HISTORIA Y ARTE - LA EUROPA DEL RENACIMIENTO: Las manifestaciones artísticas - 15ª parte

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Historia y Arte

LA EUROPA DEL RENACIMIENTO

Las manifestaciones artísticas - 15ª parte


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El arte renacentista español (continuación)

Pintura (continuación)

El Greco (continuación)

l Greco llegó a España atraído por la fama de las obras de El Escorial y con el deseo de entrar a formar parte del grupo de pintores que trabajaban para Felipe II. Tras una corta estancia en Madrid, El Greco se instaló en Toledo, donde pronto recibió sus primeros encargos.

En 1579 realizó una obra para El Escorial, "El Martirio de San Mauricio", pero no resultó del agrado del monarca, lo que significó no poder entrar en el círculo de artistas palaciegos. Tras su fracaso de El Escorial se instaló definitivamente en Toledo, donde trabajó hasta su muerte en 1614. Allí adquirió fama muy pronto y los encargos de retratos y de obras devocionarias para iglesias se sucedieron sin interrupción.

Como retratista, El Greco hubo de ajustarse a sus modelos y lo hizo sin concesiones para los fondos que, por lo general, son completamente neutros, en tonos muy oscuros. Sus retratos son intimistas y hay en ellos un cierto aire de melancolía o de misticismo que debió encajar bien en el espíritu contrarreformista y severo de su tiempo. De su capacidad como retratista son buena muestra El Caballero de la mano en el pecho o el retrato de El Médico (posiblemente el doctor toledano Lafuente).

Ahora bien, donde El Greco se nos muestra como uno de los genios de la pintura, es en sus obras devocionarias para iglesias. En estos encargos, en los que el pintor no estaba obligado a conseguir un parecido físico, es donde El Greco se manifiesta con toda su libertad creadora. Casi todo en sus obras es original: la utilización del color, la interpretación de las anatomías, la composición e incluso la visión del paisaje. Por ello sus obras tienen ese sello personal que las hace inconfundibles.

Un cuadro de El Greco sólo se puede parecer a otro cuadro suyo. En su paleta abundan los colores fríos y cuando utiliza tonos más cálidos les da un brillo intenso y casi metálico que los vuelve fríos y duros. Los cuerpos los alarga y deforma en un auténtico capricho manierista que pretende dotarlos de una mayor espiritualidad y utiliza la luz con una dureza y una libertad impropias de su época. Capaz de pintar con una perfección técnica sorprendente, como quedó demostrado en El entierro del Conde de Orgaz, su primera gran obra, El Greco fue, poco a poco, haciendo más libre su estilo. Se desinteresó de los pequeños detalles, sus figuras fueron vestidas con lienzos de rico colorido, pero sin forma y con una aparente rigidez y un total antinaturalismo en los pliegues. Forzó las posturas de sus personajes en todo tipo de escorzos que se reforzaban por el uso de una luz que a veces emanaba de una de las figuras, La adoración de los Pastores. Incluso su pincelada llegó a adquirir una soltura impropia de su época y anunciadora del futuro Impresionismo.

Todo en la obra de El Greco rezuma manierismo y su personal capacidad creadora fue tal y tan novedosa que hasta el siglo XX no se ha admirado a este artista como realmente merecía.

Obras de El Greco que merecen destacarse, además de las citadas son: La Anunciación, El expolio, La expulsión de mercaderes del Templo, El bautismo de Cristo, Paisaje de Toledo y Laoconte y sus hijos, única obra de tema mitológico pintada por El Greco.

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