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Historia y Arte
EL SIGLO XIX
Mentalidad y pensamiento - 3ª parte
Liberalismo y mentalidad burguesa (continuación)
a tendencia al individualismo enraizaba perfectamente con las nuevas concepciones del liberalismo burgués. Así, en política, el liberalismo se entendía como la fórmula que establecía la libertad individual frente a los privilegios de carácter estamental; en economía la tendencia al individualismo era evidente con su defensa de la propiedad privada y el derecho a acumular riqueza ("si muchos individuos se enriquecen, el país será más rico", afirmaba ya Adam Smith); por lo que respecta al liberalismo intelectual, no deja de ser significativo que la corriente artístico-literaria que más éxito tuvo entre la burguesía fuera el romanticismo con su exaltación de los valores individuales.
Asociacionismo y movimientos proletarios
La toma de conciencia del proletariado como clase social subyugada fue lenta y no tuvo el mismo desarrollo en todos los países europeos. No obstante, pueden señalarse unas líneas generales que recogen los pasos más importantes en la formación de una conciencia proletaria y las respuestas que se dieron como intento de resolver los graves problemas de esta clase social.
Desde las primeras décadas del siglo, gran parte del proletariado entendió que la única vía de solución para sus problemas era el asociacionismo. Surgieron así las sociedades mutualistas de ayuda y socorro, que inicialmente no estuvieron mal vistas por la burguesía, ya que cumplían una misión social casi de carácter caritativo (ayuda a obreros enfermos, a viudas, huérfanos, parados, etc.); ahora bien, cuando el proletariado comenzó a descubrir su capacidad de presión a través de la huelga y utilizó las asociaciones de ayuda mutua como sociedades de resistencia en apoyo a las huelgas, pronto comenzaron a considerarse ilegales.
Paralelamente surgieron los llamados socialismos utópicos, que buscaban dar solución a los problemas sociales que había generado el sistema liberal-capitalista. Los socialismos utópicos fueron propuestas de carácter reformista, realizadas en su mayor parte por teóricos procedentes de la burguesía. Aunque algunas de ellas se llevaron a la práctica, estuvieron marcadas por un fuerte idealismo que no careció de cierto matiz romántico.
Entre los teóricos utópicos destacó el inglés Owen, que desde una postura claramente filantrópica introdujo mejoras sociales en sus fábricas, se preocupó por la educación de los obreros y abogó por un asociacionismo cooperativista. Este reformista tuvo más de empresario ilustrado que de ideólogo del socialismo o del comunismo, aunque empleara repetidamente estos términos.
Las teorías de los socialismos utópicos fueron frecuentes en Francia y estuvieron representadas por varias doctrinas. El saint-simonismo (seguidores de Saint-Simon) que supuso una crítica al sistema liberal-capitalista y que fundamentó sus ideas en la importancia de la economía y en la necesidad de que fuera la clase industrial y productora la que dirigiera la sociedad; más teórico que práctico, el saint-simonismo estuvo lleno de contradicciones y su carácter de doctrina salvadora casi religiosa dio lugar a más de una crítica e incluso a algunas burlas.
Fourier y los fourieristas propusieron, como respuesta a su profunda crítica al capitalismo (Fourier tenía un particular odio al comercio y a los comerciantes), un sistema de asociación socio-laboral, los "falansterios", que debían surgir al margen del Estado y en los que trabajo y beneficios debían repartirse en plena armonía; en la realidad los falansterios que llegaron a fundarse fracasaron o se limitaron a funcionar como simples cooperativas.