GEOGRAFÍA - PAÍSES: Argentina - 4ª parte
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Geografía

PAÍSES

Argentina - 4ª parte


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Historia (continuación)

 los conquistadores se les permitía la poligamia, por lo que se convirtió en el primer gran foco colonial estable de la vertiente del Plata. Con la estabilidad se afianzó suficientemente, hacia fines del siglo XVI principios del XVII, la fuerza numérica y la capacidad proveedora, así como el conocimiento de la región y de los pasos entre Chile, Perú y el Plata, como para emprender una auténtica colonización del área rioplatense, las pampas y el Chaco. Así, se fundaron desde Chile, Perú-Bolivia y Asunción las hoy principales ciudades argentinas: Mendoza (1561), Tucumán (1565), Santa Fe y Córdoba (1573), Buenos Aires (refundada desde Asunción en 1580), Salta (1582), Corrientes (1588), y Jujuy (1593).

Con el cambio de siglo la región interior siguió siendo colonizada principalmente desde Perú y Chile, pero Buenos Aires y el Plata experimentaron un crecimiento proveniente de ultramar, debido a su buena ubicación y al hecho de ser la mejor vía de entrada hacia Asunción, Bolivia, el Chaco y el interior del continente. La inversión de tendencias en las comunicaciones llegó a ser tan grande que el puerto de Buenos Aires se convirtió en uno de los más importantes de la época, sobre todo para la salida clandestina de la plata potosina. La provincia de Río de La Plata crecía tanto en importancia que se dividió ya en 1617 en dos gobernaciones: Buenos Aires y Asunción. En 1620 la gobernación de Buenos Aires se organizó como Capitanía General, con lo que se dio un primer paso en la delimitación de la importante área de influencia bonaerense. Desde 1609 los jesuitas iniciaron su atrevida acción de crear prósperas misiones indígenas en el Norte de la región platense y organizaron una sociedad avanzada y productiva que agrupaba a más de 100.000 indios en un vasto territorio situado entre Argentina, Paraguay y Brasil (hoy provincia de Misiones). Mientras, en el Plata y la Pampa costera la falta de indígenas con tradición agrícola para trabajar los campos empezó a crear un déficit de productos básicos, que se subsanó con el nacimiento en la zona de las primeras figuras de colonos y de cazadores-ganaderos, gauchos, que emigraban allí en busca de tierras y pastos productivos.

Sin esclavos africanos ni indígenas, la primitiva sociedad argentina empezó a centrarse en el comercio que ofrecía el tráfico por el estuario y en las ricas tierras agrícolas y ganaderas de la inmediata región interior. Con ello, la zona creció en población y productividad, y ya en 1776 Carlos III de España fundó un virreinato en el Río de la Plata que incluía los territorios de la capitanía de Buenos Aires, la de Asunción y la del Alto Perú (aproximadamente los territorios actuales de Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia). Inmediatamente, en 1778, llegó el Tratado de Libre Comercio, que permitió a Buenos Aires comerciar directamente con una veintena de puertos españoles, lo que favoreció que, hacia fines del siglo XVIII y principios del XIX, la sociedad platense y el puerto de Buenos Aires se afianzaran de manera definitiva como una región comercialmente próspera. Nació así una acaudalada burguesía comercial y unos ilustrados virreyes que empezaron a dar a la ciudad y a su área de influencia un rico y próspero aspecto: se construyeron edificios institucionales, y apareció un cierto funcionariado y una vida cultural y artística, todo ello entre una sociedad criolla básicamente comercial que empezó a no entender las limitaciones y la exclusividad que la metrópoli española imponía sobre sus productos.

El vacío de poder que la guerra napoleónica generó en España, provocó la llegada ilegal al puerto de Buenos Aires de barcos de Estados Unidos de América, Turquía y Rusia, a la vez que navíos argentinos navegaban por el Índico; con ello se vieron las enormes posibilidades económicas que llevarían al país a un auténtico libre comercio. En 1806, y aprovechando la ocupación francesa que vivía España, los británicos desembarcaron en Buenos Aires e intentaron ocupar la ciudad, pero las fuerzas criollas, organizadas en torno a Santiago Liniers, su líder, tomaron las armas que el virreinato tenía acumuladas en grandes cantidades, debido al temor histórico de una conflagración bélica con el Brasil portugués. Se organizaron importantes milicias urbanas que consiguieron expulsar a los británicos, lo que provocó el nacimiento de un sentir nacionalista, no dependiente de la metrópoli, dentro de la acomodada sociedad criolla argentina.

En 1810 el vacío de poder se acentuó con la desaparición de la Junta Central de Sevilla; el día 22 de mayo de ese mismo año se decidió que la autoridad del monarca estuviese temporalmente suspendida al no gobernar éste en España, y se instauró así una Junta Gubernativa Provisoria del Río de la Plata que destituyó al virrey. Pero la Junta se vio dividida y enfrentada entre sectores unitaristas y federalistas, quienes se esmeraron en buscar apoyo en todas las provincias, con lo que se inició una crisis de pre-guerra interna, con las áreas más alejadas (Alto Perú y Paraguay), más reticentes a un posible poder centralista porteño (de Buenos Aires). Pero el poder revolucionario independentista iba captando adeptos entre terratenientes y comerciantes, y sumando cada vez más provincias. Ante la situación creada, España tuvo una respuesta bélica y derrotó a los independentistas en el Alto Perú (actual Bolivia). Tanto el Alto Perú como, anteriormente, Paraguay, fueron excluidos de los dominios del Río de la Plata. Pero entre las filas independentistas surgieron los artífices de la posterior victoria; fueron hombres que, como Belgrano y San Martín el Libertador, cambiaron con sus triunfos el devenir de los acontecimientos.

En las batallas de Tucumán (1812) y Salta (1813), Belgrano liberó el Norte de Argentina. Fue liberado también Uruguay (1814), pero se perdió como aliado al Chile independiente, que no fue definitivamente liberado hasta 1818. En 1816, el Congreso de Tucumán (9 de julio) ya había proclamado la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, a pesar de las fuertes tensiones aún existentes no sólo por la frágil independencia, sino por la guerra civil que se libraba entre federales y unitarios. La Constitución de 1819, claramente centralista, hizo estallar el conflicto; incluso se promulgó una república autónoma en Tucumán (en el Norte).

En una constante inestabilidad se fueron sucediendo golpes civiles y militares, y varios cambios de Constitución, en un interminable y constante relevo de poderes. La independencia de Brasil (1822) conllevó un enfrentamiento territorial, debido a viejos litigios hispano-portugueses sobre Uruguay, heredados por los dos nuevos estados americanos. Brasil consiguió ocupar el hasta entonces territorio platense de Uruguay en 1825, hasta que con la mediación británica se consiguió firmar la paz (convención de Río de Janeiro) y se declaró a Uruguay Estado independiente en 1828. Quedó así ya delimitado el territorio argentino que perduraría hasta la actualidad.

En 1829 Juan Manuel de Rosas, hasta entonces gobernador de Buenos Aires, tomó la presidencia de la República, proclamó una dictadura centralista y xenófoba, y sometió a sus opositores a represalias y destierros. Suprimió el poder de las provincias, lo que cortó de raíz la sublevación separatista de Entre Ríos (1851) y dejó claros los límites de la ya reconocida internacionalmente República Argentina. Una nación que, aunque próspera y rica, no dejó de tener conflictos, enfrentamientos y guerras civiles entre centralistas y federalistas desde el mismo día de su nacimiento, hasta que los millones de inmigrantes, no partícipes ni entendedores de los conflictos locales, se convirtieron en la mayoría de la población. Llegaron masivamente al país castellanos, italianos, vascos, centroeuropeos, árabes, etc. Se generaba, así, una auténtica revolución humana, geográfica y económica del espacio argentino, que duraría desde 1860 hasta la Primera Guerra Mundial.

La fertilidad de las tierras y las posibilidades de enriquecerse o acceder a la propiedad que ofrecía un país aún por poblar, eran motivo suficiente para los emigrantes que huían de una miserable, conflictiva y superpoblada Europa. Se apartó definitivamente a los indios del Chaco y la Pampa empezando una operación de "conquista del desierto", donde se vendían las tierras conforme el ejército las iba conquistando. Pero las operaciones de venta fueron manipuladas y controladas de tal forma que quedaron mayoritariamente en manos de la banca y de los intereses de los grandes propietarios y capitalistas de Buenos Aires, de manera que no cuajó lo que hubiera podido ser una económicamente muy interesante clase media terrateniente.

La población creció muy deprisa y grandes espacios vírgenes se pusieron en explotación productiva. Se expandió el comercio y se instaló el ferrocarril para dar salida al mar, a través del puerto de Buenos Aires, a las producciones agrícolas y ganaderas pampeanas. Los capitales británicos llovían sobre el país a modo de inversiones industriales (frigoríficos, mataderos, ferrocarril), todo para dar salida y controlar el potencial argentino. Parecía que la Pampa podía alimentar al mundo entero.

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