LA RADIO EN LA LITERATURA: MUJERES ESPÍAS

“Comprendo que el patriotismo no es suficiente, no debo tener ningún odio hacia nadie”
[Edith Cavell]

Laura Manzanera, Mujeres Espías, Intrigas y sabotaje tras las líneas enemigas, Random House Mondadori, Barcelona 2008, 450 páginas.

La presente reseña, una vez más, no es fruto de la casualidad, pues esperaba encontrar la radio con mucha mayor profundidad. Recordando las celebres transmisiones que tantas tardes de invierno me entretenían y me hacían imaginar ese peculiar mundo del espionaje. Es cierto que ya nada es lo que era y que esas emisoras prácticamente han quedado barridas por las nuevas tecnologías, aunque tenemos unas cuantas para seguir disfrutando y soñando.

LA RADIO EN LA LITERATURA:  MUJERES ESPÍAS

El Libro nos transporta a una parcela del espionaje donde, evidentemente, la mujer es la protagonista. Es cierto que cualquiera que quiera hacer algo, tiene infinidad de temas para profundizar la vertiente femenina aunque, por mucho que nos empeñemos, los ejemplos no siempre satisfarán, por ejemplo el mundo de las mujeres dedicadas a la radioescucha. Puedo contar con los dedos de una mano el número de ellas en los encuentros diexistas pero, sobre todo, en la práctica real y continuada de la afición. Así que cualquiera que quiera escribir sobre ellas y la práctica de la radioescucha tiene un gran reto por delante.

Pero salvando este inciso, podemos decir que tiene una buena redacción (en todo caso algo más resumido tampoco habría estado de más o ¿se paga por páginas? Si es así, estamos de acuerdo que uno tiene que rentabilizar la oportunidad. Al margen de ese exceso debemos señalar que se hace fácil de leer y tienes unas cuantas tardes de solaz, tratando de descubrir ese mundo que te atrapa: el de la radio en el espionaje, pero vaya no he ido mucho más allá que lo que yo mismo escribiera en LA RADIO CLANDESTINA de los noventa. O sea, en ese terreno me quedo como estaba, no avanzo. Datos y datos trillados que quedan bien para una investigación pero nos deja en el mismo punto de partida, digamos de paso que apenas un puñado de citas hablan de la radio y emisoras conocidas, todo lo demás alude a la radio utilitaria o a la radio clandestina, pero escapan a la autora los nombres de las redes, incluso los nombres de guerra de las protagonistas. Vaya que habiendo libros sobre la radio clandestina podría haber rastreado en mayor profundidad y con ello haber acentuado la credibilidad de su relato ¿o es mucho trabajo buscar lo que técnicamente, consideramos un enigma?

Hecho este inciso, allá vamos con las citas para nuestra particular serie de LA RADIO EN LA LITERATURA. Como siempre, entre corchetes y negrita, la página en donde aparece el fragmento correspondiente. Y ya sabe, lea que eso le hará más sabio y sobre todo, será más difícil de convencer con ese aluvión de noticias falsas y la manipulación de la información que tan magistralmente se realiza en algunas zonas de la piel de toro donde, parece, nos han dejado al más estólido de cada casa para que cada día nos arroje un poquito de necedad. O como dirían por Argentina: Bosta.

“El reconocimiento aéreo ya no se hacía mediante globos aerostáticos sino desde aeroplanos, y el envío de señales cifradas a través del telégrafo y la radio se convirtió en un elemento imprescindible con el que la criptografía alcanzó una relevancia desconocida hasta ese momento”. [135]

“París también captó dos radiogramas procedentes de Madrid que resultaron definitivos. Uno decía: “H 21” pedirá a través de un telegrama del cónsul de Holanda en París que se haga una nueva entrega de dinero a su sirviente; se ruega que a ese propósito se advierta a Kraemer, cónsul de Alemania en Ámsterdam”, mientras que el otro avisaba de los siguiente: “H 21” llegará mañana a París. Pide que se le mande inmediatamente por telegrama, y a través del cónsul Kraemer y de su criada Anna Lintjens en Rosemond, 5.000 francos al Comptoir d’Escompte de París a nombre del cónsul de Holanda, Bunge”. Ya sólo faltaba que fuese Mata Hari quien retirase el dinero de la caja de ahorros para que pudiesen acusarla con una prueba concluyente”. [149]

“Optó por hacerse la ofendida y él, como cualquier hombre enamorado, acabó pidiéndole disculpas. Le dijo que podría recuperar la confianza de los franceses diciéndoles que los alemanes podían captar los mensajes galos porque conocían la frecuencia radiofónica que utilizaban. Francia cambiaría entonces su frecuencia y ella estaría salvada. Asimismo. Von Kalle le pidió una misión en París: averiguar el nombre del piloto francés que se dedicaba a transportar, de noche, espías a territorio alemán.

Decidió entregar la información sobre las frecuencias y sobre el piloto en peligro de muerte a Denvignes en lugar de a Ladoux. Tenía ya en su poder el pasaje para el barco que saldría de Vigo para Francia el 2 de febrero de 1917, pero cambió de idea, tomaría un avión. Para entonces, ya estaba fijado el día de su detención: el 13 de febrero”. [150]

“Por entonces, un mensaje de Berlín a Von Kalle fue interceptado en la recién inaugurada estación receptora de la torre Eiffel: “Rogamos nos comunique si el agente “H 21” ha recibido el aviso de que se sirve para sus comunicaciones de la tinta secreta, y si se ha demostrado que este sistema no puede ser descubierto por el enemigo”. ¿Cómo podían enviar un mensaje sobre un agente detenido?”. [152]

“La acusación no presentó sus mejores pruebas, los mensajes transmitidos desde Madrid a Berlín, porque significaría reconocer que la torre Eiffel podía captarlos y eso no debía saberlo el enemigo. Así que cuando los jueces se retiraron para deliberar, la acusada se quedó relativamente calmada, sabiendo que no tenían nada concluyente contra ella”. [154]

Marthe consiguió llegar a la capital y le pasó la información a George Aubry, encargado de transmitirla por radio a Londres. Aunque durante aquellos años Marthe también ayudó a aviadores aliados y a judíos que precisaban huir”. [193]

También resulta ambigua la historia de una destacada agente que actuó durante la Guerra Civil española, conocida como “La Blonde”. Parece ser que en un primer momento trabajó para los “sublevados” en una red quintacolumnista, y que más tarde lo hizo para la República. Aunque su figura sigue estando rodeada de misterio, se sabe que era catalana y que en 1938 sirvió en una emisora que enviaba informes a Burgos, donde los franquistas del SIPM (Servicio de Información y Policía Militar) se encargaban de descifrarlos, analizarlos y valorarlos”. [222]

Especialmente importantes resultaron las criptógrafas y las radiotelegrafistas, como Joan Clarke Murray, que trabajó en la máquina de codificación alemana Enigma, y Aileen Morris Clayton, asignada a la detección de mensajes enemigos”. [238]

“Tras la campaña de la Luftwaffe contra Inglaterra, en la que durante semanas fueron bombardeados cuarteles, fábricas, carreteras, astilleros y hasta la propia capital en preparación de un inminente desembarco en la isla, empezó a funcionar en las costas británicas un aparato maravilloso, el radar (Abreviatura de Radio Detection and Ranking, se desarrolló en la década de 1930. Durante la guerra, los británicos instalaron numerosas estaciones para la detección de aviones enemigos que jugaron un papel esencial durante la batalla de Inglaterra), que permitía derribar un avión tras otro como por arte de magia. Los alemanes no se explicaban cómo más de dos mil de sus aparatos habían podido ser abatidos. Estaba claro que, por el momento, la RAF había ganado la batalla en el aire”. [247]

“Como los mensajes entregados en mano a menudo llegaban tarde, decidieron transmitirlos por radio, así que instalaron varias emisoras. Todas las transmisiones, en morse, empezaban igual: “Nº 55 A. Ministerio de Guerra, Londres: Habla la Gata…” [248]

“Según un plan ideado por Bleicher que también contó con la colaboración de la Gata, por primera vez en la historia de la Segunda Guerra Mundial, una estación transmisora aliada era puesta al servicio de los nazis. La idea daría tan buenos resultados que sería copiada por ambos bandos. Fue por entonces cuando Mathilde descubrió, para su sorpresa, que Violette no pertenecía en realidad a la Resistencia, sino que actuaba como “topo” de los nazis, y que también ella había traicionado a Achard”. [252]

“¿Se planteó la Gata la posibilidad de utilizar la emisora de radio confiscada para cooperar con los aliados y engañar a sus nuevos y “forzados” compañeros? Para impedir que manipulase los mensajes añadiendo datos de su propia cosecha con el fin de alertar al enemigo, todos los textos que escribía eran entregados a Renée, quien se encargaba de codificarlos. Desde finales de noviembre de 1941 hasta principios del año siguiente, fueron intercambiados la mayoría de comunicados con el Ministerio de la Guerra británico y durante todo ese tiempo Londres creyó que la Gata seguía desempeñando su trabajo habitual”. [253]

“En junio de 1940, mientras la voz del mariscal Pétain se oía a través de los transmisores de radio pidiendo un armisticio, una veintena de oficiales franceses y británicos se encontraban almorzando en un restaurante cercano a la estación de Cherburgo”. [254]

“A principios de otoño, el operador de radio de Lucas fue detenido y él se encontró repentinamente incomunicado. Pronto descubrió que su problema tenía solución, porque existía una red franco polaca que contactaba habitualmente con Londres”. [254]

“Por un lado, la detención de Armand de Dampierre, un aristócrata francés que había ayudado mucho a la Gata; por otro, un telegrama de Londres a Lucas, en el que se anunciaba una operación de recogida que tendría efecto cerca de Chartres. Fue remitido por la Gata a las 18 horas y él supo que la operación estaba fijada para aquella misma noche. La nota se mandó bastante después de haber sido recibida por la radio instalada en Neuilly, y Lucas pensó que cabía dentro de lo posible que ella lo hubiese retardado expresamente, para que no le fuese posible acudir a la cita”. [255]

“Decidió entonces que resultaba esencial avisar a Londres de que su radio era utilizada por los nazis, quienes gracias a ella habían podido enterarse de que los ingleses preparaban una incursión sobre Saint-Nazaire. Antes de que esta tuviese lugar. Lucas tuvo tiempo de avisar a los suyos, pero los responsables de la operación no tuvieron en cuenta la advertencia, pensando que no existía base suficiente para abortarla. En el ataque, que se llevó a cabo el 28 de marzo de 1942, los británicos perdieron 212 hombres de un total de 353”. [256]

“Gracias al código de radio alemán que Mathilde había llevado a Inglaterra, pudieron emitir durante seis semanas informes falsos. Durante su estancia en Londres no la perdieron de vista ni un segundo, siguiéndola día y noche sin que ella se percatase. Tenía miedo de encontrarse con algún antiguo camarada de la Resistencia que pudiese informar a los ingleses de lo que realmente había hecho”. [259]

“Elisabeth, segura de que se debía seguir combatiendo a los alemanes, se emocionaría, como muchos franceses, cuando De Gaulle pronunció desde la BBC londinense un apasionado discurso que proclamaba el nacimiento de la Francia Libre. Sus palabras animaban a sus compatriotas con frases tan contundentes como estas: “Es cierto que hemos estado y seguimos estando sumergidos por la fuerza terrestre y aérea del enemigo. Pero ¿se ha dicho la última palabra? ¿Debe perderse la esperanza? ¿Es definitiva la derrota? ¡No!… Esta guerra no está sólo limitada al desdichado territorio de nuestro país… ¡Francia ha perdido una batalla, pero no ha perdido la guerra!”. Sus palabras calaron hondo, abrieron una puerta a la esperanza y consiguieron que, tras un período de desconcierto, los franceses volviesen a la lucha. Así pues, el germen de la Francia Libre estuvo formado por un trío: Courcel, De Gaulle y Miribel”. [265/266]

“Mientras tanto, Elisabeth planeaba nuevas emisiones para la BBC que, no obstante, acababan siendo rechazadas por “excesivamente fantásticas”, Dadas sus ansias de ayudar a los aliados, aquello debió frustrarla mucho, pero pronto creyó encontrar una forma más adecuada de colaborar”. [266]

“Me es imposible seguir soportando esta inmensa carga de responsabilidad y mi tarea como rey sin la ayuda y el apoyo de la mujer que amo”. Esta categórica frase formaba parte del discurso que, el 10 de diciembre de 1936, Eduardo VIII de Inglaterra, dirigía a su pueblo a través de las ondas radiofónicas. Hacía menos de un año que había sido coronado, tras la muerte de su padre, Jorge V, pero estaba totalmente decidido a abandonar el trono por amor”. [297]

“Enviaba expertos, armas, alimentos y ropa, medicinas, dinero, venenos, claves, tintas simpáticas… y disponía de emisoras de radio propias para enviar órdenes de ataque o recibir informes secretos”. [314]

“La mayoría de las componentes de la sección femenina, casi todas muy jóvenes, se centraron en un principio en tareas de intendencia, pero con el tiempo bastantes de ellas se vieron involucradas en emboscadas y ataques relámpago contra las tropas germanas, como saboteadoras a gran escala, y hubieron también magníficas criptógrafas y operadoras de radio”. [315]

“Se dieron también casos de hermanos y hermanas y de maridos y esposas que servían juntos. Entre los más notables están los de Percy y Berthe Mayer (ella continuó las transmisiones de radio de su marido después de que este fuese arrestado), Claude de Baissac y su hermana Lisse, y los hermanos Hielen –apodada “Didi”-, Jacqueline y Francis Nearne”. [315]

“Otro punto clave del trabajo eran los desplazamientos, que solían realizarse en bicicleta, o en tren para las distancias más largas. Percy Mayer se enfureció al comprobar que su nueva operadora de radio, Paddy O’Sullivan, no sabía montar en bicicleta, y hubo de invertir bastante tiempo en enseñarle. Por otro lado, las mensajeras estaban expuestas al riesgo constante de que sus informes fuesen descubiertos”. [318]

“Más difícil que las mensajeras lo tenían, si cabe, las operadoras de radio, que por motivos de seguridad solían vivir separadas de sus compañeros y debían moverse constantemente para que sus señales no fuesen detectadas por los alemanes. Durante un tiempo, Noor Inayat Khan lo tuvo especialmente complicado al ser la única operadora de radio en todo París. Tras su captura y la de su equipo, en octubre de 1943, los alemanes pudieron estar durante un tiempo al corriente de los comunicados antes de que Londres lo sospechase.

Un truco para despistar a los perseguidores consistía en contar con varios equipos cuyo uso se iba alternando, y cuando un equipo debía ser trasladado, lo habitual era que lo hiciese un mensajero y no quien se encargada de las transmisiones, pues era preferible perder el aparato que al agente, y mucho menos a ambos. Pero estas medidas no bastaban, ya que los mensajes –entrantes o salientes- eran potencialmente tan incriminatorios como los propios aparatos. Como solían ser demasiado largos –el tiempo medio para una recepción y transmisión era de entre treinta y cuarenta y cinco minutos- y excesivamente complejos para ser memorizados, debían ser entregados al operador, quien se encargada de destruirlos una vez enviados.

Había asimismo que tener presente la necesidad de contar con suministro eléctrico, difícil de conseguir especialmente en áreas rurales, y que los bombardeos o actos de sabotajes podían afectar a la red”. [319]

“Los agentes sólo podían llevar consigo una pequeña maleta, y los artículos más pesados, como los equipos radiofónicos, eran por lo general lanzados en paracaídas más tarde.

Aunque en ocasiones saltaban “a ciegas”, normalmente lo hacían en lugares concretos, donde las esperaba un comité de recepción previamente alertado mediante la difusión de dos mensajes radiados por la BBC. El primero de ellos las ponía sobre aviso; el segundo, emitido la misma tarde de la fecha escogida, confirmaba o desmentía el vuelo, decisión que dependía en gran medida de los pronósticos meteorológicos”. [320]

“En su primera misión para la Sección Francesa del SOE, a principios de abril de 1944, formó equipo con Phillipe Liéwer, antiguo corresponsal de la agencia de noticias Havas. Liéwer había creado circuitos de la Resistencia en Ruán y El Havre, pero estos habían sido destruidos por los alemanes, que realizaron un gran número de detenciones”. [328]

“Su segunda misión relevante, enmarcada en la Operación Salesman, comenzó un mes más tarde. Violette, apodada “Louise”, era la mensajera de un equipo de cuatro hombres cuya tarea era coordinar las actividades de sabotaje de varios grupos maquis en los departamentos de Haute-Vienne y Corrèze, en la región de Lemosín. Su coordinador era de nuevo Phillipe Liéwer (alias “Hamlet”) y el resto del equipo estaba compuesto, por un experto en demoliciones, un operador de radio y un teniente norteamericano. Todos ellos desconocían que los Panzer de la SS habían alcanzado el área de Limoges, la capital de la región, para reforzar las defensas alemanas en Normandía”. [329]

“De nuevo en Inglaterra, y tras un breve tiempo trabajando para el SOE en Madrid, en julio de 1943 la nombraron en secreto Miembro de la Orden del Imperio Británico. Los ingleses hubiesen querido reconocer su contribución con un honor más elevado, pero tenían miedo de que eso pudiese comprometer su identidad, ya que seguía estando en activo. Pasó a ser operadora de radio y empezó a actuar con el nombre en clave de “Diana”, aunque tuvo otros alias, entre ellos “Marie Monin”, “Germaine” y “Camilla”, mientras los alemanes la apodaban “Artemisa”. [331]

“Sus principales cometidos eran mantener contacto radiofónico con Londres, informar sobre posibles planes de sabotaje y formar grupos guerrilleros contra los nazis. Se puso en contacto con la Resistencia en el centro del país, trazó un mapa de las zonas más adecuadas para lanzar a los agentes, las provisiones y los comandos procedentes de Inglaterra, encontró casas que sirviesen de refugios seguros, y tras el desembarco de Normandía se reunió con un equipo de la Operación Jedburgh, en la que trabajaban conjuntamente los servicios secretos de los países aliados con el objetivo de enviar paracaidistas a Francia, Holanda y Bélgica. Además, ayudó a tres batallones de la Resistencia mientras seguía escribiendo sus valiosos reportajes.

Estuvo un tiempo viviendo en una casa de campo, en cuya azotea escondió el equipo de radio, y para pasar desapercibida conducía un rebaño de cabras por caminos en los que sabía que iba a haber movimientos de tropas nazis”. [332]

“Otra de las espías a la que los nazis ansiaban “cazar” era la más destacada operadora de radio del SOE, que respondía al apodo de “Madeleine”, y cuyo verdadero nombre era Noor Inayat Khsan. Su trabajo resultó tan eficaz que poco después de que lo iniciase, en junio de 1943, aumentó el número de mujeres radiotelegrafistas infiltradas en Francia.

Noor nació en 1914 en Moscú, donde su padre, de origen indio (era bisnieto del sultán Fateh Ali Tipu), se había instalado para difundir el sufismo, pero la familia huyó a Inglaterra tras estallar la Revolución rusa, para trasladarse luego a Suresnes, una pequeña ciudad cercada a París”. [333]

“En noviembre de 1940 se unió a la WAAF( Women’s Auxiliariy Air Force), donde se  convirtió en la primera de su clase en transmitir mensajes como radiotelegrafista. Se dedicó a mandar y recibir informes para los bombarderos hasta que fue requerida por un miembro de la oficina de guerra, quien le propuso emplear su habilidad en París, trabajando para el SOE, no sin antes advertirle que debería ir con mil ojos para no caer en manos de los nazis.

Todos los miembros del equipo de agente al que acababa de incorporarse habían sido arrestados por el Sicherheitsdienst (SD) – (fundado en 1932, fue la primera organización de espionaje creada dentro del partido nazi. Su misión era detectar, investigar y neutralizar posibles enemigos de los líderes del partido, tanto dentro como fuera del mismo)-, el servicio de inteligencia de las SS; todos menos ella. Su corazón iba a toda prisa mientras retransmitía a Londres la catastrófica noticia. Por fin le contestaron: “Es muy peligroso para usted. Regrese inmediatamente”. Pero sabía que no había ningún otro radiotelegrafista en París, así que desobedeció la orden y optó por quedarse aun sabiendo que la GESTAPO le pisaba los talones”. [334]

“Transmitía como mínimo, cuatro veces al día, cada vez desde un punto distinto de París. Sólo necesitaba una habitación con una ventana próxima a algún árbol, entre cuyas ramas podía esconder la antena fácilmente. Pero debía estar siempre en movimiento, pues no era aconsejable retransmitir más de treinta minutos seguidos, ya que la GESTAPO circulaba por las calles con detectores para localizar transmisores, y modificar constantemente su aspecto, lo que incluía distintas tonalidades de pelo y unas imprescindibles gafas oscuras. A pesar del peligro, no parecía tener miedo y mostraba en todo momento una calma sorprendente dadas las circunstancias”. [335]

“Aunque se negase a hablar sobres sus actividades, el SD encontró sus cuadernos, en los cuales había anotado, en contra de las normas de seguridad del SOE, copias de todos los mensajes enviados. Así, a pesar de su rechazo a revelar cualquier código secreto, los alemanes consiguieron suficiente información para seguir enviando mensajes falsos que imitaban a los suyos. Gracias a eso, y sin que Londres sospechase la existencia de anomalías en las transmisiones, algunos agentes en Francia fueron capturados, entre ellos Madeleine Damernment, con la que Noor no tardaría en reencontrarse”. [336]

“Ella misma recogía y distribuía armas, y se aseguraba de que sus operadores de radio mantuviesen un contacto constante con Londres”. [339]

“Sería Schellenberg quien llevaría a cabo la mayor parte del trabajo y quien, en lugar de infiltrar a algunos de sus hombres en la casa de citas, decidiría convertir a las prostitutas en espías. Schellenberg describiría así las obras: “Se construyeron paredes dobles para la incorporación de micrófonos. Estos estaban conectados a magnetófonos que registrarían cada palabra pronunciada en cualquier lugar de la casa”. [350]

“A los doce días de la inauguración probaron la eficacia del sistema con un oficial de la SS. Pudieron escuchar cómo, aquel hombre confiado, charlaba con la chica escogida sobre su casa, sus parientes y su devoción por el Führer. Pero la muchacha había aprendido bien la lección y cuando aduló al joven e hizo referencia a su espíritu de lucha, este comenzó a contarle detalles sobre el inminente traslado de su unidad”. [351]

“Diplomáticos, soldados de alto rango y algunos “peces gordos” del partido nazi empezaron a realizar visitas frecuentes. Durante sus estancias, los micrófonos disimulados tras paredes y cabeceros, captaban cada palabra y cada susurro, que quedaban registrados gracias a un completo equipo situado en un cercano sótano de la Meineckestrasse”. [352]

“Algunas conversaciones de miembros del espionaje germano pudieron grabarse gracias a la intervención del agente británico Roger Wilson. Este, dadas las sospechas sobre las auténticas actividades de Kitty, empezó a acudir al local haciéndose pasar por un funcionario rumano llamado Ljubo Kolchev y se encargó de volver a conectar los micrófonos, con lo que durante un tiempo, la inteligencia británica pudo saber absolutamente todo lo que se decía, hasta que Wilson fue capturado y enviado a un campo de prisioneros”. [352/353]

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