GEOGRAFÍA - PAÍSES: Portugal - 6ª parte
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Geografía

PAÍSES

Portugal - 6ª parte


Literatura   Arte

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Literatura

esde sus orígenes, la literatura portuguesa se caracterizó por la riqueza y variedad de su poesía lírica, por la calidad de su producción historiográfica, y por la relativa escasez de piezas teatrales, biográficas y ensayísticas. Las muestras más antiguas de lirismo, que se atribuye al sentimiento de saudade o nostalgia propia de un pueblo viajero y marinero, son tres cancioneros de principios del s. XIII (da ajuda, da vaticana y el Clocci-Brancuti), época en que el gallego-portugués era la lengua de la lírica peninsular. En dicha lengua están escritas las Cantigas de Amigo, de Amor y de Escarnio e maldecir en ámbito castellano. Esta poesía era cantada por juglares y trovadores en las Cortes, inspirándose en el modelo provenzal.

Los textos más antiguos en prosa fueron traducciones del árabe, latín y castellano. Los propiamente portugueses sólo aparecieron en el s. XIV y consistían en genealogías y obras hagiográficas. La lírica de estilo provenzal cedió su primacía a las novelas caballerescas de inspiración bretona. Lo más destacado del s. XV fueron las crónicas de Fernao Lopes sobre los primeros reyes portugueses. El s. XVI, tiempo de la gran expansión marítima, vio la llegada del humanismo renacentista, que trajo nuevas ideas y grandes novedades en el arte de versificar; el cronista García de Resende recopiló esa poesía en el Cancioneiro Geral (1516). La Edad Media y el Renacimiento cristalizaron en el mayor autor de la literatura portuguesa, Luis de Camoes, autor de la epopeya nacional Os Lusiadas (1572).

El teatro nació con Gil Vicente y maduró con Sá de Miranda, introductor del teatro clásico. Naturalmente la empresa descubridora derivó en una gran producción historiográfica, no siempre objetiva, y de libros de viajes. A la novela de caballerías se unió la pastoril. Desde la segunda mitad del s. XVI y durante el XVII se produjo una decadencia motivada por la instauración de la Inquisición y la dominación española. En la temática, los modelos e, incluso, la lengua, la literatura portuguesa se subordinó a la española.

El s. XVIII fue una prolongación del anterior, hasta que en sus postrimerías el exotismo y el indianismo preludiaron el romanticismo. La verdadera eclosión de esta corriente se produjo a mediados del s. XIX como consecuencia del movimiento cosmopolita de la Escuela de Coimbra. A ella pertenecieron el poeta Antero de Quental, el novelista Eça de Queirós y el historiador Oliveira Martins, todos ellos vinculados a los inicios del socialismo portugués. A este vigor siguió un cierto desaliento sólo superado tras la Primera Guerra Mundial, cuando aparecieron nuevas escuelas (el neo-lusitanismo, el sebastianismo y el integralismo), y una gran figura que ha planeado, aunque sólo tras su muerte, sobre toda la literatura portuguesa posterior: Fernando Pessoa.

Arte

Hasta la formación del condado de Portugal, en el inicio de la Edad Media, el arte portugués estuvo muy vinculado al del resto de la península Ibérica. Tras el paso de los romanos se difundió el arte visigótico, que recibió influencias bizantinas y mozárabes. Todavía el románico mostraba las vinculaciones con España y, a través de ésta, con Francia.

El románico se expandió a través de una serie de iglesias rurales, sencillas y sin pretensiones, aunque también se construyeron catedrales, como la Sé Velha de Coimbra, la mejor conservada y que imita a la de Santiago de Compostela. La transición al gótico fue progresiva, sin rupturas. Lo difundieron las órdenes religiosas, singularmente los cistercienses; de esta orden fue el monasterio de Alcobaça, inspirado en la abadía de Clairvaux. Pero el edificio gótico más significativo es el convento dominico de Batalha, homenaje a la victoria nacional en Aljubarrota, y donde se hallan representados el gótico tradicional y el tardío, e incluso se preludia el manuelino, transformación del gótico en sentido preciosista y decorado exhuberantemente. Sus dos obras más representativas son el convento de los Jerónimos y la Torre de Belem, en Lisboa. Convivió el manuelino (primera y segunda década del s. XVI) con el mudéjar y el plateresco importados de España.

La cultura del s. XVI estuvo dominada por los jesuitas, que impusieron el gusto italiano renacentista. En el s. XVIII los edificios más destacados se hicieron en el N del país en estilo barroco y rococó. Mención aparte merece la reconstrucción en Lisboa, tras el terremoto de 1755, que dio paso al rígido neoclasicismo del s. XIX, practicado sobretodo por extranjeros. La pintura portuguesa comenzó en el s. XV con Nuno Gonçalves, autor del políptico de San Vicente. Tras él, dominó el influjo de los maestros flamencos y la aparición de escuelas regionales. Con el Renacimiento predominó la influencia italiana, aunque la tradición portuguesa siguió en el retrato.

El s. XVIII fue fecundo en pintores de techos y de corte, inspirados por italianos y franceses (Vieira Portuense, D. de Sequeira). Después de la época romántica, la actividad pictórica reflejó las grandes corrientes europeas, destacando Columbano, retratista enérgico y melancólico. La lucha contra el academicismo la iniciaron tendencias futuristas y la continuó el surrealismo, así como los jóvenes artistas que trabajan en el extranjero. Son raros los restos de escultura prerrománica portuguesa. Del románico proceden muestras decorativas y geométricas de influencia gallega. Las manifestaciones iconográficas se caracterizaban por su rudeza y robustez.

Durante el gótico destacó la escultura funeraria. Después del manuelino se desarrolló el renacimiento de cuño italiano. El barroco aportó retablos dorados y policromados, y una imaginería religiosa semejante a la española. En el s. XVIII se copió la moda francesa de decorar con estatuas jardines y palacios. Para seguir el desarrollo de los movimientos artísticos más modernos se debe mencionar a Soares dos Reis, a Antonio Duarte y a Lagoa Henriques.

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