Natureduca - Portal educativo de ciencia y cultura |
Geografía
PAÍSES
Argentina - 3ª parte
Geografía económica (continuación) Historia
Geografía económica (continuación)
a economía argentina actual constituye un total reflejo de lo acaecido en su historia. El país es sumamente rico, con importantes y productivas bases agrícolas: cerealísticas, hortofrutícolas, vitícolas, etc. La ganadería sigue siendo una gran baza para la economía nacional, que ocupa grandes extensiones pampeanas con sus más de 50 millones de cabezas de ganado vacuno y casi 30 millones de ovino. Además, el subsuelo es rico en recursos minerales (que sólo ahora empiezan a valorarse y cuantificarse, ya que no había tradición en los sectores extractivos). Los combustibles representan el 80 % de las riquezas minerales; destacan sobre todo el gas y el petróleo, recursos en los que Argentina puede considerarse afortunada, ya que desde los años 80 puede cubrir con su propia producción la demanda interna. Goza también de una considerable base industrial, y a las ya tradicionales industrias alimentaria, textil y mecánica, se añaden la industria pesada (siderurgia), la de bienes de equipo (eléctricas), la industria gráfica y la química, todas ellas concentradas en torno a Buenos Aires y al corredor Paraná-La Plata.
A pesar de contar con estas sólidas bases económicas, Argentina estuvo sumida en la más ardua de las crisis durante los años 70 y 80, y sólo hoy parece recuperarse lentamente. El país debía afrontar una galopante inflación diaria que condujo incluso a tener que cambiar la moneda. La industria padecía de obsoletismo por falta de inversión, y el descontento popular era creciente cuando veía cargar sobre sus ya precarias economías domésticas la falta de recursos públicos. Mientras, crecían el déficit público y la deuda externa. Aun así, la economía seguía siendo netamente exportadora y gozaba de una muy positiva balanza de pagos. Pero nadie se arriesgaba a invertir en el país (ni tan sólo a depositar dinero en un banco), ya que la hiperinflación diaria podía dilapidar en pocos días los ahorros de años. El capital huía en masa al extranjero para refugiarse en monedas más seguras, en cantidades suficientes como para cubrir la deuda exterior varias veces.Con el gobierno Menem llegó la receta económica del cambio: se pasó a la privatización total de los servicios y compañías del Estado. Consecuentemente, se dejó de generar déficit para empezar a tener recursos suficientes para sufragarlo. El Banco Central pasó, así, a poder acumular divisas y estabilizar la moneda nacional. De esta forma se desaceleró en gran manera la alta inflación y bajaron súbitamente los tipos de interés bancario. Todo ello dio paso a una mayor confianza en la moneda y economía nacionales, lo que generó mayores posibilidades para la inversión y la subsiguiente reducción del índice de desempleo. El efecto contrario fue el desvanecimiento de toda posibilidad de un estado del bienestar: con la privatización de los servicios públicos, éstos se han hecho inasequibles para gran parte de la población; los pensionistas ven reducirse al mínimo su poder adquisitivo; la enseñanza y la sanidad empiezan a ser servicios caros y, por lo tanto, la polarización social, el crecimiento de la pobreza y la marginación comienzan a ser evidentes en los barrios periféricos de las grandes urbes, donde aumenta escandalosamente el chabolismo.
El 30 % de los habitantes de la rica Argentina vivía, según el PNUD, por debajo de los umbrales de la pobreza. Gracias a la reformas, la bolsa bonaerense cuadriplicó su actividad y las cotas de mercado en tan sólo tres años. Las inversiones extranjeras compraban y saneaban la industria nacional e instalaban sus fábricas y distribuidoras con todo tipo de facilidades gubernamentales. En términos económicos, se ha vivido hasta finales del pasado siglo XX con mayor rapidez y dinamismo; comprando y vendiendo más, invirtiendo y moviendo más capital, todo en un marco económico más librecambista que dependió en exceso, no obstante, de la estabilidad monetaria e inflaccionaria, que en ocasiones estaba excesivamente recalentada e hinchada por los capitales llovidos del exterior a partir de la liberalización del mercado y la privatización de las empresas públicas. Este "boom pasajero" se manifestó en los primeros años de este nuevo siglo en una profunda crisis económica y social de la que se iría saliendo muy lentamente, entretanto, con numerosas manifestaciones en las calles y una acusada pérdida en la calidad de vida de la gran mayoría de los habitantes. La Argentina prehispánica no poseía ninguna unidad parecida a la de las actuales fronteras del país. En el montañoso Norte se hallaban las mismas etnias y dominios indígenas que poblaban el altiplano boliviano (los quechuas y los aymaras). El Chaco y la Mesopotamia eran habitados, al igual que Paraguay, por indios y tribus guaraníes. Más al Sur, en la Patagonia andina, vivían los araucanos, y en el extremo más meridional, en Tierra del Fuego, los alcalufes y los yámaras.Las tierras pampeanas y el entorno del Plata, al ser esteparios, no permitían un tipo de vida sedentario, por lo que eran regiones pobladas por tribus nómadas y guerreras, como los teluches que no conocían la agricultura. Los únicos indígenas con una organización social territorialmente definida fueron los araucanos y los pueblos andinos quechuas y aymaras, estos últimos vinculados al mundo inca. La colonización española fue también dispar. Las primeras incursiones descubridoras y colonizadoras hacia el interior de la actual Argentina provinieron de Perú y Bolivia, penetrando por el montañoso Noroeste. Pero el núcleo central de la colonización, el que más tarde daría lugar al espacio político-económico que hoy conocemos como Argentina, no fue un espacio andino, sino los entornos del Río de la Plata.
Así, podemos afirmar que la primera etapa de exploración y conquista de Argentina empieza con el descubrimiento en 1516 del estuario del Río de la Plata por Juan Díaz de Solís, quien se adentró por primera vez en él buscando un paso entre el océano Atlántico y el Pacífico. En 1527 otra expedición, capitaneada por Sebastián Cabot, remontó ya el río Paraná y fundó en sus orillas el primer asentamiento colonial de Argentina, el fuerte Sancti Spiritus, un punto entre las actuales Rosario y Santa Fe.
Allí, y en distintas incursiones, se recogieron de entre los indígenas las leyendas de la Sierra de la Plata, un mito indio seguramente referido al Perú incaico, el cual se divulgó exageradamente y promovió el interés en colonizar la zona. Una tercera expedición, comandada por Pedro de Mendoza, fundó en el estuario platense, como base de operaciones, el Puerto de Nuestra Señora de Santa María del Buen Ayre el día 3 de febrero de 1536. Desde allí se organizaron expediciones hacia el Norte y el Chaco en busca de las "sierras argentíferas", pero los buscadores y conquistadores establecidos en Santa María del Buen Ayre tuvieron que huir años más tarde por la hostilidad de los indígenas y la falta de alimentos. Estos primeros pobladores de Buenos Aires remontaron el Paraná para instalarse finalmente en Asunción (hoy capital de Paraguay), donde desarrollaron una sociedad agraria y mestiza que progresó y creció con gran rapidez.