“La libertad es aquel estado en el que no se tiene ya nada que perder”.
[Johannes M. Simmel]
Autor Johannes M. Simmel, Novela Zeta, Barcelona 2007, 825 páginas. www.edicionesb.com
Se trata de una extraordinaria novela que me ha proporcionado verdaderas horas de asueto a pesar de la temática y donde, la violencia de los hechos, alusivos a la II GUERRA MUNDIAL es latente pero, sin embargo, el autor maneja magistralmente al personaje y saca verdaderas páginas de épica humorística que te deja ese agradable sabor de boca que al finalizar te hace decir: me ha sabido a poco y eso que supera las 800 páginas. Vaya, es un tochito que se hace pesado llevar en el bolsillo y hay que dosificarlo para que no te pese en las manos.
Ante tanta quincalla que había caído en mis manos el último año y que ya fui relatando en esta serie dedicada a la radio, uno se hace la pregunta ¿por mucho que se produzca, literariamente hablando, es realmente necesario o como mínimo útil? Evidentemente, novelas como esta te indican que no. Infinidad de títulos deberían de haberse incinerado por no decir que no se deberían de haber llegado a publicar. Con los escasos que están los recursos y la gente se empeña en dejar un libro escrito en el que vierten sus propias empanadas mentales y, en muchos casos, escriben de oídas sobre casos que son realmente serios [el año que acaba de finalizar me encontré con verdaderos bodrios sobre nuestra INCIVIL donde sólo era latente el odio hacia los otros españoles, como si cada uno de nosotros no tuviera su drama y necesitáramos encontrarnos con tanta insensatez vertida en formato novela, memorias, panfleto, libelo o testimonio ensalzando una etapa que mejor habría sido no haber tenido en nuestra historia. Pero, ya que se tuvo, se debería de mirar, siempre, en sentido positivo para evitar caer en el cainísmo de entonces y que parece nos acecha tal y cómo van quedando los resultados electorales que, entre toda la sociedad, estamos provocando].
La novela, y me permito reproducir aquí la reseña de la contraportada, se centra en la II GUERRA MUNDIAL una vez finalizada. El soldado austriaco Jakob Formann comienza una meteórica carrera empresarial, aprovechando la penosa situación en la que se encuentra Alemania. Comienza con 40.000 huevos importados fraudulentamente de EE. UU., que, en virtud de la especulación, el mercado negro, la falta de ética, los intereses del capitalismo y el socialismo –y de una suerte prodigiosa-, logra multiplicar y convertir en empresas navieras, una exitosa editorial, granjas, industrias de plástico, intereses en la banca, etc., además de palacios, villas, pisos y mansiones en todo el mundo. Las mujeres tampoco le son esquivas y cuenta con un buen número de amantes, aunque su verdadero amor es Julia la Liebre, quien estuvo a su lado cuando comenzó y con la que se reencuentra treinta años después, cuando prácticamente está en quiebra.
Con esa trama, el autor austriaco logra urdir una excelente obra donde el lector se verá abocado [o retratado] a una realidad que no le es ajena, sobre todo si ya peina canas y no puede ser “manipulado” ideológicamente; algo que, lamentablemente, en los tiempos que vivimos se hace de una manera descarada con nuestra juventud. Pero volvamos a Simmel, debo señalar que las escenas más jocosas son las centradas en el mundo del amor [o debemos decir ¿sexo?] que hace destornillarte de risa. Los capítulos, bien dosificados, bien montados, hacen que prácticamente no tengas muchas dificultades para hincarle el diente o levantarte de la silla para disfrutar de la vida sin que por ello se tenga que perder el hilo de la narración.
En fin tenemos una buena obra que merece la pena conocer, pero lo que en esta serie nos interesa es el mundo de la radio y tenemos unas cuantas entradas que en algunos de los casos nos devolverán a una época gratamente fantástica radialmente hablando y no la de la chabacanería o el mal gusto que nos invade, sobre todo desde que la radiodifusión gubernamental europea decidió hacerse el harakiri y abandonar [sin que nos expliquen el por qué] su acertado aporte a una convivencia realmente modélica y nos endilgaran, por la cara, el cierre de las emisoras de la onda corta y onda media que cada año nos amarga un poco más. Parece que los advenedizos tienen ganas al personal formado y al prestigio de determinadas instituciones radiofónicas [léase BBC, RFI, DW, RNW, ORF, RTL o las no menos citadas Budapest, Praga, Moscú, Varsovia y un gran etcétera] cuyos periodistas no dejaban su compromiso con la verdad y la ética, aunque no gustase al poder, sus análisis eran demoledores. Seguramente la corrupción existía, pero no campa por sus respetos como en estos momentos acontece en prácticamente toda la UE. Ahora, el páramo de la FM donde, cualquier autonomía, puede convertirse en el ejemplo del déspota del siglo XXI al decidir a quién les da el permiso para emitir, no para de abocarnos a un tipo de radio que continuamente nos devuelve a la imagen de LA RADIO DE LAS MIL COLINAS que, con su odio hertziano nos legó, a nuestra generación, centenares de miles de muertos en aquellos preciosos paisajes de Rwanda. Así que realizadas estas pequeñas consideraciones, adentrémonos en el aspecto radial de estas más de 800 páginas. ¡Que las disfruten! Y tampoco ha sido [ni seguramente será] la única o última vez que la radio se utilizó en el sentido que jamás se debería haber empleado. Adentrémonos en la radio:
“No vivas dando tantas explicaciones, tus amigos no las necesitan, tus enemigos no las creen y los estúpidos no las entienden”.
[Oscar Wilde]
“-¡Qué locura! –chilló el coronel Peter Milhouse Hobson con vos histérica y la cara roja como un tomate, a la vez que levantaba los brazos, allá en el primer piso de la torre, y corría de un lado a otro entre tres soldados que manejaban aparatos de radar e instalaciones de radio-. ¡Loco me volveré! ¡Loco, loco…!
Dos de los tres controladores aéreos también presentaban síntomas de trastornos psíquicos. Ladraban antes sus micrófonos, tartamudeaban y maldecían, y muchas de sus indicaciones para la seguridad del espacio aéreo americano estaban equivocadas. “Esos dos están listos –se dijo Jakob-, pero no el tercero.” [37]
“-Moyshe tiene amigos en el Blue Danube Network. (Era el equivalente austriaco al American Forces Network llamado brevemente AFN en la zona estadounidense de Alemania).” [64]
“…Por último, el pronóstico del instituto Osborne para el largo fin de semana con ocasión del 4 de julio, día de la Independencia americana: en los Estados de la Unión, habrá, según la estadística, setecientos dos coma siete muertos y heridos graves en accidentes de circulación. ¡Y hasta aquí las noticias, amigos! Habla vuestra emisora favorita, KLMC, os saluda con cariño Ronnie Baldwin, y continuamos el programa con melodías de Glenn Miller. En primer lugar escucharéis Serenata a la luz de la luna…”
Serenata a la luz de la luna…
Sonó una música tierna. Jakob Formann parecía petrificado. Los setecientos dos coma siete muertos y heridos graves en accidente de circulación que se producirían el próximo fin de semana, habían acabado de darle el golpe. “¡Habría que avisar a esa pobre gente –pensó, aturdido-. Creo que voy a volverme loco. Aquí encima de la mesa que tengo delante, hay dos libros. Los bestsellers del año, dijo la belleza rubia de las fantásticas piernas antes de dejarme solo. Uno es de un tal señor Alfred Ch. Kinsey y se titula La conducta sexual del hombre. Lo he estado hojeando.” [299]
“¡Aquí RIAS de Berlín, la voz libre del mundo libre! ¡Buenos días, señoras y caballeros, El gong acaba de marcar las catorce horas. RIAS de Berlín transmite las noticias… Una vez levantado el bloqueo de Berlín la Policía Popular de la zona oriental se dedica a obstaculizar la vida en la ciudad dividida mediante nuevas trabas, a partir de la pasada medianoche. Tanto por tierra como por aire y vía fluvial se han establecido unas así llamadas “limitaciones de tráfico”…
Eso fue lo primero que oyó Jakob Formann cuando, a su regreso de la Unión Soviética, se dirigía a una villa situada en el Grunewald del Berlín occidental. La voz del locutor de RIAS resonaba poderosa en todo el jardín. Hablaba de controles en las autopistas; de grandes camiones cargados de víveres a los que se les había denegado el paso; de trastornos del tráfico aéreo en los tres “pasillos”; de remolcadores detenidos en el río Spree…” [397/398]
“El locutor de RIAS:
“…Ensalzan todos los periódicos de la República Federal, en amplios comentarios e informes, la destacada labor del fallecido constructor de aviones, profesor Donner, cuyos restos, como decíamos, recibieron sepultura ayer, en su ciudad natal de Dusseldorf…”
Jakob se levantó de un salto.
-¿Cómo? ¿Qué Donner está muerto?
-¿No… no… no lo sabía, jefe? ¡O… oiga, si se ha p-puesto verde! To… tome whisky. ¡Un buen tr-trago!
-¡Cállese, Schreiber!
-Es lo m…mejor que hay p-para estados de de…debilidad.
-¡Que se calle, cuerno! -gritó Jakob.
Donner, muerto.
Donner, muerto.
El locutor:
“… para la preparación de la firma de un convenio aduanero entre Francia e Italia…”
“Nada. No he podido enterarme de nada más, por culpa de este maldito majadero.”
-¡Es usted un majadero! ¡Por su culpa no he podido oír nada más! ¡Y usted no sabe lo que para mí representaba el profesor Donner! ¡Lo que hizo por mí!” [400/401]
“Al cabo de una hora, Jakob entró en el despacho de la secretaria del delegado personal. Allí funcionaba quedamente una radio, 1a que transmitía una mantecosa voz de tenor:
Arrivederci, Roma…
La canción del año.
-Oiga, señorita, llevo ya esperando…
-Lo siento, herr Formann, pero el señor delegado personal tiene aún algo muy urgente que atender…
-¡Entonces que no me citen para las cinco! –voceó Jakob-. ¡Yo no robo mi tiempo a nadie! ¡Es un escándalo!
Whatever will be, will be…
Otro éxito del año.” [442]
“Junto a la cama funcionaba una radio. Jakob oyó música.
“The wayward wind…”, cantaba precisamente Doris Day.
Las damas se habían organizado una tarde agradable. Jakob vio unos fruteros, chocolate, cigarrillos y champaña.
-¡Nunca hubiera esperado semejante cosa de ti, BAMBI! –Exclamó Formann en tono lastimero.” [491]
“Sé lo excitados que estáis, lo fatigados que estamos todos y cuán profunda es nuestra indignación. Sin embargo, tenemos que hacer comprender a los negros de Birmingham que nuestro camino no es la violencia…”
La voz procedía de una radio que había en la habitación que Jakob ocupaba en el hotel. Yacía encima de la cama, con la cabeza vendada y miraba al techo. Era ya de noche. Desde fuera llegaba aún el tétrico resplandor de algunos incendios, pero en la calle había tranquilidad. El ejército, la guardia nacional y la policía habían puesto fin al terrorismo de los blancos y, con ello, al levantamiento de los negros. En Birmingham imperaba ahora la quietud. La quietud de un cementerio.
El tono dominante del orador –Jakob sabía que era el doctor Martin Lutero King- cedió ahora para adoptar el solemne y monótono canto de aquel inglés típico de los predicadores de los estados del sur:
“Veréis la integración racial en los bares y restaurantes. Veréis la integración racial en las antesalas de los despachos. Veréis que los negros ocupan cargos antes nunca soñados. Veréis cómo el negro se integra a esta sociedad en calidad de hombre. ‘¡Dentro de cinco años Birmingham será una de las ciudades más bellas del sur, en el terreno de la política racial!”, salmodió la voz del doctor Martin Lutero King, la voz del líder negro y teólogo, del hombre que cinco años más tarde obtendría el Premio Nobel de la Paz y ocho años más tarde caería asesinado… por blancos, el 4 de abril de 1968.
Este hombre, que luchaba como Ghandi por lograr una victoria sin violencia, supo acallar una vez más a la masa negra. Como en trance, fascinados por las predicciones de su apóstol, los negros escuchaban ahora otra voz: la de Ralph Abernathy, un colaborador de King, que exhortó a la obediencia a los negros de Birmingham, frente a su apóstol.
Siempre echado en la cama, mirando al techo, Jakob oyó también las frases de Abernathy:
“¡No todos podemos ser caudillos!”
Un coro de miles de voces respondió: ¡¡No, no!”
“El doctor Martin Lutero King es nuestro caudillo y ¿qué exige de nosotros”?
De nuevo las miles y miles de voces, a coro: “¡No empleéis la violencia!”
Alguien golpeó con fuerza la puerta de la habitación de Jakob.
“¡No empleéis la violencia!”
La cantinela que brotaba de la radio era tan penetrante que Jakob no entendía lo que gritaba el hombre desde el pasillo.” [543/544]
“Lo dijeron por radio, a las ocho. Que no habían encontrado ni rastro de él en el barranco del Mangfall, y que lo más probable, casi seguro, vaya, es que muriera quemado en su coche… ¿Comprendes, Seppl?
-¡En tal caso tendrían que haber encontrado al menos un par de huesos de ese perro! Pero eso de que no aparezca nada…” [742]