CENTENARIO DE LAS COMUNICACIONES EN LAS ANTILLAS HOLANDESAS

El ser humano tiene la facilidad de convertir las cosas fáciles en difíciles; es lo que nos pasa a los que cultivamos el tema filatélico de las novedades y estamos inmersos en la prensa filatélica [cada vez más escasa, cada vez de peor calidad informativa, donde nada es lo que parece, pero es el momento que nos ha tocado vivir]. En cuarenta años estamos pasando los peores momentos informativamente hablando  [la información brilla por su ausencia] porque prácticamente los servicios filatélicos no te informan o te contestan que visites la página web institucional correspondiente.

¿Se imaginan los prebostes postales que tenemos todo el tiempo del mundo para “publicitar” sus sellos gratuitamente y encima entretenernos en entrar día tras día a las más de 200 administraciones postales para ver si hay novedades? ¿Tanto les cuesta enviar la información físicamente como se ha hecho siempre? ¡Pues parece que sí a juzgar por lo que paulatinamente se están imponiendo!

Lo peor de todo, es una actitud, una moda, que se propaga y el día a día es cada vez más difícil de documentar. Antes llegabas a casa y te encontrabas una decena de envíos en donde te daban los datos imprescindibles y según la temática te ponías a trabajar sobre la marcha, pero ese sano y sencillo sistema cada vez está más arrinconado, salvando honrosas excepciones. Preparar una información verdaderamente al día cueste muchísimo más tiempo puesto que tienes que buscarla mientras que antes te llegaba a casa y tú iniciabas el trabajo.

Algunas administraciones postales todavía facilitan los informativos en bloque y a veces cuando estos te llegan en todo un paquetón informativo de 30 o 40 folletos, cuesta digerirlos y han perdido frescura, inmediatez informativa con lo que la parte de “novedad” ha desaparecido, se ha evaporado, sólo nos sirve para el archivo y con suerte alguna emisión será reseñada de forma específica si temáticamente nos ofrece algo que pueda ser utilizable en algún trabajo.

Ha sido el caso de esta emisión de las Antillas Holandesas dedicada al Centenario de las Comunicaciones 1908-2008. Lamentablemente ya está retirada de la venta, fue puesta en circulación el 18 de mayo de 2009 [Jornada mundial de las comunicaciones que instituyó la UIT hace años] y allí los sellos se venden en las ventanillas de correos por un año natural, el que los busque ha de recurrir a las filatelias que ante la falta de demanda han ido adaptando sus necesidades a los clientes fijos y cada vez queda menos hueco para comprar una determinada serie porque cada vez queda menos capital ante el imparable aumento de los faciales. ¡En un momento histórico donde el franqueo físico de la correspondencia es cada vez más escaso, resulta que los faciales se han multiplicado tres o cuatro veces respecto a la década precedente!

La serie fue diseñada por Ariadna Faries, tiene tres valores: 59-110-164 centavos, como característica común, al margen de la leyenda, está la figura humana en negro, un simbolismo para dar la sensación de anonimato y, al mismo tiempo, resaltar el gran aporte de las comunicaciones a la cotidianidad del ser humano. Desde que el invento de Marconi [o Popov pues todavía no hay acuerdo aunque la radio fuera fruto de diferentes vías de investigación y el italo-irlandés fue el que más la expandió] que en el primer cuarto del siglo XX ya estaba prácticamente consolidada en la mayoría de países en todo el mundo.

En las islas holandesas del tropicalísimo Mar Caribe, la radio [utilitaria primero, radiodifusión después] llega en 1908. La isla de Bonaire es para los radioescuchas la más popular; la isla de los flamencos plantó su imagen en centenares de miles de hogares gracias a la onda corta [Radio Transmundial–TWR o Radio Nederland Wereldomroep-RNW] hasta que a finales del siglo XX los gobiernos de medio mundo decidieron replegarse y Occidente [salvo honrosas excepciones] perdió por iniciativa propia sus potentes bastiones informativos para ahorrar gastos, decían. Curiosamente, en apenas dos décadas, todos los gobiernos han aumentado sus deudas, su corrupción y han perdido calidad informativa, derechos profesionales, calidad programática y, en muchos casos, han creado un analfabetismo galopante ¿consecuencia directa de la necedad de los que creían obsoleta la radio o el gran negocio de las multinacionales de la comunicación que, en el caso de España, han multiplicado de manera exponencial sus resultados y han pasado a prestar un pésimo servicio? Vamos, que te hacen pagar por una calidad que rarísimamente te llegan a prestar y siempre tiene, el sistema, excusas para no cumplir lo pactado y todos tan contentos.

El sello de 59 centavos muestra un navío en alta mar y en la mesa el operador de la estación utilitaria empleando el código morse para transmitir el célebre sistema de puntos y rayas [otro que se abandonó definitivamente ante el imparable poder de la inmediatez y los satélites, luego nos llegará el estupor: en el terremoto de Chile sólo los radioaficionados tradicionales lograron romper el brutal silencio total impuesto por los elementos naturales que sumió al país en la oscuridad los días posteriores]. El sello simboliza la soledad del operador de la estación radiotelegráfica que en cualquier lugar del mundo, generalmente aislados, estaban a la espera de las llamadas de los navíos y del tráfico telegráfico a través de estos sencillos signos que dieron lugar a millones de llamadas, de telegramas, etc., que se iban recomponiendo varias veces a lo largo del mundo hasta llegar correctamente escrito al destinatario. Hoy la mayoría de los radioaficionados también han dejado de lado ese sencillo ingenio, el manipulador morse que con una escasa potencia lograba llegar a distancias verdaderamente fantásticas.

El de 110 centavos ya entronca con una realidad más cercana a nosotros: mediados del siglo XX, la mayoría de hogares de una gran parte del orbe habían incorporado esos medios a la cotidianidad aunque en la España del momento no lo fueran tanto; en primera posición el teléfono rojo [¿Algo que ver con el famoso teléfono rojo de comunicación directa entre Washington y Moscú en aquellos tiempos de guerra fría o es mera coincidencia?] El modelo que yo recuerdo en los años sesenta cuando comencé a trabajar, era negro y en el pueblo no había ningún otro color; al fondo de la estampilla, simulando un cuarto de estar o comedor, la mesita con el típico café y la silla, al fondo la pantalla de la caja tonta que tanto ha idiotizado a la humanidad; medio en el que la estulticia de los programadores ha llegado a costas insospechadas aunque sus cuentas generen “pingües” beneficios gracias a la telebasura que nos invade. ¡Y se quejaban de que el “viejo” nos torpedeaba cada domingo con el partido de fútbol correspondiente! Perich sigue siendo plenamente vigente pero ya no tenemos LA CODORNIZ que nos haga reflexionar. Al lado de la pequeña pantalla, prácticamente en un segundo plano, un receptor de radio con su antena de ferrita desplegada. A mí me retrotrae a mi querido Mamaia [mi foto de Facebook] un receptor que gané en Radio Bucarest [ahora Radio Rumania Internacional] hace más de 40 años, todavía tiene cuerda, aunque los años no perdonan y al Grundig Satellit 2000 que compré cuando me desplazaron a Canarias con motivo de aquella Marcha Verde que montó Marruecos en el verano-otoño del 75.

El de 164 centavos ya son los tiempos modernos, los que nos presagiaba el insustituible Charlot [curiosamente, hace unos días, su hija entró en el bar donde comía en este pueblo tarraconense en donde pocos turistas se pierden si no es el día de actuación de las collas castelleras]. Ingenios electrónicos de todo tipo y el ordenador portátil [o laptop como dicen en Hispanoamérica y en donde uno se queda sin entender lo que le preguntan hasta que le enseñan el “invento” que más horas nos roba] y,  a veces, te levantas enfadado  contigo mismo porque no has hecho absolutamente nada de utilidad o has perdido la tarde intentando bajar el programa de radio favorito. Pero no importa porque la cuota ya está pagada: de tener una radio prácticamente gratis y en cualquier lugar nos hemos ido a la radio enlatada que suena cuando le da la gana. A la inmediatez la hemos sustituido por el robot que imaginaran los Hermanos Čapek, cada vez nos controlan más y ahora nada más abrir la tapa saben qué estás escuchando ¿para qué quieren tanta información si luego pasa lo que pasa?

En la pantalla está el cable de fibra óptica que hace multimillonarios los resultados económicos de las ultra poderosas compañías telefónicas del mundo: con una tecla ya saben todo. Encima nos dicen que somos la sociedad mejor informada de la historia ¿realmente se lo llegan a creer los “productores” de este tipo de consignas? El sello se complementa con la puesta de sol, la casita, el árbol, la gimnasia al aire libre, el automóvil, la moto, las antenas parabólicas, etc. Cierra el ciclo de la soledad; del manipulador del código morse hemos pasado a la pantalla del portátil; antes entraba por el oído, ahora te bombardean con imágenes que al final hacen que nadie sepa en qué realidad estás.

En fin, sellos que dan mucho juego a la hora de extraer consecuencias, simbologías, recuerdos, que nadie los analizará con los mismos ojos. Podemos encuadrarlos en diferentes apartados temáticos, al margen de las comunicaciones, si nos centramos en el tema conmemorado CENTENARIO TELECOMUNICACIONES 1908-2008” serían, por encima, las siguientes posibilidades temáticas:

-Comunicaciones públicas.
-Estaciones utilitarias.
-Electricidad.
-Electrónica.
-Internet.
-Radiodifusión.
-Radioaficionados.
-Satélites.
-Teléfono.
-Televisión, etc.

El tamaño fue de 36×25 mm, formato horizontal, papel tropicalizado. Impresión fue realizada en la Johan Enschedé Stamps Security Printers de Haarlem (Holanda).

Este 2010 dicha administración postal tenía programada una emisión para el 2 de agosto dedicada a conmemorar el 50 aniversario de la Televisión Antillana Tele Curaçao, pero no nos han facilitado nada más que los datos de los faciales, casi idénticos, a la emisión que acabamos de reseñar.

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philantilles@npostna.com

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