Desde el punto de vista estético, las plantas acuáticas pueden ofrecernos paisajes idílicos para el recreo de la vista y nuestro estado de ánimo, pero su naturaleza puede ir más allá de la admiración que nos suscitan sus formas, colores o la curiosa manera en la que han decidido vivir: sumergidas, inundadas o en contacto con el medio acuático una gran parte de sus ciclos vitales. Y así, debemos asumir también la importancia que estas plantas suponen para el ambiente natural, los hábitats de otras plantas y animales, la medicina, y por extensión la ciencia y la investigación.
Pero, desde la perspectiva ornamental, cuando decidimos recrear la vida vegetal con plantas acuáticas, sea en un acuario, un estanque o un ambiente lacustre, debemos considerar su estado en el entorno salvaje, debido a que estas plantas se hallan adaptadas para vivir en lagos, charcas, ríos, arroyos…, alimentándose de los nutrientes que capturan en el medio líquido, y en diferentes condiciones dependiendo de la familia vegetal de que se trate.
En relación con las plantas ornamentales o la restauración del paisaje, cada una de las especies acuáticas para ese objetivo, se las ha convenido en denominar como «macrófitas», en las que no se suelen englobar otras plantas acuáticas macroscópicas, como algas, musgos o helechos. Suelen ser plantas de estructura herbácea, es decir, con ausencia de partes leñosas.
Según sus características, se distinguen los siguientes tipos de plantas acuáticas:
- Plantas de aguas profundas o sumergidas
Viven con sus raíces ancladas o no al fondo, con las hojas totalmente sumergidas o en la superficie. Tienen la capacidad de ejercer la fotosíntesis y liberar oxígeno durante el día; ayudan a limitar el desarrollo de las algas y reducir el nitrógeno amoniacal, el cual puede ser perjudicial para la fauna acuática.
Ejemplos de plantas de este tipo son los populares nenúfares (Nymphaea alba), otra de aspecto parecido como Ninfoides (Nymphoides peltata) o el Loto (Nelumbo nucifera). - Plantas flotantes
Son plantas que navegan libremente por la superficie del agua, sin ningún tipo de fijación. Bloquean parte de la radiación solar y consumen gran cantidad de los nutrientes que se hallan disueltos en el agua, combatiendo así la proliferación de algas, al disponer éstas de menos recursos.
Ejemplos de plantas de este tipo son la Pita de agua (Stratiotes aloides), la lenteja de agua (Lemna minor) o el Jacinto de agua (Eichhornia crassipes). - Plantas oxigenantes
Son plantas cuyas raíces están arraigadas en el fondo pero sus flores y tallos superiores pueden emerger sobre la superficie. Son fundamentales para mantener un equilibrio biológico en el ecosistema acuático. Absorbe las sales y minerales disueltos y los transforma en grandes cantidades de oxígeno, ayudando también a reducir la proliferación de algas.
Ejemplo de plantas de este tipo son el Ranúnculo acuático, también conocida como hierba lagunera (Ranunculus aquatilis), la Violeta de agua (Hottonia palustris) o el Pino de agua (Ceratophyllum demersun).
- Plantas palustres o de ribera
Son plantas que suelen ubicarse en las terrazas o repisas de los estanques; sus raíces pueden estar algunos centímetros sumergidas en el borde, y aunque pueden vivir sin encharcarlas necesitan no obstante un riego intenso. Pueden adaptarse a los cambios del nivel del agua o las mareas.
Algunas plantas de este tipo son el Cálamo acuático (Acorus calamus), el Aro (Arum italicum) o el Lirio amarillo (Iris pseudacorus). - Plantas de orilla o proximidad
Como complemento de la decoración de un estanque podemos recurrir a especies de orilla o proximidad, que se hallan cómodas en sus cercanías, sin hundir sus raíces en el agua pero en un terreno que se halla habitualmente más húmedo que el resto del jardín.
Algunas plantas de este tipo son la Cebolla ornamental (Allium karataviense), la Calta (Caltha palustris) o el Tablero de damas (Fritillaria meleagris).
Cada tipo de planta puede requerir más o menos cuidados. Las plantas de aguas profundas y oxigenantes son las que menos mantenimiento necesitan, por hallarse sumergidas y por su poder de regeneración del medio acuático, aunque pueden convenirle ocasionalmente el uso de abonos, sustratos y acondicionadores de CO2.
Las plantas palustres o de orilla obtienen casi todo lo que necesitan en su entorno, como es la luz y el agua; tan solo se debe prestar atención a aquellas cuyas raíces no tocan el agua, debiendo entonces regar frecuentemente, ya que estas plantas requieren mucha humedad.
Las plantas de orilla o proximidad no requieren más cuidados que los específicos de cada especie.
Finalmente, las plantas flotantes requieren más cuidados, el sol es su principal necesidad; y adicionalmente, aunque pueden obtener y absorber los nutrientes del agua, puede ser necesario alimentarlas con abonos líquidos específicos para este tipo de plantas durante la primavera. Además, son necesarias otras labores de mantenimiento importantes, como es el control de la colonia, debido a la gran velocidad de reproducción de estas plantas. Adicionalmente deben retirarse las plantas marchitas.
Al margen de los objetivos ornamentales de las plantas acuáticas, cabe hacer mención de otras utilidades de naturaleza ecológica y medioambiental. Así, estos organismos juegan un importante papel en los ecosistemas acuáticos, conservando un hábitat heterogéneo para las comunidades de peces, artrópodos y otros animales.
Por otro lado, las plantas acuáticas constituyen un eficaz bioindicador que nos puede permitir diagnosticar el estado de salud y calidad ambiental de los ecosistemas en que viven. Ello es debido a que este tipo de plantas hidrófitas, son muy sensibles a los cambios que se producen en esos medios lacustres, tales como la temperatura, el pH, la salinidad, el nivel de nutrientes, etc. En consecuencia, un hábitat acuático puede ser analizado en un primer momento en base a esos parámetros para tomar acciones posteriores, o iniciar otros análisis más complejos que identifiquen la naturaleza de un problema concreto.