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Lengua
LINGÜÍSTICA
Las lenguas del mundo - 6ª parte
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Las lenguas vivas y muertas
n dos ocasiones, al menos, puede fecharse con exactitud la desaparición de una lengua. El 26 de diciembre de 1777 murió en un pueblo de Cornualles (Inglaterra) una mujer de ciento dos años, Dolly Pentreah. Era la última hablante del córnico, antigua lengua céltica de aquella región. En junio de 1898 falleció, en la isla de Veglia, del Adriático, Antonio Udina, y con él desapareció el dálmata, lengua románica que se había hablado en la costa oriental del Adriático y en sus islas.
¿Eran estas lenguas, en el momento de morir las últimas personas que las conocían, propiamente lenguas? No, si consideramos que una lengua ha de ser hablada, al menos, por dos hablantes: en realidad ambas habían muerto como instrumento de comunicación antes de que murieran Dolly Pentreah y Antonio Udina, y ellos recurrían, en sus últimos años, al inglés y al servocroata, respectivamente, para conversar con sus vecinos. A pesar de todo, seguían cumpliendo un papel esencial en sus vidas: la comunicación intrapersonal, el pensamiento y la memoria, íntimamente ligados a la lengua que cada humano ha recibido como lengua materna.
En la historia de la humanidad, otras muchas lenguas han muerto. Unas sin dejar restos tras de sí, como muchas de las amerindias, o con escasísimos testimonios, como el galo o el íbero. Algunas, como el sumerio, dejaron de hablarse hace miles de años, pero se conservan en la escritura. De otras, como el latín, sólo de manera aproximada podemos decir que estén muertas, porque si bien no se utiliza como lengua de ninguna comunidad natural (la Iglesia sigue empleándola), permanece en cuantas lenguas derivan genéticamente de él, las lenguas románicas, aparte de en una abundantísima literatura de la que nuestra cultura se alimenta aún. Por eso no podemos contestar a preguntas como "¿cuándo dejó de hablarse el latín?", pues quienes lo transformaron en lo que serían las lenguas romances creían estar hablando aún aquella lengua.
Así pues, las lenguas mueren y desaparecen, cambian para convertirse en otras, e incluso, eventualmente, resucitan. Ocurre esto cuando una voluntad cultural y política lo consigue. Un ejemplo significativo: el hebreo, que ya desde el siglo III antes de Cristo era una lengua escrita, reducida al ámbito literario y religioso, ha sido recuperada muy recientemente como lengua hablada y es en la actualidad el idioma del Estado de Israel; una lengua olvidada durante siglos se convierte así en la lengua materna de generaciones.
El origen de la escritura
Igual que el lenguaje verbal, la escritura es vista, en los orígenes, como un don. Para los griegos, un dios, Cadmo, se la habría otorgado a los hombres, de igual forma que Prometeo el fuego o Triptolemo la agricultura.
¿Cómo surge la escritura? Antes de escribir palabras, los hombres plasmaron ideas, dibujando imágenes que eran signo de los objetos. Tales imágenes tenían un carácter mágico (para conjurar las fuerzas naturales que evocaban y encarnaban) o servían como señal de propiedad o recuerdo de determinados hechos de la vida social (inventario de bienes, intercambios, pactos...). Es el punto de partida de la escritura ideográfica, que pretende representar cada idea u objeto por un signo adecuado. Esta escritura ideográfica, que no se conserva como tal, podemos imaginarla por lo que conservamos de la escritura china o la jeroglífica de Egipto.
Las limitaciones de la escritura ideográfica eran abundantes: dificultad de representar nociones abstractas, necesidad de numerosos signos, imposibilidad de reproducir propiamente frases... Eso explica lo revolucionaria que fue la invención de un nuevo tipo de expresión: la escritura fonética, que trata de representar sonidos y no ideas.
Los fenicios fueron sus creadores y difusores. En una primera fase fue silábica (un signo por cada sílaba) y luego alfabética (un signo por cada sonido, con notación expresa de las vocales: tal fue la invención de los griegos).
Los griegos extendieron el alfabeto hacia Occidente y lo pasaron a etruscos y latinos. El alfabeto griego sirvió de modelo al gótico, gracias a Ulfilas (siglo IV), y al eslavo, gracias a Cirilio y Metodio (siglo IX). Los alfabetos del antiguo alemán, inglés e irlandés se derivan del latino.
Por el Oriente, el arameo fue el propagador del alfabeto, que se extendió hasta la India. La mayor parte de los sistemas de escritura del Asia central se derivan de él.
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