De nombre científico Rosmarinus officinalis, fue identificada por Linneo en 1753. El término «Rosmarinus» deriva de la palabra latina «Ros» (rocío) «marinus» (marino), es decir «rocío marino», en relación a que crece cerca del mar o no muy alejada de la costa. Existe otra interpretación en el sentido de que el nombre procedería del griego «rhops» (arbusto o matorral) y «myrinos» (aromático), o sea «arbusto aromático». En cuanto al término «officinalis» es indicativo de que esta especie tenía usos en la medicina y herbolaria. Se trata de una planta muy común en la Península Ibérica y en toda la cuenca del Mediterráneo (España, Marruecos y Túnez son los mayores productores).
Se utiliza tradicionalmente desde la antigüedad debido a las múltiples propiedades medicinales que se le atribuye, entre ellas las digestivas, y externamente como rubefaciente (enrojecimiento y calor producido por la dilatación de las venas capilares) para aumentar la circulación sanguínea en la zona de aplicación.
Se estima también que su contenido en determinados componentes, tales como flavonoides, taninos, etc., estimulan la memoria y la circulación sanguínea del cerebro. Un hecho histórico que avalaría esa creencia son las ramas de romero que los estudiantes de la antigua Grecia llevaban en las guirnaldas; utilizaban la infusión de esta hierba para mejorar la memoria en época de exámenes.
Farmacológicamente, el aceite esencial de romero posee una serie de propiedades biológicas, entre los que cabe destacar las antibacterianas, antifúngicas, insecticidas y anticancerígenas. Tiene interés en la fabricación de diversas especialidades farmacéuticas, tales como linimentos, geles y pomadas para el tratamiento de dolores articulares y musculares, así como preparados inhalatorios para afecciones respiratorias. Con el aceite esencial también se elabora el alcohol de romero para realizar fricciones.
Pero, en la actualidad lo que ha despertado un gran interés es el potente efecto antioxidante que poseen algunos de los componentes del romero, especialmente unos compuestos orgánicos diterpenos como el rosmanol y el ácido carnósico.
Las primeras investigaciones sobre las propiedades antioxidantes de determinadas plantas, ya aparecieron a mediados del pasado siglo XX, como las realizadas por J.R. Chipault y otros colegas en 1952 y 1955, donde pusieron a prueba la capacidad antioxidante de 72 plantas, concluyendo que el romero, seguido de la salvia, eran las de mayor contenido en antioxidantes, además de ser las más efectivas.
El interés de las plantas antioxidantes, reside en la necesidad de buscar alternativas naturales para prevenir el estrés oxidativo en los humanos y por tanto la prevención de enfermedades; y también en la industria alimentaria, que limite los procesos de oxidación en los alimentos y en consecuencia la pérdida o deterioro de sus valores nutricionales. Como ejemplo, en el año 2010 en la Unión Europea, el extracto de romero ha conseguido ser autorizado por ley como aditivo alimentario, reemplazando a otros aditivos sintéticos que podrían suponer riesgos para la salud. En consecuencia, hoy en día el romero se abre camino en el campo de la medicina y la industria alimentaria, enfocado especialmente a la prevención de enfermedades producidas por el estrés oxidativo a nivel celular.
El romero también es un ingrediente de interés culinario, por ejemplo para el condimento de las carnes de cordero. Tiene igualmente aplicación en la industria de fabricación de licores, jabones, perfumes, desodorantes, ambientadores, cosméticos y productos de limpieza.
Históricamente, el romero ancla sus raíces en la noche de los tiempos, seguramente ya se conocía en la prehistoria pero sólo pueden obtenerse referencias tan antiguas basando las investigaciones en el hallazgo de restos vegetales fosilizados de hace unos 60.000 años. Muchos autores recogen antiguas tradiciones de recolección y uso de plantas; en el caso del romero, se le atribuyeron originalmente propiedades mágicas o milagrosas en diversas culturas, ejemplo de los restos hallados pertenecientes a la primera dinastía faraónica, donde el romero era depositado sobre las tumbas con el objeto de que un perfume místico guiase a los muertos en su viaje al otro mundo.
Romanos y griegos también consideraban el romero como una planta sagrada, simbolizando el amor y la muerte, apareciendo en bodas y funerales como vínculo de amor duradero, incluso en el más allá. Así, en los templos, los griegos tenían por costumbre quemar raíces de romero en sus ceremonias. El mismo poeta romano Horacio compuso odas donde alababa los poderes místicos de esta planta.
Agronómicamente, el romero es un arbusto que crece fácilmente en climas templados, en suelos ligeros y permeables. Prefiere las exposiciones soleadas y es tolerable con la sequía. Se reproduce por semillas, pero es mejor y más seguro realizarlo por esquejes durante el verano. Al año siguiente habrán brotado raíces y podrán ser trasplantadas. La recolección con destino a herboristería se realiza en el invierno, cortando las ramas por encima de los 30 cm. del suelo. Las hojas deben secarse a la sombra.
Sea por sus propiedades medicinales o simplemente como un aliado en la cocina, esta planta merece sin duda un espacio en nuestro jardín.