Antes y después de constituidos los Estados Unidos de América (EE.UU.), e incluso con una Cuba colonial anterior a fundarse como Estado insular, las historias de ambos pueblos siempre confluyeron de modo excepcional, con un vínculo muto mucho más profundo que con el conjunto de los pueblos del área iberoamericana.
La bandera nacional de Cuba es símbolo del ideario de integración de Cuba a los EE.UU. Fue concebida por el general venezolano Narciso López de Urriola mientras residía en New York. Meses después en el pueblo costeño de Cárdenas, Matanzas, el 19 de mayo de 1850, por vez primera todo ese día flamea libremente al viento gracias a una expedición de insurrectos a la corona española, con propósitos anexionistas a los EE.UU.
Al año siguiente vuelve a ondear por Pinar del Rio, durante otra intentona de sublevación encabezada por el propio Narciso López, quien después de ser capturado es ejecutado al garrote vil por las autoridades españolas.
Entonces, ¿por qué no adoptar el 19 de mayo como fecha del Día Nacional de la Bandera?
La integración institucional de ambos pueblos (cubano-estadounidense) ha estado presente a lo largo de los últimos doscientos años, siendo la corriente de pensamiento político más antigua, duradera y tenaz en Cuba.
Thomas Jefferson (tercer presidente de los Estados Unidos de América) proclamó: «…Cuba es la adición más interesante que se podía hacer a nuestro sistema de Estados (Unidos)…», y le sugirió al entonces Secretario de Guerra John C. Calhoun: «… a la primera oportunidad, tomar Cuba…»
John Quincy Adams (el que fue sexto presidente de los Estados Unidos y a su vez hijo de John Adams, el segundo presidente), hubo de declarar: «… Hay leyes de gravitación política, como leyes de gravitación física, y Cuba, separada de España, tiene que gravitar hacia la Unión, y la Unión, en virtud de la propia ley, no iba a dejar de admitirla en su propio seno. No hay territorio extranjero que pueda compararse para los Estados Unidos como la Isla de Cuba. Esas islas de Cuba y Puerto Rico, por su posición local, son apéndices del Continente Americano, y una de ellas, Cuba, casi a la vista de nuestras costas, ha venido a ser de trascendental importancia para los intereses políticos y comerciales de nuestra Unión…».
Y más tarde agregó «…porque hay leyes políticas como ocurre con la de gravitación física; que si una manzana separada de su árbol original por la tempestad no puede elegir sino bajar a la tierra, Cuba, separada fuertemente de su propia conexión artificial con el despotismo, y carente de ayuda propia, puede gravitar solamente hacia la unión norteamericana, que por la misma ley de la naturaleza no puede echarla de su pecho…»
El 24 de octubre de 1868, Carlos Manuel de Céspedes (General en Jefe y Padre de la Patria cubana), junto a Pedro Figueredo (Jefe de Estado Mayor); Bartolomé Masó (Intendente General de Ejército y Hacienda); Juan Hall (Ayudante del General en Jefe del Ejército libertador); M. Codina (Gobernador Militar); Rafael Tornés Garcini (Secretario de la Intendencia); Francisco Maceo Osorio (General de División); J. Milanés (Gobernador Político); y los Regidores: Ramón Céspedes, Ignacio Casas, José Mas, se dirigen al Secretario de Estado de los Estados Unidos de América:
«…Por eso, al acordarnos que hay en América una nación grande y generosa, a la cual nos ligan importantísimas relaciones de comercio y grandes simpatías por sus sabias instituciones republicanas que nos han de servir de normas para formar las nuestras, no hemos dudado un solo momento para dirigirnos a ella por conducto de su Ministro de Estado a fin de que nos preste sus auxilios y nos ayude con sus influencia para conquistar nuestra libertad, que no será dudoso o extraño que después de habernos constituidos en nación independiente formemos más tarde o más temprano una parte integrante de tan poderosos Estados, porque los pueblos de América están llamados a formar una nación y a ser la admiración y el asombro del mundo estero…»
El 18 de febrero de 1869, Carlos Manuel de Céspedes le envía en una carta al General Ulises S. Grant (quien sería presidente de EE.UU.), donde expone «…pues es principio generalmente admitido que los E.U. han de ejercer una acción altamente civilizadora sobre las otras repúblicas del Nuevo Mundo…»
El 1ro de marzo de 1869, el General Carlos Manuel de Céspedes (de Comandante en Jefe de las fuerzas republicanas de Cuba) se dirige al Presidente de los Estados Unidos de América: «…los Estados Unidos es la nación civilizada más cercana a Cuba, cuyas instituciones encuentran un eco simpático en el corazón de todos los cubanos. Los intereses comerciales y financieros de ambos pueblos, siendo casi idénticos y recíprocos en su naturaleza, Cuba ardientemente apela a su incuestionable derecho para ser reconocida…»
El 6 de abril de 1869 la Asamblea de Representantes del Centro, compuesta por: Ignacio Agramonte y Loynaz, Salvador Cisneros Betancourt, Francisco Sánchez Betancourt, Miguel de Betancourt y Antonio Zambrana, le expresan al presidente Grant:
…“Cuba desea después de conseguir su libertad, figurar entre los Estados de la gran República; así nos atrevemos a asegurarlo interpretando el sentimiento general. Puede Ud. estar seguro que si los E.U. no se apresuran a proporcionarnos sus valiosos auxilios, una larga guerra mantenida con un enemigo que conociendo su impotencia tala y destruye los campos que ya no volverá a poseer, ha de cubrir de ruinas nuestro hermoso país. A la gran República, como defensora de la libertad, como Nación a cuyos brazos nos lanzaremos terminada la guerra, y como protectora de los destinos de América, le corresponde en rigor, dar con su influjo un término inmediato a esta terrible contienda…”
Y agregan … «pero Cuba quedará desolada, nuestros niños y mujeres asesinados por el infame gobierno que nosotros combatimos, y cuando según el deseo muy manifiesto de nuestro pueblo, la estrella solitaria que hoy nos sirve de bandera, deba posicionarse por sí misma entre las que brillan en la bandera del E.U, sería una estrella mustia y sin valor”
En Junio 8 de 1869, Carlos Manuel de Céspedes le ordena al Ciudadano Francisco J. Cisneros: «Deseo que compre…una Constitución de los Estados Unidos con todos los reglamentos de los diferentes cuerpos colegisladores y los comentarios todos que se hayan escrito sobre aquella…»
Glosa: ¿Acaso, el Padre de la Patria ya pensaba en la integración institucional cubano-estadounidense, disponiendo de la Constitución de EE.UU. para Cuba? Cuenta la tradición que la bandera nacional chilena inspiró la creación de la bandera del Estado de Texas, y los acontecimientos texanos de independencia y posterior integración a la Unión Americana inspiraron a Céspedes a crear su propia enseña.
El 18 de diciembre de 1869, el Comité Revolucionario de Camagüey, presidido por Ignacio Agramonte y Loynaz, se dirigía al gobierno de los Estados Unidos de América:
“…Cuba, por tanto, aspira a extinguir en América la dominación española: aspira a romper para siempre las cadenas que durante cuatro siglos la han oprimido, y cuando hayan lanzado de su seno a los déspotas, dos senderos se le presentarán: el de la independencia y el de la anexión a la Unión Americana. El sufragio de la mayoría designará el que deba seguirse, y seguramente no vacilarán nuestros hermanos, teniendo en cuenta los inconvenientes del primero…”
“…La nación americana podrá agregar a tantos laureles conquistados, el de haber cooperado a la libertad de una fracción de la humanidad que aspira a ella y por ella derrama su sangre; y para Cuba el sentimiento de gratitud no se borrará, porque en sus páginas más brillantes quedará estampados los servicios de sus hermanos de América…”
“Patria y Libertad”
A estos próceres pensamientos (los que admiten ser apreciados como programa partidista) se les deben agregar las varias propuestas de comprar a Cuba a la corona española, por parte de consecutivos gobiernos estadounidenses, durante el siglo 19.
En 1776 se inició una revolución democrática y libertaria en EE.UU., cuyo impulso aún continúa como motor del proceso de globalización, y en justa medida, sostenida por emigrantes.