El hábito de consumir la planta de mate, que parece resistir cualquier cambio o innovación, existe y se halla fuertemente arraigado en Argentina, parte de Brasil, Uruguay y Paraguay. Menos arraigado es el caso de chile, donde ya existía esa tradición desde la época colonial a la par que los otros países citados del cono sur, pero a finales del siglo XIX con la llegada de inmigración británica ese hábito se desplazó al té, quedando relegado el mate (que no abandonado) al sur del territorio chileno, y especialmente a las zonas rurales.
Paradójicamente, renunciando esta costumbre a perderse por efecto de la globalización e introducción de otras costumbres foráneas, el mate ha conseguido trascender las fronteras de sus países de origen, debido a que los flujos migratorios de muchos de sus ciudadanos alcanzaron otros continentes, especialmente el europeo, y una gran mayoría de ellos se establecieron. Esto trajo también consigo la necesidad comercial de abastecer esa nueva demanda; algunas empresas, como mate taragui, tienen una red mundial de tiendas para cubrir esas necesidades fuera del ámbito geográfico y cultural del mate.
Pero ¿qué tiene el mate para que sea tan atractivo su consumo?
El mate es una bebida social y socializadora, donde se comparte, muchas veces alrededor de una mesa, charlando amigablemente, en una reunión con amigos, familia o compañeros de trabajo. Los elementos de ese ceremonial son la bombilla, el agua, el recipiente y la yerba, y lo completan el ambiente y entorno donde se desarrolla. Así, no es extraño observar incluso a los aficionados al fútbol sentados en su plaza, pero ataviados con su termo de agua caliente, compartiendo y saboreando un mate mientras siguen la evolución de su equipo.
El mate es, además, una bebida orgánica y natural, algo que resulta cada vez más demandado en las sociedades actuales, donde los productos ecológicos y saludables toman posición, cobrando protagonismo en los estantes de los comercios de alimentación.
La hierba de mate (de nombre científico Ilex lparaguarinensis), tiene interesantes propiedades medicinales: posee polifenoles de acción antioxidante, aceites esenciales, alcoholes terpénicos, etc, entre más de doscientas cincuenta sustancias identificadas como beneficiosas para el organismo humano. Es un alimento sabroso y nutritivo, y visto desde la perspectiva de la psicología humana, incluso terapéutico.
El origen del consumo de la planta de mate se circunscribe al pueblo guaraní, con una finalidad medicinal y estimulante. Una leyenda de este pueblo amerindio, relata que sus ancestros cruzaron un gran océano y decidieron establecer una nueva civilización en las Américas. Aguardaban la llegada de un dios que describieron como alto, barbado, de piel clara y ojos azules, y que habría descendido de los cielos trayendo consigo el conocimiento y secretos de la agricultura y la medicina, revelando las propiedades medicinales de las plantas nativas. Uno de esos secretos sería el cultivo y preparación de las hojas de la planta del mate, cuya bebida les aseguraría salud, vitalidad y longevidad.
Con la llegada a América de los conquistadores, los Jesuitas, imbuidos en moralizar y evangelizar aquellas gentes, consideraron el consumo del mate como un vicio perturbador de la conducta. No tardarían los monjes en comprender que aquella medida era contraproducente, pues los indígenas, ante la ausencia de mate, se emborrachaban con «chicha», una bebida alcohólica fermentada que elaboraban con maíz, miel y frutas silvestres. La norma no sólo fue derogada, sino que incluso se apoyó y promovió el cultivo por los propios Jesuitas, al observar que consumiendo mate rendían mejor en sus trabajos.
El mate, terminó así siendo un ingrediente de importancia para el pueblo guaraní, y más tarde adoptado por brasileños, argentinos, uruguayos, paraguayos y otras áreas del continente americano, extendiéndose su consumo y aceptación, convirtiéndose esta bebida en un importante referente social y cultural.