GEOGRAFÍA - PAÍSES: Argentina - 7ª parte

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Argentina - 7ª parte


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Música

 partir de la colonización, la música europea empezó a predominar en tierras argentinas, ya que la música indígena no arraigó en una sociedad criolla con tan poco grado de mestizaje. Es por ello que en la actualidad únicamente se conservan las músicas típicamente andinas en las regiones del Norte del país. 

Las misiones jesuitas ya introdujeron la mayoría de instrumentos típicos de la armonía europea. La música escrita fue, en un principio, una manifestación exclusivamente eclesiástica, y la música popular y festiva era prácticamente la misma que la que los inmigrantes trajeron desde España. Ya a partir del s. XVIII, la ópera y los conciertos empezaron a ser esperados por la sociedad bonaerense, y en 1757 se inauguró el Teatro de Óperas y Comedias. En 1804 el catalán Blas Parera, autor del Himno Nacional argentino, creó y dirigió el Teatro Porteño de Buenos Aires, un espacio para acontecimientos musicales.

La música puramente argentina arranca de la mezcla cultural de los inmigrantes, lo que provocó un combinado de géneros y gustos. Juan Pedro Esnaola, influido por la tradición operística italiana, empezó con lo que sería la futura música argentina. En 1893 Alberto Williams funda el conservatorio de música de Buenos Aires, que formó una escuela local y provocó el surgimiento de los primero maestros: Juan José Castro y Alberto Ginastera. A partir de entonces, y hasta la actualidad, son muchos los argentinos directores e intérpretes de renombre internacional, como Marta Argerich, Alberto Lysy, Bruno Gelber o Carlos Félix Cillario. Pero otro tipo de música, más popular, empezó a nacer a fines del s. XIX del rico folclore y la mezcla cultural porteña con sus raíces hispanoamericanas, afrobrasileñas y europeas: el tango, música y baile nacidos de la miseria y el desarraigo de los arrabales bonaerenses. Su ritmo violento y erótico le convirtieron en danza prohibida, hasta que lentamente fue penetrando en la sociedad argentina llegando a convertirse en símbolo nacional.

El tango ha dado a Argentina su mayor mercado discográfico y algunas de sus mayores estrellas del canto y el folclore. El máximo exponente interpretativo de la música tanguista fue Carlos Gardel. Tal fue la divulgación que obtuvo este ritmo que a partir de la década de 1920 entró a formar parte de la música culta internacional, al interpretarlo con instrumentos nobles como el contrabajo y el piano: se creó el nuevo tango. Esta variación se convirtió en uno de los mayores legados musicales que la cultura criolla argentina aportó a la cultura mundial.

Teatro

Fue en la etapa colonial cuando empezaron las manifestaciones teatrales populares argentinas. Éstas dieron paso, después de conseguida la independencia, a obras venidas del extranjero, sobre todo europeas, que eran las requeridas por la cosmopolita Buenos Aires. El teatro local no surgió con fuerza hasta fines del s. XIX, cuando el actor José Podestá llevó a escena la obra gauchesca de Eduardo Gutiérrez Juan Moreira, con quien se descubrió un teatro y una temática nacionales. Le siguieron en esa época otros autores y actores de un teatro de cariz más bien provinciano y costumbrista, destacando nombres como García Velloso y Martín Coronado.

Con Gregorio de Laferrerre llegaron, ya con el cambio de siglo, obras y comedias sobre la clase media local y un teatro de mayor profundidad y más intelectual. Autores importantes fueron Julio Sánchez Gardel y César Iglesias Paz. El sainete, más popular y sin grandes pretensiones, tomó fuerza con Alberto Vacarezza. Tras la Primera Guerra Mundial, las nuevas corrientes europeas y los cambios sociales hicieron surgir nuevas formas, como la protagonizada por las comedias de Conrado Nalé Roxlo y sus obras de inspiración y terminología fantástica, u Omar Carlo, exponente teatral de la expresión en términos míticos de las crudas realidades cotidianas. Más adelante, géneros novedosos y experimentales tomaron escena (destacando Andrés Lizárraga), hasta que los movimientos más vanguardistas de los años 60 y 70 arrollaron ya en una sociedad culta y reivindicativa como la argentina. Motivos políticos e ideológicos se mezclaban en escena a modo de happenings; en este sentido, cabe mencionar la obra El puente (Carlos Gorostiza) o La peste viene de Melos (Osvaldo Dragún). Las compañías teatrales argentinas consiguieron renombre internacional con un teatro muy intimista, crítico y alternativo, nacido muchas veces de la clandestinidad política.

Cine

La primera proyección cinematográfica en Argentina tuvo lugar en Buenos Aires en 1896. En los años siguientes, sólo se realizaron reportajes y grabaciones de la vida cotidiana o de acontecimientos públicos. No sería hasta 1908 que Mario Gallo realizara el primer largometraje argentino: El fusilamiento de Dorrego. A éste le siguió todo un listado de cine épico-histórico, localista y gauchesco: Juan Moreira, Nobleza gaucha, etc.

A partir de la década de 1920, un cine popular y folclórico nacía de la mano de José Ferreyra, con títulos como El tango de la muerte o Campo afuera. No obstante, y pese al folclorismo de estos primeros títulos, la industria cinematográfica tomó peso en Buenos Aires con producciones que se difundían por toda Hispanoamérica (51 filmes en 1939). Otros temas, además del folclórico, empezaron a cultivarse: bélicos, obras literarias llevadas al cine, históricos o dramas, lo que convirtió a Buenos Aires en la ciudad de los estudios, las grandes productoras y los artistas de renombre hispano.

A partir de la década de 1950 nace el cine intimista que tan buenas obras daría al cine hispanoamericano y europeo, pero su menor comercialidad frente a las superproducciones norteamericanas empieza a hacer decaer la que fuera la gran industria bonaerense del cine (22 filmes en 1945). De estas nuevas corrientes, destacaron filmes como El crimen de Orbide (Torre Río y Leopoldo Torre Nilsson) y Las aguas bajan turbias (Hugo del Carril), que con un fuerte contenido político-social, inician toda una época de cine iberoamericano de crítica contra los regímenes dictatoriales existentes en el continente. Ya a fines de los años 50 y durante los 60 empiezan a surgir los nombres más famosos del cine argentino, como Fernando Ayala con Ayer fue primavera y Los tallos amargos, o Leonardo Favio con su gran filme Crónica de un niño solo. De esta época es también una obra de gran contenido filosófico y político, La hora de los hornos (Fernando Ezequiel Solanas), filme que refleja al peronismo como la realidad populista necesaria para América del Sur.

El cine argentino, con su corte intimista y dramático, y con décadas de temáticas locales, ha perdido la proyección internacional que había tenido. Pero parece renacer, ya que la cinematografía argentina comenzó a cosechar alguno de los galardones otorgados en los grandes certámenes y festivales internacionales.

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