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Lengua
LAS LENGUAS PENINSULARES
El castellano clásico y moderno - 1ª parte
Introducción
urante los siglos XVI y XVII el castellano se convierte en la lengua que básicamente es hoy; la reforma ortográfica del siglo XVIII normalizará el uso escrito de una lengua que, al menos desde el XVII, presenta un aspecto muy similar al que en la actualidad tiene. Ese proceso de transformación del castellano medieval en una lengua moderna va acompañado de una extensión geográfica considerable (América), al tiempo que el castellano se convierte en español, es decir, se impone como lengua de cultivo a las otras lenguas peninsulares.
Nebrija había visto bien que las lenguas son compañeras de los imperios. Cuando redacta su Gramática castellana, lo hace desde el convencimiento de que una lengua que, como el castellano, ha alcanzado una cierta plenitud, ha de normalizarse, para asegurar su conservación. Esa plenitud es, a la vez, expresión de una situación política favorable e instrumento de ella, pues los imperios se crean y se mantienen por obra de varios poderes -el militar, el económico-; pero uno de ellos, esencial, es la lengua.
Nebrija dirigía su Gramática a la reina Isabel. Los Reyes Católicos son los creadores del Estado moderno: la monarquía se reserva el poder político, arrebatándoselo a los nobles a cambio de asegurarles la hegemonía social, y somete a su control a los municipios, a las cortes y a la Iglesia; reorganiza la Hacienda, la administración de Justicia y las fuerzas militares. La unidad política peninsular se logra con la conquista del reino de Granada y la anexión de Navarra y, para conseguir la unidad espiritual, se establece la Inquisición.
Así pues, en 1492 (el año, también, del descubrimiento de América) España vive en una fase de crecimiento y entusiasmo, lo que afecta decisivamente al castellano. Durante los siglos siguientes se reconocerá en Europa como lengua de cultura, se extenderá por el Nuevo Mundo y en la Península se impondrá a las otras lenguas y dialectos; una brillante literatura, la paulatina apropiación de usos reservados antes al latín, y la reflexión lingüística, acompañarán determinantemente este proceso.
La lengua de un imperio
La expansión europea
Carlos I se convierte en rey de España en 1516. Cuando es elegido emperador de Alemania en 1519, bajo su poder se reúne un vasto territorio que comprende los reinos hispánicos, las Indias americanas, Alemania, los Países Bajos, y se extiende por Italia y el norte de África. El castellano es entonces una lengua de extraordinario prestigio en Europa; como el francés o el italiano, de uso común en la diplomacia y en los negocios, nuestro idioma se convierte en una lengua de poder y también de cultura. Juan de Valdés escribe: "Assí entre damas como entre cavalleros se tiene por gentileza y galanía saber hablar castellano." En 1536 Carlos V desafía a Francisco I de Francia ante el Papa Paulo III y usará para ello el castellano; cuando el obispo de Mâcon, embajador francés, dice no comprender sus palabras, le responde: "... Entiéndame si quiere, y no espere de mí otras (...) que de mi lengua española, la cual es tan noble que merece ser sabida y entendida de toda la gente cristiana."
Este prestigio y difusión explican el abundante número de préstamos que otras lenguas europeas reciben del castellano en esta época: "sforzo", "sussiego", "complimento", "grandioso"..., en italiano; "bravoure", "guitarre", "sieste", "hâbler" ("hablar con jactancia")..., en francés; pero también términos ingleses como "picaro", "desperado" ("desesperado"), o alemanes ("galan", "karavelle") que dan cuenta de una influencia visible en determinados hechos, caracteres o costumbres.