GEOGRAFÍA - PAÍSES: Chile - 2ª parte
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Geografía

PAÍSES

Chile - 2ª parte


   Geografía humana   Geografía económica

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Geografía humana

letra capitular Ea población chilena tiene mayoritariamente su origen en el mestizaje entre los colonos españoles y las diferentes etnias locales que ya poblaban el país antes del s. XVI. La mayoría de los pueblos aborígenes fueron disueltos y diezmados con la sucesiva llegada de distintas olas colonizadoras provenientes de Europa; tan sólo los araucanos subsistieron precariamente a la expansión blanca, representando hoy alrededor del 6% de la población.

A partir del s. XVIII la llegada de vascos y, posteriormente, de pobladores de origen germánico y centroeuropeo, acabó de perfilar la composición étnica de una sociedad bastante homogénea que, a diferencia de otros países del continente, no tiene presencia de población de origen africano, ya que la economía de plantación no prosperó nunca en Chile. En la actualidad, el país está en fase de cerrar la última etapa de su transición demográfica para acercarse definitivamente a los niveles de los países desarrollados.

El crecimiento demográfico se debe a que la natalidad y la fecundidad se mantienen algo altas con respecto a la baja mortalidad de un país que no tiene problemas sanitarios ni epidémicos graves, ni conoce aún la mortalidad por envejecimiento de la población de las sociedades más desarrolladas, a pesar de que la esperanza de vida en Chile se ha elevado ya a más de 70 años. Con todo, y en fase de cerrar su última etapa de crecimiento, el país aún ve aumentar su población. Sin llegar a sufrir la extrema concentración humana que se vive en otros países de su entorno sudamericano, Chile mantiene también un desequilibrio territorial importante: la región metropolitana de Santiago concentra al 40 % de la población.

La disposición longitudinal del país hace difíciles las condiciones de vida en sus extremos (desértico N y frío S), y condiciona que la población se aglutine, en más de un 75 %, en el área central o mediterránea, entre Santiago y Puerto Montt. La red urbana, aunque muy polarizada por el gran peso de Santiago, goza de bastantes centros regionales que vertebran distintas áreas del país. Las ciudades no forman, sin embargo, una red urbana como tal: su disposición es absolutamente lineal y sólo en el Chile central existe una región verdaderamente vertebrada entre Santiago, Valparaíso-Viña del Mar y Concepción-Talcahuano, aunque el peso de la capital sea desmesurado. Otros centros, como Antofagasta en el N o Punta Arenas en el S, son verdaderas capitales para sus alejadas regiones.

La división territorial se establece por regiones que, situadas entre los Andes y el mar, se organizan de N a S a modo de sucesivos tramos. Las vías de comunicación siguen esta misma disposición lineal, y las capitales y ciudades principales con valor de centros regionales se han desarrollado a lo largo de esta línea.

Geografía económica

La colonización no tuvo en Chile un carácter tan marcadamente expoliador (en términos económicos) como el que sufrieron otras zonas del continente; nunca existió la economía de plantación, y las tierras se poblaron (en detrimento de los indígenas) de colonos europeos que buscaban áreas fértiles y cultivables. La vida económica arrancó con fuerza más tarde, a partir del descubrimiento y la explotación de los abundantes recursos mineros de que goza el país. Tales hallazgos se sucedieron en gran parte después de la independencia, en 1818, empezando para Chile una verdadera colonización, no en sentido político sino económico.

Los grandes yacimientos de cobre, del que es (desde hace décadas) el principal productor y exportador mundial, las reservas de salitre y nitratos y los fosfatos, impulsaron una economía hasta entonces casi inexistente desde el punto de vista de los mercados internacionales. La burguesía vasco-castellana que dominaba el joven estado se vendió a intereses extranjeros, mientras se enriquecía con los beneficios de una economía primario-exportadora. De esta manera, se experimentó un crecimiento económico y las clases altas y medias urbanas prosperaron, mientras el mercado de las exportaciones, la industria transformadora y la banca se dejaron bajo control extranjero, sobre todo británico.

El país, que parecía desarrollarse, estaba dejando en manos foráneas al comercio y la capacidad de inversión, mientras la mayoría de la población subsistía como agricultores, pescadores o asalariados mineros. Con esta enorme polaridad social y con unas bases productivas de exportador primario, Chile se fue adentrando en la historia económica del s. XX. Pero su condición de economía periférica, alejada de los grandes centros de producción y consumo mundiales, se fue acabando. Llegaron sucesivas reformas cualitativas y de orientación para todos los sectores.

El gobierno de Allende condujo al país hacia un equilibrio social que nunca antes había disfrutado; se introdujo la seguridad social universal, se reformó y nacionalizó todo lo relacionado con un sector minero, que poseía unos beneficios y una demanda de los más importantes del mundo, se cambió la política salarial, y la enseñanza se hizo gratuita. Tales cambios significaron un importante giro en la orientación económica y política del país.

Hoy, gracias a las reformas agrarias, el sector agrícola se ha convertido en competitivo y exportador, de manera que aprovecha la coincidencia de su verano austral con la temporada invernal del hemisferio N para exportar cítricos, hortalizas, frutas y vino. Pero la llegada de la dictadura rompió con el ideal de convertir al país en una socialdemocracia del bienestar, sentando las bases de un nuevo Chile que se está perfilando bajo un modelo económico que vuelve a polarizar fuertemente a la sociedad, al tiempo que arroja interesantes cifras económicas. Nuevos recursos crecen en importancia y rendimiento; la pesca y la industria conservera están siendo incentivadas por la demanda japonesa, mientras la silvicultura y el petróleo son hoy importantes sectores que gozan de gran proyección.

Desde la llegada de la nueva democracia, la economía crece mucho y muy rápidamente, debido a motivos como la reprivatización de sectores, la apertura a inversiones foráneas, la lucha sin tregua a la inflación, la congelación salarial, el pago de la deuda y el recorte de los gastos públicos del estado para sanear las cifras. Con esta receta ultraliberal, Chile se aleja de su marco económico latinoamericano y se aproxima a los competitivos mercados de la OCDE, ofreciéndose a sí mismo como un país en condiciones similares a las de los enclaves industriales del SE asiático, por los bajos costes y facilidad de inversión. La sociedad se está terciarizando, la gestión económica se moderniza y entran con fuerza la movilidad social, los negocios extranjeros y la tecnología; crece la competitividad, surgen nuevos espacios y polos de inversión y desarrollo (Concepción, Copiapó), y la capital metropolitana se revaloriza, concentrando a los nuevos sectores y clases sociales más pujantes

 En resumen, el gobierno democrático ha continuado el modelo económico empezado por la dictadura. Con ello, la economía chilena ofrece hoy unos ricos sectores primarios ampliamente exportadores, pero controlados mayormente por capital exterior. El país se industrializa y renueva sus viejas infraestructuras productivas con inversiones extranjeras. Chile apuesta por el desarrollo de las relaciones económicas en el Pacífico, un área con grandes expectativas, opta por abrir sus puertas, se combina e insiere en las economías de Nueva Zelanda, Australia, Taiwán y Japón. Ofrece en la actualidad bajos costes salariales y de radicación, una organización sindical muy desmembrada por la dictadura y una población bastante bien instruida y preparada.

El coste de la apuesta chilena para el desarrollo es enorme y muy caro en los aspectos sociales: gran desprotección social, aumento de las clases más bajas y de los suburbios urbanos, y resurgimiento de una polarización social que puede acarrear serias inestabilidades. Existe, además, una excesiva dependencia y sumisión a los capitales extranjeros, y un escaso dominio y presencia nacional en una economía demasiado exógena y dependiente de la coyuntura y los mercados mundiales.

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