Salud
NEUROCIENCIAS: LA CIENCIA DEL CEREBRO
Cuando las cosas van mal - 2ª parte
Fuente: Asociación Británica de Neurociencias
No hay suficiente combustible: Infarto cerebral
uando la gente desarrolla de forma repentina una debilidad en uno de los lados del cuerpo, esto se debe normalmente a la presencia de un infarto cerebral que afecta al lado contrario del cerebro. También pueden ser afectados el equilibrio, las sensaciones, lenguaje y el habla
Algunas veces, estas alteraciones evolucionan y mejoran con el tiempo, incluso hasta el punto de llegar a ser prácticamente normales, no obstante el infarto cerebral sigue siendo una causa común de incapacidad e incluso muerte. Los infartos pueden aparecer de distintas formas y por diferentes causas y sus consecuencias dependen en gran medida de la zona del cerebro afectada.
Dibujo mostrando un cerebro dañado
por un infarto, así como la región de penumbra a su alrededor que
puede sufrir daños posteriores.
Lo que en estos casos va mal es el abastecimiento de energía que el cerebro precisa para poder funcionar. Las neuronas y las células gliales precisan combustible para funcionar. Este combustible es suministrado a través de las cuatro grande arterias que irrigan el cerebro. Los combustibles más importantes son el oxígeno y los carbohidratos en forma de glucosa; conjuntamente, estos proveen al cerebro de los materiales básicos para producir ATP, la forma de energía que usan las células. Esta energía (ver Capítulos 2 y 3) es necesaria para crear el flujo de iones que se precisa para crearla actividad eléctrica de las neuronas. Dos tercios de la energía utilizada por la neurona va dirigida al funcionamiento de una enzima llamada ATPasa de Sodio/Potasio, la que se ocupa de recargar los gradientes iónicos de sodio y potasio después de que se haya producido el potencial de acción.
En lo que se conoce como ataque isquemico transitorio (AIT), el flujo sanguíneo en parte del cerebro falla y se suprime el aporte de ATP. Las neuronas no pueden recargar sus gradientes iónicos por lo que ya no pueden conducir potenciales de acción. Si por ejemplo, se interrumpiera el flujo sanguíneo que irriga la corteza motora del hemisferio izquierdo, el brazo y la pierna derecha se paralizarían. Si esta obstrucción se elimina rápidamente entonces las neuronas podrían producir nuevamente ATP, recargar sus membranas y funcionar normalmente de nuevo. Afortunadamente el daño producido en AIT no es permanente.
Un infarto es algo mucho más serio. Si el flujo sanguíneo se interrumpe durante largo tiempo, entonces se pueden producir daños irreparables. En ausencia de ATP las células no pueden mantener su homeostasis, con lo que se pueden hinchar e incluso explotar. Las neuronas también pueden despolarizarse liberando neurotransmisores que en exceso pueden ser potencialmente tóxicos tales como el glutamato. Las células gliales, que en condiciones normales eliminan el exceso de glutamato gracias a una bomba dependiente de ATP, también dejan de funcionar. En ausencia de energía, la vida de las células nerviosas es extremadamente precaria.
Gracias al estudio cuidadoso de los fenómenos que acontecen durante un infarto, los neurocientíficos han sido capaces de desarrollar nuevos tratamientos. La mayoría de los infartos se deben a la formación de coágulos de sangre que bloquean los vasos sanguíneos y el tratamiento con un anticoagulante llamado activador plasminógeno del tejido (APT) pude destruir el coágulo y restaurar el flujo normal. Si se administra rápidamente el APT puede tener un efecto remarcable. Desgraciadamente, el suministrar este fármaco rápidamente a una persona sufriendo un infarto no es fácil ya que las personas que se encuentran a su lado no saben que es lo que está aconteciendo exactamente.
Otro tipo de nuevo tratamiento es la utilización de fármacos que bloquean los neurotransmisores, incluso el glutamato que se acumula a niveles tóxicos. Estos fármacos pueden bloquear los receptores de glutamato o bien las señales intracelulares desencadenadas por glutamato. Muchos de estos fármacos se encuentran aun en fase de desarrollo. Desgraciadamente hasta ahora, ninguna de ellas ha tenido una gran repercusión en el tratamiento de los infartos.