La costa japonesa de Taiji se tiñe de rojo

Cada año, por estas fechas, la crueldad se adueña de la costa japonesa de Taiji. El espectáculo es dantesco: las aguas se tiñen de rojo mientras unos seres (dicen que humanos) asestan arponazos a los cuerpos de miles de delfines, previamente rodeados y confinados en un lugar del que no pueden evadirse, dejándolos que se desangren hasta la muerte.

La ONG americana Sea Sheperd Conservation Society, calificó la última campaña como «Un baño de sangre, cruel y bárbaro». Voluntarios de esta sociedad protectora, montados sobre tablas de surf, intentaron evitar la matanza de unos cuantos cientos de delfines, pero los pescadores lo impidieron utilizando sus herramientas (más bien armas) de pesca, como remos y bicheros. El resultado quedó patente al observar a estos voluntarios llorar desconsoladamente al no conseguir evitar la matanza.

En Japón la carne de los delfines se comercializa para consumo humano en restaurantes, en sustitución de la carne de ballena cuya caza fue limitada drásticamente en 1986 por la Comisión Ballenera Internacional -en realidad todavía se puede conseguir carne de ballena en el mercado japonés-, lo que ha provocado un alza de los precios y por tanto un estímulo para la caza de los delfines.

Es el propio Gobierno japonés el que ha autorizado la caza de entre 20.000 y 40.000 delfines, lo cual se lleva a cabo de forma indiscriminada por no existir ninguna organización internacional que la regule. Como resultado, muchas zonas costeras de Japón que permanecían ajenas a estas matanzas han comenzado a ser devastadas sin control alguno de las especies capturadas, su sexo, edad, etc., lo que conllevará tarde o temprano a la extinción local, y más tarde a otras por extensión de la demanda, si antes no se toman medidas a nivel de organismos internacionales.

Taiji es solo un punto llamativo en este panorama, pues cada año, entre octubre y marzo, son abatidos en todo el mundo decenas de miles de delfines, sobre todo a manos de empresas dedicadas a la pesca industrial, que no sólo no respetan los ciclos biológicos que permitirían mantener las especies, sino que tampoco tienen escrúpulos en cazar indiscriminadamente otras especies como marsopas, ballenatos, etc.

Ya desde una perspectiva personal, he de decir que tales hechos me repugnan sobremanera, sobre todo porque estos animales me caen especialmente bien. Son mamíferos, como nosotros, y traen sus crías al mundo pariéndolas, exactamente igual que una hembra de nuestra especie. Además, son unos seres especialmente inteligentes y simpáticos. Cuando veo las imágenes de estas matanzas aborrezco cada vez más mi condición de pertenencia al género humano.

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Un comentario:

  1. NO EXISTE UN SONIDO QUE ALERTE A LOS DELFINES DEL PELIGRO QUE EXISTE ACERCARSE, YA QUE SI HAY PERSONAS QUE SE ALENTARON CON SUS TABLAS DE SURF HACER ALGO Y NO PUDIERON, CREO QUE LA MEJOR MANERA ES ALERTAR A TRAVES DE LOS SONIDOS A COMO HACEN ESTOS ASESINOS.

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