Evita juntarte con gente negativa.
Siempre tienen un problema para cada solución.
[Ralf Fitz James]
Obra de José Luis de Funes, Editorial Akron S. A., Apartado 134, E-24700 Astorga-León, 2009, 307 páginas.
En esta ocasión las referencias radiales las encontré en una obra que es una experiencia emocional, o la reflexión tras un hecho violento: la muerte, que acompañará y se le presentará al protagonista durante toda su vida. Un secreto que le atormentará hasta la muerte y que contrasta con otros testimonios o libelos sobre nuestra INCIVIL. Son unas memorias no muy frecuentes, pero sumamente emotivas. En determinados momentos tienes que parar, tienes que reflexionar y es que aquellos actos, aunque no los hayamos vivido directamente son demasiado cercanos como para no reflexionar sobre ellos, especialmente cuando hemos de enfrentarnos a la retranca continuada de una arcadia feliz y no como un desastre que jamás debería de volver a reproducirse. Pero la historia está ahí y siempre volvemos a la misma reflexión ¿Por qué nadie escarmienta en piel ajena? Posiblemente es nuestra debilidad, nuestra gran seguridad en que somos diferentes y por eso acabamos padeciendo (o repitiendo) los mismos errores. Nunca nos ponemos de acuerdo para construir una cosa (algunos, incluso, se molestan si quieres construir) pero para destruir somos campeones en aprovechar la primera oportunidad.
En nuestro terreno radial podría ser el tema de las entidades Diexistas en nuestro país. Constantes enfrentamientos, constantes zancadillas y, al final, el ocaso que a nada nos lleva. Sólo algunos quijotes tienen la llama en sus manos (y la aguantan). Así que vayamos a analizar esta obra que contrasta con el libelo de un tal Juan Gutiérrez Arenas [LOS HIJOS DE LUCAS GUTIÉRREZ LÓPEZ] que también leí el pasado verano.
Dos testimonios. Dos dramas. Pero qué lejos quedan los protagonistas. Uno vive con su amargura toda su vida, pero vive su vida haciendo el bien. Otro vive su amargura toda su vida y, encima, quiere hacernos creer que aquello fue una machada… ¡Así nos va! Otra obra similar que acabo de leer y al final ni es historia ni es testimonio, es una edición panfletaria de Francisco Ruíz Esteban [LOS HIJOS DE LA NOCHE], allí también se glorifica el tema de la república, los asesinatos, los terribles secuestros y las muertes… Contrastan y dejan un amargo regusto sobre la inquina humana y uno acaba finalmente creyendo que es verdad el dicho de que los que olvidan la historia, volverán a repetirla.
No somos nada y, encima, a pesar de los desastres, nos empeñamos en seguir la senda equivocada. Ya se sabe, si a la primera te engañan, tiene una cierta justificación. Si ocurre dos veces, entonces no hay duda: eres tonto. En las dos obras (libelo y panfleto) que contrapongo a MEMORIA DE UN MILICIANO, no hay referencia a la radio, así que, aunque temáticamente traten los mismos hechos –incluso las mismas tierras, aunque en la de hoy los topónimos han sido cambiados y los nombres propios también, para evitar el dolor, innecesario, que esos recuerdos todavía provocan- no hay nada para nuestra serie de La radio en la literatura. Entramos en faena.
“Aunque en el pueblo no había sucedido nada, en los días siguientes, empezamos a saber que, en otros sitios, sí estaban ocurriendo cosas. En la plaza se comentaban las noticias que iba dando la radio. Lo que recuerdo es que los que debían pagar las rentas de las tierras arrendadas, dejaron de pagarlas, porque lo había dicho el Gobierno.” [38]
“Así entramos en el mes de julio, acelerándose más y más la situación política. Las noticias que nos llegaban por la radio y por los periódicos, nos enteraban de los choques entre los nuestros y los de derechas. Y también de las desavenencias entre los de la UGT y los de la CNT.” [50]
“Alguno de los que estábamos allí, más enterado, nos dijo que era el jefe de los monárquicos. Pero la radio no dio detalles de cómo había ocurrido su muerte. Lo único cierto era que lo habían matado. Entre nosotros, en el bar del Caturlo, corrió una ola de satisfacción. Era increíble al punto que habíamos llegado.” [54]
“En estos días, aunque nosotros no sabíamos bien lo que estaba ocurriendo fuera, teníamos la idea de que era grave. Eso al menos era lo que podía deducirse de lo que decían los periódicos y de la radio sobre todo. Durante el día seguíamos trabajando en las faenas de la recolección. Pero por las noches nos reuníamos en la plaza comentando las noticias. Hacía mucho calor y estábamos casi todos en camiseta, sentados en el bar del Caturlo o en casa de Mariano.” [55]
“Entonces nos acercamos a donde estaban otros compañeros, que era el bar del Caturlo. La radio encendida daba noticias y los que estaban más cerca, se encargaban de transmitirlas a los otros más alejados.” [69]
“La radio del Gobierno repetía, una y otra vez, que la sublevación de los militares estaba dominada y que eran muy pocas las ciudades en que había tenido éxito. Las fuerzas leales del Ejército y la Guardia Civil y los Guardias de Asalto, estaban combatiendo los focos rebeldes.
La casa-cuartel de la Guardia Civil, estaba cerrada a cal y canto. Al principio supusimos que ellos estaban dentro, con las orejas pegadas a la radio, como todos. Pero no se oía nada. Más tarde, cuando logramos abrir la puerta, vimos que allí no había nadie. Y se corrió el rumor de que todos se habían ido de madrugada, en una camioneta que había venido de la capital.” [70]
“El tiempo iba pasando y todos, más o menos, entrábamos en las tabernas y tomábamos algo. Sin pagar, naturalmente. Había dos o tres radios que traían noticias del Gobierno. Pero como todas sonaban a la vez, las más de las veces, no se entendía nada Y, además, los que estábamos lejos, sólo oíamos el murmullo. Pero lo que nos llegaba era que la sublevación parecía dominada, que en todos sitios, las fuerzas leales a la República, ganaban terreno, etc.” [77]
Y hasta aquí lo que la obra refleja sobre la radio. El resto de vivencias son desgarradoras unas y, sobre todo, clarificadoras ante la verdad farisea de una parte de la historia. Esa historia que está ahí pero que hay que rastrear con “guantes de seda” si no quieres verte envuelto en ella. Vamos casi como lo que ahora vivimos en pleno siglo XXI ¿para esto criticábamos tanto a los norteamericanos? De verdad que Ucrania merece un respeto y no fomentar lo que se está fomentando por no se sabe qué oscuros intereses. Pero ya se sabe hay muchos políticos dispuestos a lanzar la primera piedra y, después, pues eso: que se jodan.
La vida merece la pena vivirla y después de ella, nada nos llevamos. Nos hemos echado demasiadas obligaciones y han resultado ser nuestra cárcel. Un libro para leer con paciencia; el testimonio de Fernando [nombre supuesto] debería hacernos reflexionar que la violencia no nos lleva nada más que a la destrucción como seres humanos; que la vida nos pone a prueba y sólo, cuando en alguna ocasión te has visto al límite de tus fuerzas, la interiorizas mejor. Como dice la canción venezolana: “Porque después de esta vida no hay otra oportunidad.” (Simón Díaz)