Ídolos populares de la radio y la música latinoamericana (I)

Dicen que la música amansa a las fieras, calma nuestros nervios, nos prepara para el amor o nos envilece cuando oímos alguna pieza que nos llega hasta los tuétanos. La música latina tiene mucho de pasión, de fuego, de amor y, posiblemente, sea cierto, aunque a nosotros hay otras músicas que también nos provocan similares sensaciones. Pero si alguna característica tiene la música latina del siglo XX es que prácticamente siempre estuvo ahí, cantando al amor, al desamor, la pasión, los celos, la entrega desenfrenada…

Es la música hecha poesía que cautivó a nuestros padres y nos enamoró a los que hoy peinamos canas. Era un tipo de música constante que, con el paso del tiempo, se ha convertido en clásica dentro de su género y, algunas piezas han pasado a integrarse en el repertorio de los grandes tenores españoles, por ejemplo el himno de mi tierra “Granada” que lo hemos oído en labios de José Carreras, Plácido Domingo y Luciano Pavarotti; o en la del inolvidable Luis Mariano que nunca dejó de cautivarnos cuando lo oíamos a través de las antenas de Radio París [hoy Radio Francia Internacional].

Tenemos hoy el placer de hacernos eco de una emisión de sellos salvadoreños que nos embelesa, nos enamora, nos apasiona o nos devuelve a nuestra juventud sólo con tratar de imaginar algunos de los momentos -qué fugaces, pero qué bien grabados quedaron en el CD Rom de nuestra memoria- que vivimos en nuestra juventud cuando nada sobraba pero, no faltaba el amor [que no el sexo, que al parecer hoy sobra a nuestros jóvenes], la solidaridad y el compartir lo que se tenía, siempre con una sonrisa en los labios. Así que vayamos a los homenajeados, adentrémonos con esas voces que son parte de nuestra historia.

AGUSTÍN LARA (MÉXICO)

Nació en Tlacopalpán, (Veracruz) el 1 de octubre de 1900 y murió en el Distrito Federal el 6 de noviembre de 1970, comúnmente conocido como “El flaco de oro”, en realidad se llamaba Ángel Agustín María Carlos Fausto Mariano Alfonso del Sagrado Corazón Lara y Aguirre del Pino, sobre él siempre existió un halo de misterio en cuanto al lugar y el día de su nacimiento, nosotros nos quedamos con los que tomó el correo mexicano.

Él siempre afirmó que su cuna fue una bellísima población al sur de la ciudad de Veracruz [si van por la zona no se pierdan la casa museo que se puede visitar con una muy buena comunicación empleando el trencito turístico veracruzano, sobre todo en verano, aunque es difícil localizar alojamiento en esta zona caribeña donde el son jarocho y el danzón son los ritmos que marcan la pauta si nos dejamos llevar].

Agustín vino al mundo en el seno de una familia acomodada (su padre era doctor y dicen que su pasión por la música le llegó oyéndole tocar el piano), pero fue su tía Refugio Aguirre del Pino, directora del Hospicio de Coyoacán [en cuyo armonio improvisó sus primeras notas] la que le encauzó. Su profesora de música fue Luz Torres Torrija. La Revolución Mexicana hizo que sus progenitores tuviesen que alquilar las habitaciones de su casa para poder seguir adelante, uno de los huéspedes quedó fascinado por su talento y se lo acabó llevando como pianista a una casa de “mala reputación” (de donde “el flaco” parece que sacó su pasión por las mujeres hermosas, la buena vida y, en ocasiones, el caos). Esa etapa impregnó su producción, sólo hay que escuchar con detenimiento el contenido de “Aventura”, “Pecadora”, “Una cualquiera”… y tantas otras que marcaron nuestra vida y la suya: dicen que su primera composición “Marucha” fue la causa de la cicatriz de su cara, producto del ataque de celos de una dama que le arrojó una botella que lo marcó para siempre. En fin, su vida, fue una gran aventura y, a veces, una transgresión tras otra: su padre lo echó de casa a los doce años, estuvo en la cárcel por robo, se casó en “artículo mortis” mientras agonizaba de una pulmonía, etc.

La primera canción que registró en la Sociedad de Autores fue “La prisionera” (1926). El primer matrimonio con la hija de los dueños del Cabaret Salambo (Angelina Brusquetta) le abrió las puertas al paraíso musical que sería imparable tras su encuentro con el tenor Juan Arvizu (uno de los grandes boleristas de su época) quien le consagró en 1929 con “Imposible”.

La radio de entonces, sobre todo su programa “La hora íntima de Agustín Lara” por la popularísima XEW “La Voz de América Latina” y que tantas buenas madrugadas me dio cuando siendo adolescente la escuchaba -creo que en los 19 metros- por la onda corta. El músico reconoció que “a la radio le debo todo y estoy casado con un micrófono” (el correo mexicano le honró también en una preciosa serie dedicada a los ídolos populares de la radio -15 diciembre de 1995-, con posterioridad, en el año 2000 apareció en una hojita que celebraba Los cien años de identidad y diversidad cultural de México, o el más temprano que apareció prácticamente nada más morir, en 1971, nos muestra el teclado de un piano y la fecha de nacimiento y muerte junto a su nombre y firma. El piano era su instrumento favorito, hoy el honor filatélico se lo hace El Salvador, pero no fue el único lugar donde la filatelia se rindió a su calidad musical.


Agustín Lara interpretando al piano "Tengo ganas de un beso". Fuente: Youtube.com

Lara, como galán, no defraudó a sus incondicionales. Hay que conocer México para descubrir esa pasión de sus bellas mujeres por los hombres fuertes. De una decena de romances más o menos reconocidos y duraderos, él siempre confesó que su gran amor fue María de los Ángeles Félix [María Félix o La Doña] con la que contrajo matrimonio el 24 de diciembre de 1954, a ella le dedicó numerosas canciones; ese mismo año el Casino Español del DF le organizó su primer viaje a España (en esa época no había relaciones diplomáticas, México siempre apoyó al gobierno de la República, oficialmente tuvo que llegar la democracia para que ambos países las formalizaran]. Lara era un enamorado de lo español y había escrito canciones dedicadas a varias de nuestras ciudades, al margen de Granada [de la que fue nombrado hijo adoptivo], escribió Madrid ¿quién no conoce su chotis?, Murcia, Navarra, Sevilla, Toledo, Valencia… Dicen las crónicas que, nada más pisar suelo español, se arrodilló, besó el suelo y saludó: ¡Hola Madre! ¿Cómo has estado?

En 1966 Francisco Franco lo nombró Hijo Honorario de España, algo que los republicanos en México no le perdonaron (ese es un tema que también trae cola, he conocido numerosos exiliados que hablaban de los años treinta como si el país -España- hubiese vivido en el paraíso, en la arcadia feliz y no se creían cuando les explicaba la realidad española de finales del siglo XX, la bibliografía mexicana tiene abundante información sobre ese período, aunque también es cierto que con grandes claroscuros, pues no todo fueron “alegrías” en el exilio y las diferentes familias de refugiados allí continuaron con la batalla [ideológicamente hablando] y aplicando la clásica “picardía” española).

Lara cultivó, con gran dominio, varios géneros musicales: danzones, boleros, fox trot, pasodobles, tangos, tropical, valses… su preferido fue siempre el bolero y con él sufrió una evolución que finalmente se hizo inconfundible. Dicen que sus composiciones se acercan al medio millar, más de un tercio fueron boleros. También incursionó en el mundo de la opereta, escribió “El pájaro de oro” y en el cine actuó en una treintena de películas, dirigió “Santa” (1931). Algunos de los títulos fueron “Novillero” (1936), “El embrujo del trópico” (1928), filmada en Hollywood), “Virgen de Medianoche” (1941), “Noche de Ronda” (1942), “Pervertida” (1945), “Pecadora” (1947), “Revancha” (1948), “Coqueta Perdida” (1949), “Tropicana” (1956) o su propia biografía filmada en 1959 (La vida de Agustín Lara). Su etapa de mayor creatividad musical correspondió al periodo 1925-1940.

Sus canciones, fueron y son interpretadas por profesionales de todo el mundo. Inolvidable la inconfundible voz de Frank Sinatra cuando hizo llegar al mundo anglosajón “Solamente una vez” (You belong to my heart).

Continúa en la parte II

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