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Literaturas ibéricas e hispanas
HISPANOAMÉRICA
Las épocas literarias - 4ª parte
El siglo XVIII
a continuación de las formas literarias barrocas duró más tiempo en
Hispanoamérica que en España. A mediados del siglo XVIII se inicia un interés por las
nuevas orientaciones del racionalismo crítico procedentes de Francia, que sirven
de apoyo a las primeras ideas sobre el independentismo americano.
La labor de la prensa fue muy importante para la divulgación de estas ideas; al primer periódico, fundado en el siglo anterior ("La Gaceta de México", 1667), pronto se unirán muchos otros en los diferentes virreinatos. En el siglo XVIII nace también el ensayo de divulgación apoyado por las numerosas expediciones científicas que se realizaron por tierras americanas, y por la intensa comunicación de algunos estudiosos con científicos europeos. Un hecho que influyó en gran medida en el desarrollo cultural americano fue la expulsión de los jesuitas, en 1767, en cuyas manos estaba casi toda la enseñanza.
San Ignacio de Loyola, fundador de la
orden de la Compañía de Jesús (Jesuitas), expulsados de América en el siglo XVIII
El Neoclasicismo llegó tarde a América y coincidió casi con los años de las luchas de independencia; por ello, las formas estéticas neoclásicas fueron las primeras de las nuevas naciones americanas, aunque pronto las sustituyó el Romanticismo, más adecuado a la situación revolucionaria y cambiante de la época.
El XVIII no es un siglo brillante para las letras hispanoamericanas, como tampoco lo fue para las españolas; y al igual que en España, fueron el ensayo y las obras de orientación didáctica las más interesantes. En este sentido hay que señalar la labor del botánico José Celestino Mutis (1732-1808), cuya obra (Flora de la real expedición botánica del Nuevo Reino de Granada) quedó inédita y no se publicó hasta casi dos siglos después.
La obra en prosa más destacada fue El Lazarillo de ciegos caminantes, publicada en 1773, y escrita por Concolorcorvo, seudónimo atribuido a Alonso Carrió de la Vandera y a Calixto Bustamante, que narra con técnica de novela picaresca, las costumbres y curiosidades de la época.
El teatro fue bastante abundante, pero no produjo obras de gran calidad. Buenos Aires, con la creación del virreinato del Río de la Plata en 1776, comienza a centralizar la vida cultural argentina; y argentino fue uno de los autores dramáticos más destacados: Manuel José de Lavardén (1754-1809), una de cuyas obras, Siripo (1789), conoció un cierto éxito.
En poesía continúan las formas barrocas hasta la segunda mitad del siglo, sobre todo las de la poesía gongorina, pero sin grandes realizaciones; entre los muchos autores de esta orientación posbarroca, puede destacarse al peruano Pedro de Peralta Barnuevo (1663-1743) y al ecuatoriano Juan Bautista de Aguirre (1725-1786).