Historia y Arte
EL SIGLO XIX
Mentalidad y pensamiento - 4ª parte
Asociacionismo y movimientos proletarios (continuación)
tros teóricos del socialismo utópico fueron Blanc, Cabet y Blanqui (y en cierto sentido también Proudhon) pero ninguna de sus doctrinas tuvo una gran repercusión posterior, aunque debe reconocérseles el mérito de haber introducido en el lenguaje del obrerismo términos como socialismo y comunismo o ideas como la de dictadura del proletariado, que serían fundamentales en las ideologías de los denominados socialismos científicos (realizables).
A medio camino entre los socialistas utópicos y los científicos puede situarse la obra de Proudhon, que ya no se ocupó de establecer un modelo ideal de sociedad, sino un modelo revolucionario que se fundamentaba en el federalismo, para la política, y en el mutualismo, para lo social y económico. La trascendencia de Proudhon fue grande, ya que sus doctrinas serían retomadas por los anarquistas y, si su ideología no tuvo una repercusión, fue porque se vio desplazada por el marxismo.
Tras las revoluciones de 1848, el proletariado comenzó a darse cuenta de la fuerza que podía tener si actuaba unido y comenzó a luchar por el derecho de asociación, auténtico germen de los futuros sindicatos y partidos obreros. Simultáneamente, los grandes teóricos del obrerismo, Proudhon (del mutualismo), Bakunin (del anarquismo) y Marx y Engels (del socialismo-comunismo), comenzaron a desarrollar sus propias ideologías, desplazando así a los socialistas utópicos. En esta época la lucha del proletariado por sus derechos alcanzó su punto culminante con la legalización del derecho de asociación en Francia en 1864 y la constitución, en ese mismo año, de la I Asociación Internacional de Trabajadores.
En la década de los 70, y sobre todo tras el fracaso de la Comuna de París en 1871, el mundo proletario entró ya en una etapa de claro enfrentamiento con el poder burgués y se establecieron las grandes líneas del movimiento obrero a partir de tres tendencias predominantes: sindicalista, marxista y anarquista.
Los sindicatos adquirieron fuerza tras los procesos de legalización del derecho de asociación (en Gran Bretaña desde 1824) y en general puede decirse que el movimiento sindical actuó al margen de la política, siendo la huelga su principal arma de presión y las mejoras salariales y de trabajo sus objetivos.
La corriente marxista fue la más fundamentada ideológicamente y de ella surgieron dos grupos de distinta tendencia que tendrían gran repercusión en la vida política del siglo XX. Fueron los "intransigentes" (revolucionarios) que ideológicamente se acogieron al principio de la lucha de clases y sólo veían posible el cambio social a través de la revolución proletaria y los "reformistas" (democráticos) que entendieron que era posible mejorar la sociedad a través de las reformas hechas desde el poder conseguido en el juego democrático a través de los votos.
La línea anarquista estuvo marcada por la tendencia federalista y por grupos minoritarios de anarquistas revolucionarios que utilizaron la violencia y el atentado como medio para desestabilizar el poder.
Independientemente de estas tres corrientes, existió una cuarta de tendencia cristiana que se manifestó menos internacionalmente y que logró grupos importantes en Francia, Bélgica y Alemania. Para esta línea de reforma la encíclica "Rerum Novarum" de León XIII, publicada en 1891, fue un texto básico que recogía las aspiraciones de reforma social del proletariado católico.