INVENTOS E INVENTORES: Inventos que cambiaron el mundo: Introducción histórica - 1ª parte
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Inventos e inventores

INVENTOS QUE CAMBIARON EL MUNDO

Fuente: Simon Usborne

Introducción histórica - 1ª parte


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Las aportaciones de las diferentes culturas

letra capitular El desarrollo del conocimiento humano, de las ciencias y de la tecnología se debe a la acumulación de los avances producidos a lo largo de milenios por toda la humanidad y en todos los continentes. Sin embargo, Europa se ha esforzado por hacer creer al resto del mundo que la historia de la ciencia nace en el viejo continente.

Durante la Edad Media existían seis grupos culturales principales: en lo que respecta a Europa, de un lado el Occidente latino y, de otro, el Oriente griego (o bizantino); en cuanto al continente asiático, China e India, así como la civilización musulmana (también presente en Europa), y, finalmente, en el continente americano, desligado del resto de los grupos culturales mencionados, florecía la prodigiosa civilización maya.

El tonto no ve el mismo árbol que el sabio (William Blake)

Hay diferencias sustanciales entre estos seis grupos en cuanto a su aportación al desarrollo científico. El grupo latino no contribuyó demasiado a la ciencia hasta el siglo XIII; los griegos no elaboraron sino meras paráfrasis de la sabiduría antigua; los mayas, en cambio, descubrieron y emplearon un calendario de lo más preciso y el uso del cero en sus cálculos astronómicos antes que ningún otro pueblo.

Calendario solar maya
Calendario solar maya

Las principales contribuciones indias a la ciencia fueron la modernización de la trigonometría y la formulación de los números indoarábigos —empleados actualmente—, un sistema numérico que revolucionó el pensamiento matemático facilitando el uso de decimales y la solución de ecuaciones complejas. Estos avances se transmitieron a los árabes, que combinaron y perfeccionaron los mejores elementos de las fuentes babilónicas, griegas, chinas e indias.

En el siglo IX Bagdad, situada a orillas del río Tigris, era un centro de traducción de obras científicas. En el siglo XII estos conocimientos se transmitieron a Europa a través de España, Sicilia y Bizancio.

Ha existido una cierta tendencia a minimizar o casi ocultar los inventos de otras latitudes. Se dice que el compás magnético de Neckam es similar al chino, en vez de reconocer que fue inventado en China, o se habla del cometa Halley como si éste fuera su descubridor, cuando era ya conocido por los chinos 2.500 años antes.

Se nos presenta a Gutenberg como el inventor de la imprenta con caracteres móviles, ocultando a los impresores pioneros como el egipcio Ibn Yunus o el chino Pi Cheng, que mucho antes que Gutenberg ya utilizaban los tipos móviles.

La auténtica realidad es que la imprenta, la pólvora, el compás, el papel moneda, el reloj mecánico, el paracaídas o la taladradora son inventos chinos, y el timón fijado en la popa de los barcos, el ábaco, el péndulo, el juego de ajedrez, el taladro, el cincel o la cuña son todos ellos inventos de origen no europeo.

El molino de viento y el de agua, precursores de la turbina moderna, son de origen persa. El primer molino de viento encontrado en Europa data de 1185 en Yorkshire. Las técnicas del vidrio, el esmalte y la porcelana se importaron tardíamente a Europa. Documentos financieros como el cheque, que abrieron nuevos caminos al comercio, son de origen árabe, y de ellos lo toman los caballeros templarios. Con esto no quiero dar la impresión de que Europa sólo ha vivido de las rentas científicas creadas por otros países, sino reconocer los méritos de otras culturas que antes o durante la Edad Media hicieron sus hallazgos o inventaron objetos e instrumentos que cambiaron nuestra concepción del universo.

Y no hay que pensar necesariamente en inventos portentosos o de grandes dimensiones. El tamaño en estos casos no importa. Grandes descubrimientos —como el fuego— y pequeños —como el uso del hollín a modo de dentífrico— han facilitado la vida cotidiana. Lo más minúsculo puede cambiar radicalmente modas y mentalidades. Y ocurrió con la llegada de algo tan pequeño como el botón. Nadie le dio importancia en un principio pero creó, en cierto modo, una revolución en la moda europea medieval del siglo XIV. Hasta entonces las prendas eran de confección, y había tres tallas, y todo el repertorio se reducía a túnicas, capas, camisones, jubones, calzas y calzones.

Los cruzados volvieron de Siria con muchos objetos nuevos, entre los que destacan el rosario y el botón. Éste irrumpió como un rayo porque, por primera vez en la Historia de nuestro continente, permitió hacer ropa a medida, es decir, ajustando las prendas a la forma del cuerpo. La Iglesia romana se opuso al principio a la revolución del botón porque permitía ceñir los cuerpos femeninos de manera provocativa, pero acabó cediendo. Y el botón, muy en uso entre árabes, turcos y mongoles, hizo gran fortuna en Europa, revolucionando el concepto europeo de la elegancia y sustituyendo lorigas y cotas de malla por elegantes guerreras ceñidas para que los oficiales pudiesen lucir el talle en los bailes de capitanía.

El nacimiento de la ciencia moderna está a menudo asociado con el siglo XVII, coincidiendo con un gran período intelectual en Europa. Pero es difícil de concebir el desarrollo industrial sin las materias primas de la India, o el progreso de las matemáticas sin los números indo-arábigos (mencionados por primera vez en Europa en 976 por Leonardo de Pisa), sin la creación del cero como concepto matemático y sin la existencia del álgebra creada por los árabes. Es bueno dejar las cosas en su sitio.

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