GEOGRAFÍA - PAÍSES: China - 7ª parte

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China - 7ª parte


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Historia: dinastías preclásicas

a civilización china se remonta a una antigüedad que supera los 200 000 años. Se originó en las cuencas fluviales del Huanghe, del Wei y del Lo, cuyas características geográficas favorecieron el asentamiento humano y la posterior aparición y desarrollo de una agricultura intensiva, basada en el control del agua a través del trabajo organizado y con una sólida estructura social. Desde el segundo milenio, esta cultura se extendió a través del territorio de China, adoptando el carácter de una enorme colonización campesina, que siguió las direcciones N-S y E-O.

El movimiento colonizador hacia el S, que llegó hasta la cuenca tropical del Xi Jiang, estimuló la implantación de la cultura del arroz, que ha permanecido inmutable hasta nuestros días. La expansión de China hacia Mongolia, el Xinjiang y el Tibet vino dada por un intento de controlar las amenazas de los pueblos nómadas procedentes de las estepas, los altiplanos y las montañas que rodean las llanuras del país. Las barreras geográficas interiores favorecieron la formación de dialectos y de fuertes diferencias regionales, que llegaron hasta la división política; a pesar de ello, la unidad de la organización social y de la explotación agrícola se impuso invariablemente sobre las particularidades étnicas y geográficas. Al N, cerca de Pekín, aparecieron restos arqueológicos que muestran la presencia de homínidos primitivos, los sinántropos, con una antigüedad de más de 200 000 años.

En Mongolia y en Manchuria se desarrolló una cultura mesolítica de cazadores y agricultores en el período postglacial. El poblamiento paleolítico se localizó en la periferia de la China actual (Guangxi, Sichuan y Manchuria). A él corresponden los tres legendarios soberanos, Iao, Xun y Iu. Cuenta la tradición que Iu fundó la legendaria dinastia Hsia (ss. XXII al XVII a C), y creó el primer estado chino, que comprendía una parte de las provincias de Henan y Shanxi. El descubrimiento del bronce, a principios del segundo milenio antes de la era cristiana, tuvo unas consecuencias trascendentales: se formó una vasta civilización y apareció la primera dinastía histórica, denominada Shang (ss. XVIII al XII a C), que se expandió hacia el S, desde Henan hasta el Yangtze. Ésta, debilitada por los pueblos vecinos, fue sustituida por la dinastía Zhou, entre los ss. XII y III a C, que procedente del O, estableció un principado en el alto Wei y la capital en Xian. En su primer período, los Zhou impusieron una organización de tipo feudal que aumentó la consolidación de las costumbres agrícolas.

La Gran Muralla China, construida durante la Dinastía Qin
La Gran Muralla, construida durante la Dinastía Qin, fue fruto de una política defensiva ante las continuas amenazas de los pueblos invasores

A mediados del s. VIII a C, las invasiones nómadas del N provocaron el traslado de la capital a Luoyang, en la región de Henan. Al mismo tiempo, el desfallecimiento de los vínculos feudales puso fin al poder de los Zhou. A partir del s. VIII a C, la civilización china se extendió, ocupando un vasto territorio en el curso medio del Huanghe. La unidad cultural de los comienzos se vio amenazada por las tendencias disgregacionistas de los principados periféricos y por la presión de los pueblos bárbaros fronterizos, sobre todo de los mongoles del N. Después de la decadencia de la dinastía Zhou se estableció un sistema pluriestatal, una amplia confederación (período de las cinco hegemonías), en que hubo cinco grandes principados que sucesivamente ejercieron el poder.

Durante los ss. IV y III a C, las disputas feudales entre ellos se convirtieron en verdaderas guerras de anexión, que concluyeron con el triunfo de la dinastía de los Qin. Esta dinastía, aunque breve (años 221 al 206 a C), fue de vital importancia para China, ya que creó las bases de un imperio que habría de mantenerse durante más de dos milenios. Huangti, el primer emperador de la dinastía Qin, llevó a cabo la unificación de China y abolió los últimos vestigios de la organización feudal.

Siguiendo los principios de la escuela legalista, el emperador organizó una administración centralizada y jerarquizada (que perduró a través de todas las dinastías posteriores), intentó la unificación de la cultura y de la ideología chinas, suprimió la libertad de comercio, y otorgó la propiedad de la tierra a los campesinos. Finalmente, adoptó una política defensiva ante las continuas amenazas de los pueblos invasores, con empresas de gran envergadura, como la construcción de la Gran Muralla. Sin embargo, esta costosa política centralista y defensiva provocó una sublevación generalizada de la que salió triunfador el terrateniente Liu Pang, que impuso su autoridad y fundó la dinastía Han (206 a C al 220 d C). Su política, dirigida a fortalecer el poder imperial, continuó la obra unificadora de los Qin.

Mujer vestida con la indumentaria de la Dinastía Han
Mujer vestida con la indumentaria de la Dinastía Han

El emperador Wu (140 al 87 a C) fue la figura más relevante de este período; entre sus aportaciones más destacadas se hallan la sustitución de la ideología oficial legalista por el confucianismo y la introducción de un sistema de reclutamiento de letrados que constituyeron un funcionariado fiel, formado por la importante clase de los mandarines.

La dinastía Han coincidió con un período de expansión comercial y agrícola que se manifestó en la formación de una clase comerciante, en la sustitución de la antigua aristocracia por un grupo de terratenientes más dinámicos, en la roturación de nuevas tierras y en la realización de numerosas obras hidráulicas. Del mismo modo, los Han llevaron a cabo una política expansionista que se materializó en la conquista del N de Corea, la región de Ordos y la zona meridional hasta Cantón. Sin embargo, las sublevaciones campesinas y los ataques de los nómadas de las fronteras noroccidentales obligaron al emperador a ceder el poder a militares y terratenientes.

difusión del  taoísmo y del budismo
En el ámbito religioso, tras la decadencia de la Dinastía Han, se asistió a la difusión del  taoísmo, y del budismo llegado de la India.

Después de la decadencia de la dinastía Han, se inició la época denominada de «los tres reinos y las seis dinastías» (220 al 618): China fue dividida en tres reinos, el de Wei (220-265), al N, el de Xu (221-265), al O, y el de Wu (220-280), en el bajo Yangze, en lucha por el poder y en continua retirada hacia el S. Durante este período el país se vio sometido al ataque de diversos pueblos nómadas (tibetanos, turcos y mongoles), sobre todo en el N. Algunos de estos pueblos se establecieron en el valle del Huanghe, lo que provocó una intensa emigración hacia el curso bajo del Yangze, donde se produjo una fecunda fusión cultural.

En el ámbito religioso se asistió a una difusión del budismo, y del taoísmo llegado de la India. Al N del Yangze se formaron, al mismo tiempo, algunos imperios fundados por otras tribus que asimilaron la técnica y la administración chinas sin perder sus vínculos originales. Los Topa-Wei (385 al 557), de la tribu nómada de los Tabghatx, fueron los más importantes. Unificaron el N, adoptaron el budismo y construyeron santuarios rupestres como el de Iungkan, siguiendo las pautas de la escuela greco-india de Gandhara.

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