GEOGRAFÍA - PAÍSES: Japón - 6ª parte
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Geografía

PAÍSES

Japón - 6ª parte


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Historia: del s. VIII al XVIII

a organización administrativa, política, social y territorial del imperio quedó completada el año 701 con la publicación de un código jurídico. El año 710 se instaló por primera vez una capital permanente, en Nara. De esta manera, en el s. VIII se produjo una intensa eclosión de la civilización japonesa --conocida como época de Nara--, vivificada por la regularidad de comunicaciones con China (y a través de la Ruta de la Seda con todo el Próximo Oriente y Europa), y por la elevación del budismo (dividido en sectas) a religión del estado. No obstante, y como en China, la extensión del budismo comportaba una serie de vicios en la estructura agraria y, en germen, la ruptura del equilibrio económico. Este equilibrio se basaba en el reparto equitativo de las tierras, en su totalidad propiedad teórica del tenno, a cambio de una renta. Pero no era posible controlar que los más poderosos no consiguieran acaparar varios lotes. Además, los santuarios budistas y los clanes aristocráticos de la corte gozaban de privilegios y estaban exentos de impuestos.

Por otro lado, la extensión de los dominios de los templos reducía los ingresos fiscales del estado, obligando a repartir más tierras, en condiciones no ventajosas para Hacienda. Y, por último, los señores, laicos o clérigos, tenían derecho a quedarse una parte del impuesto que gravaba a sus campesinos; consecuentemente, bajándoles la tasa de renta atraían al grueso del campesinado. Toda esta problemática mermaba considerablemente los ingresos de la corte. El enérgico emperador Kammu desplazó su capital a Heian en el año 794, inaugurando la época Heian, para escapar al control del lobby budista de Nara. Pero la ruina del tesoro imperial, unida a las agitaciones en el continente, puso fin a las relaciones con China. La época Heian estuvo marcada por un repliegue en sí mismo de Japón y por una irresistible evolución hacia la fragmentación política interior. En la corte, casi todas las prerrogativas del tenno se deslizaron a manos de los regentes Fujiwara. En provincias, los magnates regionales escapaban al control del gobierno central, que había cometido el error de darles cargos para limitar su presencia en la corte, ofreciéndoles con ello la posibilidad de crear feudos; cada uno de estos magnates disponía de su ejército propio, y por el juego de rivalidades privadas se formaron clanes militares continuamente enfrentados.

Los emperadores intentaron un peligroso sistema de equilibrios, apoyándose coyunturalmente en los clanes rivales del Fujiwara para recuperar sus prerrogativas. Otro problema adicional fueron las rebeliones en el N de la isla de Honshu de los Ebisu (bárbaros). En las guerras contra los Ebisu se fortaleció el clan de los Minamoto, que en la batalla naval de Dan-no-ura (1185) eliminó a todos sus rivales. Pese a los conflictos entre clanes guerreros, la época Heian fue brillante en lo cultural y artístico bajo el impulso de la refinada corte; las damas cortesanas transformaron una adaptación del alfabeto chino en un instrumento útil para recoger el japonés hablado. A finales del s. XII se cerró el período Heian, con lo que se dio paso a un verdadero feudalismo: el patriarca de los Minamoto recibió del tenno, como pago a sus servicios, el título de shogun (generalísimo o jefe del estado mayor), así como unos dominios en la región de Kamakura.

El primer shogun, Yoritomo, tuvo la habilidad de atraerse a los funcionarios locales, de nobleza baja, para aspirar a un puesto en la corte; de esta manera, dispuso de una administración eficaz cara homogeneizar los territorios dispersos y desiguales que formaban su dominio. Creó un cuerpo de comisarios militares (shugo) y de intendentes fiscales (jito), suplantando la administración imperial por otra de esencia feudal: se basó en principios de interdependencia de hombre a hombre, en la fidelidad y casi parentesco entre señor y vasallo. Elaboró además un código de conducta (bushido) de los guerreros nobles, los samurais, que otorgaba a cada gentilhombre un puesto preciso en la sociedad. Yoritomo dejó a su muerte (1199) un país organizado y próspero, gracias en gran parte a las relaciones comerciales reiniciadas con China. Su sucesión recayó en la familia de su mujer, el clan Hojo. Éstos fueron nombrados regentes por el emperador, y desde sus dominios (a los del shogunado de Kamakura unieron los suyos en la región de Kioto) gobernaron de hecho todo el imperio entre 1200 y 1333. Sin embargo, su posición era relativamente precaria puesto que no tenían parentesco con la dinastía imperial, y, además, debieron usar todo su poder y prestigio para hacer frente en 1281 a una invasión de los mongoles de Kubilay Khan; éste había pretendido, sin obtener respuesta, imponer un tributo al imperio japonés. Los Hojo consiguieron unir para la defensa a toda la clase militar y que la corte hiciera causa común con ellos. Pero una vez obtenida la victoria, no tuvieron tierras (al tratarse de una guerra defensiva no hubo conquistas) para recompensar la fidelidad de los samurais. Aprovechando esta debilidad, el emperador Go-Daigo intentó librarse del clan Hojo, pero éstos enviaron a su vasallo Ashikaga para someter al emperador, quien se ganó para su causa al presunto enemigo. Otro vasallo de los Hojo aprovechó para deponerles en Kamakura; el emperador quiso aliarse con él, razón por la cual Ashikaga se sublevó, se hizo nombrar shogun y entronizó a un segundo emperador en Kioto.

Durante los más de 50 años en que hubo dos emperadores no cesaron las guerras civiles. Pese a todos los trastornos sociales, la época de Kamakura conoció una renovación filosófica y religiosa. Novedosamente, los patriarcas religiosos ya no eran cortesanos, sino personas humildes más preocupadas por la suerte del pueblo llano; se impusieron sectas que reclamaban una fe simple, sin templos ni rituales. Los samurais fueron más sensibles a la secta Zen, que preconizaba una dura disciplina personal. De este modo, el dinamismo y el realismo, así como la violencia, sustituyeron al refinamiento místico de la época Heian. El período Ashikaga (1333-1568) se caracterizó por el ascenso, debido a las guerras civiles, de los jefes militares locales (los shugo), en detrimento de los funcionarios civiles, creando así un verdadero feudalismo. A estos señores militares se les llamó en los ss. XIV y XV daimyos. Los shogun Ashikaga intentaron atraer a su corte de Kioto a los daimyos más influyentes, nombrando cargos que recaían en determinadas familias. El poder se fue deslizando hacia estas familias, que se enfrentaron entre sí en guerras civiles. Pese a todo, la corte de Kioto se abrió al refinamiento chino y perdió la rudeza de sus guerreros. Se organizó el comercio con China (mero motivo de rivalidad entre daimyos), generando prosperidad en los puertos y la aparición de una nueva clase de magnates comerciantes que sacaron provecho del incremento de la circulación de mercancías y monedas. En este contexto se produjo la llegada de los europeos a Japón, comerciantes y misioneros. Pero la reacción japonesa fue xenófoba y tan sólo los holandeses mantuvieron algunas relaciones con puertos japoneses.

En 1590 un daimyo de origen modesto, Toyotomi Hideyoshi, consiguió pacificar y reunificar el país, recibiendo las más altas distinciones del emperador (el título de shogun). Muerto Toyotomi en 1600, le sustituyó en el cargo un tutor de su hijo, miembro del clan Tokugawa, dinastía que se mantuvo en la regencia hasta 1867. El del shogun era un poder de hecho, adquirido en la práctica y sólo reconocido en la medida en que era capaz de imponer la paz; ello significaba en los siglos XVI y XVII someter a los cristianos, mantener un buen entendimiento con los extranjeros (asiáticos o europeos), y acabar con las guerras privadas. El primer Tokugawa se apropió, por conquista o confiscación, de más de la mitad del territorio del imperio. Buena parte lo cedió a sus parientes y a los daimyos que le fueron fieles, conservando como dominio directo un territorio en torno a Edo que representaba aproximadamente un cuarto de todas las rentas señoriales de Japón. Con esta subordinación al shogun de todos los daimyos, se reconocía a aquél como representante del estado restaurado y garante del orden público.

La fuerza militar del shogun era el único elemento de unidad del Imperio. Se sustituyó el antiguo impuesto por las rentas señoriales; el propio emperador recibía sus ingresos de las rentas que le devengaba el dominio reservado para él. Esta unificación del sistema económico, centralizando la extracción del excedente para su comercialización y fijando los precios y la tasa de intercambio de monedas, permitió un desarrollo del comercio, regional o internacional, aunque se mantuvo en niveles modestos hasta el siglo XIX debido a la escasez de metal acuñable. Jurídicamente, el país se regía por el código de los samurai, el Bushido. La nobleza militar era educada para su función: militar y de gestión económica (en los ss. XVII y XVIII, garantizar la subsistencia de todos, concediendo total prioridad a la agricultura). Los campesinos se organizaban por aldeas, autogestionadas bajo la supervisión de los agentes señoriales. Los escasos artesanos y comerciantes existentes se agrupaban en corporaciones urbanas; pese a que formaban una clase acomodada e instruida, eran considerados servidores.

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