley”, declara Mayte en el informe presentado por el Gobierno cubano en la ONU”. [173]

“La noche del 8 de noviembre, las radios dieron como vencedor a Reagan en la carrera presidencial. Varias unidades de la División Acorazada estaban esa noche de maniobras en la zona de Chinchilla, provincia de Albacete. Hacía mucho frío y la mayoría de la oficialidad se encontraba en una amplia tienda de lona, donde estaba instalado el bar”. [191]

“Los mayores productores mundiales de petróleo, acero y automóviles, los propietarios de las más influyentes cadenas de radiotelevisión y los principales grupos financieros del planeta están en manos de miembros activos de la organización recién creada (LA TRILATERAL)”. [209]

“La lista de trilaterales se va ampliando y renovando hasta hoy. La incorporación de Jesús de Polanco al Club tiene un visible efecto colateral: el incisivo periodista Joaquín Estefanía no llega a escribir el perfil del magnate santanderino de la comunicación, para añadirlo a las “biografías críticas” de los trece primeros españoles que formaron parte de la Comisión, incluidas en su imprescindible trabajo sobre la Trilateral. Polanco le llama previamente para ofrecerle la dirección de las páginas de economía de El País, y el antiguo militante del PTE (Partido del Trabajo de España) maoísta le pide enseguida a su editor, Ramón Akal, que no reedite el libro, convertido ya en un molesto testimonio. No hace falta matar al mensajero, como se hacía antiguamente; resulta más democrático contratarlo. Joaquín Estefanía Moreira llegará a director de El País”. [213]

Un año después de su salida del Gobierno, en 1988, es nombrado presidente de Telettra-España (se refiere a Eduardo Serra), la empresa filial de la multinacional que realiza las instalaciones de comunicaciones de la OTAN en toda España, con un coste de 350.000 millones de pesetas. En 1989 es nombrado vicepresidente y después presidente de Cubiertas y MZOV, la empresa que construye un refugio antinuclear en Toledo para el Ministerio de Defensa. Y a continuación, en 1993, accede a la presidencia de Peugeot-Talbot en España, y después a la de Airtel”. [219]

Otro elemento de la tela de araña que tiene su centro en al embajada es un periodista que firma en algunos medios de comunicación editados en Barcelona como Miguel Airol. Las letras de este seudónimo se corresponden con las de su apellido, pero colocadas al revés. Su verdadero nombre es Víctor Hugo Miguel Bruni Loria, nacido en Buenos Aires en 1930. También colaboró profesionalmente con Radio Nacional de España desde Roma”. [223]

El 28 de enero de 1985 son detenidos en los alrededores del complejo del palacio de La Moncloa los “diplomáticos” norteamericanos Denis Mcmahan y John F. Massey, cuando fotografían las antenas de comunicación de la sede presidencial, desde una distancia aproximada de 400 metros, justo desde el pie del museo de la Reconstrucción y Restauraciones Artísticas. Los guardias civiles adscritos al servicio de seguridad de La Moncloa empiezan a sospechar de los dos curiosos, por lo que rodean el lugar y sorprenden a los dos fotógrafos en plena tarea”. [224/225]

“El episodio forma parte de un operativo diseñado para captar las comunicaciones entre las máximas autoridades del Estado, el Gobierno y los centros de decisión españoles. Pero la torpe actuación de los hombres de Therry no sólo provoca, en palabras del Ministro de Asuntos exteriores, Fernando Morán, “la sanción precisa de salida del territorio de los dos agentes descubiertos, sino que origina en el seno de la embajada norteamericana una gran tensión entre los diplomáticos de carrera adscritos al Departamento de Estado y los espías del jefe de estación de la CIA”. [227]

Algunos descalabros de los superagentes tienen cada vez más repercusión pública. A principios de 1988, el descubrimiento de un microemisor en el teléfono del director de Asuntos Consulares, Rafael Pastor Ridruejo, levanta una gran polémica sobre quién es el autor de las escuchas.

En un principio, las acusaciones tienen como objetivo a los servicios secretos españoles, el CESID. Pero miembros del Cuerpo Superior de Policía adscritos a este servicio descubren al verdadero autor del pinchazo: Kenneth Moskow, nada menos que el tercer secretario de la embajada de Estados Unidos en Madrid y destacado oficial de la CIA”. [232/233]

“Las partidas de material ultramoderno que entran por Torrejón y Barajas son mayores cuando se tiene prevista la llegada a España de altos responsables de la Administración norteamericana. Llegan a nombre del embajador, pero fuera de la valija diplomática, y suele tratarse de sofisticado material de escuchas, transmisiones, recepción e interferencia. Toda esta tecnología es retirada por el “valijero”
Manuel Bastida Centenera con la catalogación de “equipaje y material de trabajo”. Las partidas vienen identificadas con las siglas “WHCA”, que corresponden al departamento White House Comunication Agency; o con las siglas “AFE”, “PPM” O “T & CU”, que corresponden al Air Force Element, Political Military y Transmissions and Communications Unit, respectivamente; y también, aunque con menos asiduidad, con las siglas “DCSG”, pertenecientes a Defense Coordinations Specialist Group. Todos estos envíos son retirados, sin ningún tipo de impedimento, por el “valijero” Bastida Centenera, con los pases concedidos en la chancillería de Asuntos Exteriores”. [238]

Además de suministrarnos micrófonos, igual que la CIA, los israelíes formaban a nuestros agentes e interrogaban a algunos de nuestros objetivos con su famoso polígrafo”, explica el coronel Perote. “Todos recordarán un programa de televisión que se llamaba La máquina de la Verdad, dirigido por Julián Lago, y a un tal “señor Cohen”, que era quien manejaba el aparato. Pues a ese hombre, quince años antes, le tuve que pasear por la judería de Toledo un día, para agradecerle los favores que nos hacía”. [244]

Y hasta aquí lo que radialmente hablando dio de sí esta excelente obra que resultará imprescindible para los que quieren saber algo de la CÍA en general y de sus trabajos en España en particular. Su pormenorizado índice onomástico y amplia bibliografía servirán también para cualquiera que quiera adentrarse en el peculiar mundo del espionaje. A disfrutar de la lectura y a gozar de la vida mientras esta nos deje un poquito de aliento.

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