LITERATURA PROSISTA - TEORÍA LITERARIA: El comentario de textos - 6ª parte
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Literatura prosista

TEORÍA LITERARIA

El comentario de textos - 6ª parte


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La validez y los métodos (continuación)

Un comentario de Lázaro-Correa

eguidamente veremos un ejemplo expuesto en la obra de Fernando Lázaro Carreter y Evaristo Correa Calderón: Cómo se comenta un texto literario.

Se comienza proponiendo el siguiente texto, un fragmento del Himno al Sol de Espronceda:

Goza tu juventud y tu hermosura
¡oh, sol!, que cuando el pavoroso día
llegue que el orbe estalle y se desprenda
de la potente mano
del Padre soberano,
y allá a la eternidad también descienda
deshecho en mil pedazos, destrozado,
y en piélagos de fuego
envuelto para siempre, y sepultado,
de cien tormentas al horrible estruendo,
en tinieblas sin fin, tu llama pura
entonces morirá: noche sombría
cubrirá eterna la celeste cumbre.
¡Ni aun quedará reliquia de tu lumbre!

Aplicando el método, se procede a recorrer las seis fases de que se compone la técnica del comentario:

Fase 1: lectura atenta del texto

El fragmento de Himno al Sol de Espronceda, se caracteriza por su sencillez léxica ya que predominan los términos habituales y utilizados en el habla común, sobresaliendo un único cultismo: orbe (mundo). Destaca también el término piélagos por su posible dificultad de comprensión ya que, con el significado de mar, únicamente se utiliza en el registro poético.

Fase 2: localización del texto

Pertenece este fragmento a uno de los más famosos poemas de José de Espronceda, el gran lírico del siglo XIX. Se trata del Himno al sol. Por todos sus rasgos, parece este un buen modelo de poema romántico. En efecto, su tema es grandioso, la naturaleza se incorpora a los sentimientos del poeta, y late en todo él el típico desaliento que da carácter a esta época. Porque en este himno, contrariamente a lo que podíamos pensar -ya que los himnos se componen, de ordinario, para exaltar algo-, la grandeza del sol es cantada sólo para anunciar su muerte. El poeta, sabiéndose hombre mortal, se consuela -y goza-, al pensar que aquel astro, testigo impasible de todas las destrucciones del mundo, morirá también. Consuelo mezquino pero eficaz para aquel hombre atormentado por la idea de su propia desaparición.

Fuente: Cómo se comenta un texto literario, 24ª edición, Madrid, de la Editorial Cátedra, 1985. Páginas 101 a la 105.

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