LITERATURA PROSISTA - LA LITERATURA EN EL SIGLO XVII: El teatro clásico español - 2ª parte
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Literatura prosista

LA LITERATURA EN EL SIGLO XVII

El teatro clásico español - 2ª parte


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El ambiente teatral del siglo XVII

l teatro puede ser considerado literatura sólo en parte, ya que el texto es lo único que pertenece a ella. Todo lo demás es ajeno a la historia literaria, y en algunas épocas en que el texto pierde importancia, la historia del teatro suele discurrir al margen de la literatura. Por tanto, para estudiar la literatura dramática de una época es imprescindible conocer aspectos como los locales teatrales, la escenografía, los actores y compañías, la música, el público, etc.

El teatro barroco español no es ninguna excepción y no se tendría un conocimiento suficiente de lo que supuso históricamente si su estudio se limitara a la historia de la literatura dramática. Es decir, la sola lectura del texto (como se hace con un poema o una novela) no daría una idea real del teatro y se quedaría, en el mejor de los casos, en una especie de novela dialogada o dramatizada.

El corral de comedias

El espacio en que se representaron las comedias del Siglo de Oro fue el corral. Era un patio de vecindad en el que se colocaba un estrado en uno de sus lados a modo de escenario (que era el teatro). Los espectadores contemplaban la obra desde el patio o desde las ventanas. Ésta es la base primitiva del corral, que a finales del siglo XVI se fue modificando hasta construirse especialmente como edificio teatral. Las ventanas y balcones se convirtieron en aposentos para el público noble, se techaron los patios, se colocaron bancos y se destinó un espacio especial (la llamada "cazuela") a las mujeres.

Las principales ciudades contaron con corrales de comedias (Valladolid, Córdoba, Sevilla, Valencia...). Madrid tuvo varios hasta que se edificaron dos corrales fijos: el de la Cruz (1579) y el del Príncipe (1582).

Las disputas sobre la licitud o no de este espectáculo motivaron que, en varias ocasiones, los reyes ordenaran el cierre de los corrales. Sin embargo, las prohibiciones no fueron demasiado largas y tanto para contentar al pueblo como por la presión de las cofradías y de los hospitales (beneficiarios de parte de los ingresos teatrales y muchas veces propietarios de los locales), los teatros volvieron a abrirse.

El público

El éxito de la obra teatral dependía en buena medida del público del patio (los "mosqueteros"), que con su aprobación o rechazo, bien de la obra, bien de los actores, lanzaban a la fama a una u otros, o hacían que la obra tuviera que retirarse de la programación.

Todas las clases sociales acudían al corral de comedias, pero la gente del pueblo constituía la mayoría del público. La representación se desarrollaba en medio de comentarios, riñas e intervenciones de todo tipo sobre la obra o la forma de actuar de los actores, el vestuario, etc..

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