LENGUA - LAS LENGUAS PENINSULARES: El castellano clásico y moderno - 3ª parte

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LAS LENGUAS PENINSULARES

El castellano clásico y moderno - 3ª parte


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El Siglo de Oro de las artes y las letras españolas

urante los siglos XVI y XVII, las artes y la literatura españolas viven su Siglo de Oro. La expansión del Imperio, el descubrimiento de América y la revolución cultural que supuso el Renacimiento, constituyeron el punto de partida de este período, mientras que los enormes problemas económicos y sociales que se sucedieron a la muerte de Felipe II trajeron consigo una retracción en la cultura española.

Un Siglo de Oro que en realidad son dos (por poner dos fechas significativas: 1501, nacimiento de Garcilaso; 1681, muerte de Calderón) y que comprenden tanto un momento de auge político como de caída: la España que comienza la Edad Moderna con expectativas de progreso cambia de rumbo en el curso de unos años para mirar a un estéril pasado: cristianismo contrarreformista, odio al trabajo manual, hostilidad a la ciencia, inexistencia de una clase media, son algunas de las formas que adopta esa huida hacia atrás.

Ambos momentos, y el tránsito de uno al otro, dejan profundas huellas en una lengua en constante ebullición y, por supuesto, en la literatura que los expresa.

La lengua y La literatura

¿Qué ocurre en la lengua en esos dos siglos? Ser la lengua de una importante potencia europea y de un nuevo continente ha consolidado su prestigio. La necesidad de dar cuenta de situaciones tan conflictivas e intensas como las que por esos siglos atraviesa la comunidad nacional hará al castellano más rico y complejo.

La literatura es, sobre todo, la expresión de esos conflictos: confianza y desengaño, aspiración a la racionalidad y crisis de la razón. Por lo tanto, resulta insoslayable referirse al quehacer literario: es el espejo ideal de una lengua que refleja tanto sus mejores posibilidades como sus límites y devuelve a sus hablantes una imagen que condiciona sus hábitos lingüísticos y sus experiencias espirituales.

El Renacimiento

Los ideales lingüísticos del Renacimiento son la selección y la naturalidad. Juan de Valdés lo enuncia claramente en su Diálogo de la lengua (1535): "El estilo que tengo me es natural y sin afetación ninguna escrivo como hablo; solamente tengo cuidado de usar de vocablos que signifiquen bien lo que quiero dezir, y dígolo quanto más llanamente me es possible, porque a mi parecer en ninguna lengua stá bien el afetación." Hay un deseo de racionalidad, de que las palabras sirvan para un conocimiento individual y social que se considera al alcance del hombre.

La sencillez y el rechazo del artificio es la aspiración de los ambientes cortesanos y de los escritores de la época: Garcilaso, el anónimo autor del Lazarillo, gran parte de la prosa didáctica de la primera mitad del siglo; incluso los místicos, que pretenden hablar de experiencias ocultas, recurren a la lengua común, bien directamente -Santa Teresa- bien para construir con ella un lenguaje simbólico que permita, justamente, expresar lo inefable. Es una aspiración que llega hasta Cervantes: "El lenguaje puro, el propio, el elegante y claro está en los discretos cortesanos, aunque hayan nacido en Majalahonda...", hace decir al Licenciado que aparece en el Quijote, y añadir: "... Pícome algún tanto de decir mi razón con palabras claras, llanas y significantes."

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