DIARIO DEL VIAJE A CHINA: CONCURSO PERCIBIR CHINA-NINGXIA 2013 (8)

DÍA 17 DE DICIEMBRE

Comenzamos la jornada, se inicia la ruta más larga desde que llegamos a Ningxia, cerca de 200 kilómetros separan Yinchuan de Zhongwei donde nos detendremos para visitar el Templo de Gao Miao. Curiosamente, durante la noche anterior, estuve preparando lagunas preguntas, me las eché al bolsillo y nada más detenernos en ruta “a cambiar el agua de las aceitunas” le pregunto a mi asistenta y, otra vez, como si fuese premonición, las preguntas caen sobre lo que hoy visitaremos. En el templo tengo un dato a rectificar y que había concebido erróneamente, cuando regreso a Valls me entretengo en buscar los materiales con los que trabajé y, efectivamente, allí decían que el centro religioso estaba activo para los cristianos. En realidad Gao Miao sirve a religiones asiáticas, concretamente Budistas, Confucionistas y Taoístas.

Recordemos de paso que un templo budista se parece a otro, como dos gotas de agua [o al menos así los veo yo], impresionan sus coloridos, sus detalles arquitectónicos, su extensa colección de personajes en exposición permanente y a tamaño original en la parte izquierda de la planta baja. Continuamos nuestro recorrido y ya nos advierten que no debemos fotografiar el interior. Subimos la empinadas escaleras [hay tres pisos] que, evidentemente, no están preparadas para personas con problemas de movilidad. Tienen una inclinación que desaniman a cualquiera, pero allá que las remontamos, unos tal cual y otros en diagonal que son más fáciles de superar. Una foto aquí, otra allá y mil explicaciones sobre el centro religioso por parte de la guía que nos asignaron y que se explayó sobre el budismo y sus enseñanzas.

La sorpresa de este templo la encontraremos en los sótanos [que no todo el mundo los ve] al margen de que su entrada aparece semioculta tras unos cortinajes y un pequeñísimo patio interior situado en la zona derecha tal y como se accede al templo tras pasar la zona de las oraciones y las ofrendas de los fieles. Tras la primera puerta que nos deja ante las escalinatas, a mano derecha, semioculta está esa entrada al infierno.

El subterráneo es de lo más “friki” que uno se pueda encontrar, pero ahí está y, seguramente, hará las delicias de la chiquillería extranjera y no dejará dormir a los naturales del lugar. Toda la vida pensando que sólo los cristianos teníamos el infierno como castigo y ¡Zas!, de golpe: las imágenes de la extracción de ojos, el arrancado de la lengua, la extracción de la piel en carne viva, la fritada de los pecadores en aceite hirviendo, etc.

Vaya que, a la que te descuidas, tienes una serie de “purgas” similares a las que nos ofrecen los pecados de los católicos, por ejemplo. Con lo que una vez más, por ejemplo, te haces la pregunta, ¿Por qué nos toman el pelo de esta manera? Está bien que se predique que debemos actuar correctamente por el bien de todos, pero vaya, que te saquen los ojos por desear la mujer de tu prójimo es una pasada demencial.

En fin que el sótano del misterio es lo que menos me esperaba en un templo de estas características. Salimos y, camino del restaurante, estamos en la ciudad de Zhongwei y de aquí procede la guía del turismo local que nos recibió cuando llegamos al aeropuerto. Ella nos eligió el menú, todos aceptamos sus recomendaciones y disfrutamos una vez más de la gastronomía hui. Nada más entrar una pieza del mobiliario llamó mi atención: un aparato de radio de sobremesa que, imagino, deparó muchas horas de satisfacción a su poseedor hace décadas. Vaya: otro mito que se me derrumbaba, según la propaganda de la época durante la revolución cultural no se podían escuchar las emisoras extranjeras ¿entonces qué pinta este receptor? Es cierto que no funcionaba y tenía una misión ornamental, pero lo inmortalicé en una de tantas fotos del viaje y ya luce en solitario en alguna de mis entregas en Facebook. Señalar que la comida me sentó de perlas y no tuve problemas de estómago durante todo el viaje, de hecho apenas he tenido problemas salvo en un par de ocasiones en estos largos años de periplos por medio mundo.

Volvemos al micro y ahora rumbo a lo que considero la “bomba” o la mayor de las atracciones del viaje, quizá porque aquí se integraba la parte lúdica con la naturaleza más salvaje de todo el periplo y de la que todo el grupo satisfecho, participó y disfrutó. Se trataba del Complejo Turístico de Shapotou, como siempre es una extensión que sobrecoge, las autoridades y guías locales que nos acompañaron nos dijeron que es uno de los 10 lugares preferidos por el turismo en China y, sinceramente, no me extraña. Esta zona también tenía una pregunta libre que voy a reproducir inmediatamente:

 

En Shapotou y en el Lago Shahum la arena y el agua se integran armónicamente. ¿Cuál sitio prefieres? ¿Por qué?

SHAPOTOU, sin lugar a dudas y todo porque en un reportaje de la televisión (que me impactó) veía cómo sus habitantes detienen el avance del desierto y ello me enorgulleció enormemente porque mis terrícolas chinos habían detenido a la naturaleza con medios naturales. Ello contrasta con los terrícolas españoles que desertizan la península Ibérica y se quedan cruzados de brazos cuando la naturaleza, por la acción desaprensiva de unos pocos, acaba desapareciendo y muchos dejaremos de ver esos pulmones verdes que nos dan oxígeno y bienestar.

Shapotou es para mí el paradigma de lo que el ser humano puede hacer cuando aúna esfuerzos hacia un único objetivo. En este caso evitar que la arena se coma esa grandiosa obra de ingeniería que es el ferrocarril (tan denostado en occidente) y, al mismo tiempo, detener al gran desierto de arena y hacerlo, además, rentable con medios naturales gracias a la sabiduría de las gentes que han convivido con esos elementos durante miles de años. Atrae turismo y encandila al curioso o al deportista que se desliza por sus arenas.

Por ello me quedo en SHAPOTOU que, en otro orden de cosas, me recuerda la puna andina: la soledad más absoluta y un bienestar interior difícil de explicar. Podríamos decir que SHAPOTOU te atrapa el alma y su cañón de arena sonora no deja de sorprender al visitante que tiene la fortuna de contemplarlo y, con los ojos cerrados, afinar sus oídos.

* * * * *

Nada más llegar a las instalaciones, ya teníamos a los representantes a nuestra disposición, las actividades nos enganchan inmediatamente, iniciamos el ascenso con el telesilla que nos permite situarnos casi al nivel de la línea de ferrocarril y contemplar el impresionante paisaje del río Amarillo que aparece imponente. Tras él, las montañas y una de las muchas autopistas que jalonan el territorio de China. Nada más llegar y, tras la sesión de fotos aprovechando que el sol lo teníamos delante,  se inicia el ascenso en un vehículo todo terreno hasta la zona del desierto en la que también están los camellos y los senderos para realizar los espectaculares recorridos por el mar de arena que te hace ver lo poco que representas ante la naturaleza. Lamentablemente, la máquina dijo basta y no hay fotos de esta tarde.

El camión de camuflaje, como si fuera de estilo militar, está protegido con fuertes barras de hierro y nada más subirnos todo el mundo tenía que colocarse los cinturones de seguridad ¿para qué? Apenas unos minutos después lo descubriríamos. En esta actividad, la verdad, todo sea dicho, el grupo disfrutó a lo grande y en plenitud. Lo más impresionante del recorrido. Nada más iniciar el viaje, cinco minutos de trayecto y ya tenemos la caída en picado por una de las impresionantes dunas y así durante una media hora ante las innumerables pendientes que se presentaban ya fuera de pista y a gusto del conductor. Calculo que ahí todos nos comportamos como críos, gritábamos como posesos y el estómago se te atragantaba… Suerte que habían pasado casi dos horas desde la ingesta. Realizamos una breve pasada para revolcarnos por la arena y la sesión de fotos en una de las cumbres del desierto…

Volvemos al vehículo y de nuevo otra sesión de subidas y fortísimas caídas que te explicaban por qué tenías que ir con cinturón de seguridad bien colocado y, a pesar de eso, no me extrañaría que todos los años haya algún incidente con esa actividad que es de lo más fascinante. Fue la antepenúltima actividad de la jornada, tras dejarnos el camión, iniciamos la travesía del desierto caminando sobre una pasarela y ante nuestros ojos la inmensidad del río Amarillo y su entorno, a ambos lados de la pasarela, zonas en reposo y de estudio a las que está prohibido acceder a los visitantes.

Tras juntarnos en la zona de aseos tomamos el camino lentamente hasta la zona del telesilla donde nos espera otra de las “grandes”: el descenso en una especie de trineo que te deja prácticamente a los pies del río [si tienes suerte y no caes rodando], algunos desistimos de realizar esa, a nuestro entender, arriesgada actividad. ¡La edad nos hace ser precavidos y es preferible quedar con la tranquilidad a pegarte un tortazo de aúpa, que de todo hubo en esa bajada!

Volvemos a concéntranos en la zona, el grupo se vuelve a poner en marcha, ahora toca una visita a la zona de la campana donde, dicen, es tradicional tocar tres veces su célebre “gong”. Los ganadores hicieron el ritual, aunque en realidad no entendí para qué. Fui el último y me devolvió a mi juventud cuando subíamos a tocar las campanas a la Iglesia de la Encarnación y nos permitía una visión de todo el entorno del pueblo.

Un corto paseo nos pondrá en el punto y final de la actividad lúdica del día donde fuimos tratados con categoría VIP, lógico reconocerlo y agradecerlo. Ahora la invitación a realizar el paseo en balsa de piel de cordero que era como los pueblos del inmenso curso fluvial atravesaban o pescaban en el caudaloso río. Tras una media hora de ascenso, gracias a las paladas de cada remero, las balsas llegan al inicio de nuestra aventura en Shapotou que ahora se convierte en punto y final para las actividades del día. El agradecimiento para el personal que nos atendió e inmediatamente hacia el micro que nos espera para devolvernos a Zhongwei donde nos alojaremos en el fastuoso hotel Longcheng, evidentemente más bello en su interior que en la parte externa.

Apenas tuvimos tiempo de quitarnos la arena y ya estábamos en la cena. Nos agasajaban los directivos del Complejo de Shapotou y nos daban las gracias por la visita [otra vez, en lugar de hacerlo nosotros, eran ellos los que agradecían nuestra presencia; la repera, te invitan y encima te lo agradecen, pero a medida que vas conociendo al pueblo chino vas descubriendo sutilezas que nosotros perdimos hace tiempo]. Departieron con los invitados, nos felicitaron y llegó la hora de los brindis; la verdad, fue el acontecimiento inesperado, aunque antes de comenzar, cuando estábamos los tres ganadores y sus respectivos asistentes, ya le dije al ganador de la India que esta noche sería “PITA, PITA, HE” pero a lo grande. El día anterior le había preguntado sobre ello porque me vino a la memoria aquella canción del verano hace años en España… Y no me equivoqué.

Tras media hora de espera, llega el director del complejo acompañado de otra persona [después resultaría que era un escritor chino con más de medio centenar de obras] más tarde aparecería una tercera persona y, finalmente dos chicas más. Lo importante era brindar con ese licor parecido al aguardiente y, especialmente, con el ganador indio que siempre se llenaba la copa. Ellos nunca se colocan menos licor que el invitado, así que si estábamos 10 personas y cada uno se colocaba su copa hasta arriba, las cinco personas, incluidas las chicas de turismo, cada una se colocaba entre costilla y costilla sus diez copas [mientras que los invitados, como eran cinco personas las que nos iban saludando y brindando, lo harían con la mitad]. El amigo hindú al final se llevó el regalo del director del complejo que lo obsequió con dos botellas el blanquísimo licor. Para todos hubo un libro del autor que, lamentablemente, no podemos reseñar por estar en versión china, pero que no deja de ser todo un detalle.

Tras finalizar el brindis, las despedidas y la entrega de regalos por parte de las autoridades, unas preciosas latas con tés de la región que verdaderamente te dejan un agradable sabor de boca durante muchas semanas. Cada uno regresa a su habitación para intentar conciliar el sueño que a las siete hay que volver a estar en el comedor para desayunar y volver a la carretera apenas media hora más tarde.

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