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Literatura prosista
LA LITERATURA EN EL SIGLO XIX
El Realismo - 11ª parte
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La prosa narrativa: Principales narradores (continuación)
Juan Valera
Introducción biográfica
ació en Cabra, Córdoba (1824-1905). De familia aristocrática, estudió en el seminario de Málaga y Derecho en las Universidades de Granada y Madrid. Al acabar sus estudios se dedicó a la carrera diplomática, por lo que viajó mucho y conoció países muy diferentes (Italia, Portugal, Brasil, Rusia, Estados Unidos, etc.). En 1861 fue elegido académico de la Lengua. Contrajo matrimonio en 1867; y en 1881 fue nombrado senador vitalicio. Murió en Madrid.
Obra
La obra de Valera, iniciada tardíamente, tiene dos vertientes: la novela y la crítica literaria.
Su primera novela, Pepita Jiménez, apareció en 1874. En los años siguientes se publicaron Las ilusiones del doctor Faustino (1875), El comendador Mendoza (1877), Pasarse de listo (1877) y Doña Luz (1879). Siguieron unos años en que no volvió a publicar novelas. En 1895 apareció Juanita la Larga; en 1897, Genio y figura, y, en 1899, Morsamor, su última novela.
Pepita Jiménez, su obra más conocida e importante, está escrita en forma epistolar en su primera parte; una larga relación que hace uno de los personajes constituye la segunda parte. En ella aparece el naciente amor de un joven seminarista por Pepita, por la cual abandonará su vocación religiosa. Tratados de manera bastante suave y sin una oposición tajante, aparecen el mundo místico (o seudomístico) del seminarista, y el sensual, representado por Pepita y también por la naturaleza.
Sus opiniones sobre la novela y sobre la literatura en general aparecieron en Apuntes sobre el nuevo arte de escribir novelas (1887), en donde polemiza sobre el naturalismo y ataca las ideas de Emilia Pardo Bazán sobre esta orientación novelesca, a la vez que defiende la "verosimilitud" pero de tipo artístico, que no tiene por qué ser un reflejo exacto de la realidad.
Consideraba el naturalismo como la pintura de los aspectos más negativos de la sociedad, lo feo y lo desagradable, que no debían aparecer en la novela. En realidad, Valera se oponía al realismo artístico: la consecución de la belleza sólo era posible superando la realidad. Por ello, se considera que Valera representa la orientación más idealista de toda la novela realista; y en cierta forma se anticipó a la orientación esteticista de la novela que se manifestó en algunos escritores de la generación siguiente (Valle-Inclán o Gabriel Miró, por ejemplo).
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